Sin noticias de civilizaciones tremendamente avanzadas
por David Quintero

La escala de Kardashev sirve para clasificar lo avanzado de una civilización en función de cuánta energía es capaz de aprovechar. La escala original, propuesta por el astrofísico soviético Nikolai Kardashev, tiene tres niveles, aunque ha habido extensiones para llegar hasta un nivel cinco o para considerar otras variables además del uso de la energía, pero aquí me ceñiré a la definición original.

Una civilización del tipo I es capaz de utilizar toda la energía que recibe su planeta (se entiende que desde la estrella madre). Para el caso de la Tierra esta cifra es del orden de 1017 watios (energía dividida por unidad de tiempo). Los seres humanos aún no llegamos a este número, ya que en el momento de escribir esto estamos en uno 1012 watios. Nótese, por cierto, que la escala no dice nada de cómo de limpia tiene que ser la energía. Si aprovecháramos toda la energía del Sol tendríamos una generación 100% limpia. Si empleamos otras fuentes, como los combustibles fósiles, estamos tirando de energías contaminantes. (En ultimísima instancia la energía de los combustibles fósiles también proviene del Sol; al no tomar esta energía de la fuente de forma directa tenemos la contaminación).

Una civilización del tipo II es capaz de aprovechar toda la energía de su estrella (no solo la diminuta fracción que llega a su planeta). Para el caso de una estrella como el Sol estamos hablando del orden de 1026 watios. No es fácil a veces entender estas cifras, pero es muchísimo más que en el caso anterior: mil millones de veces la energía por segundo del tipo I. ¿Cómo puede una civilización lograr algo así? Se especula que podría hacerse con esferas de Dyson: envolturas alrededor de la estrella que captan todo lo que emite. El tipo III se aplica a las civilizaciones que aprovechan la energía de toda su galaxia (1037 watios, de nuevo mil millones de veces la cifra anterior, de la tipo II). Aquí entramos en un terreno difícil de imaginar. Para que una civilización aprovechase la energía entera de su galaxia habría que imaginar enjambres de miles de millones de esferas de Dyson y conjuntos de megaestructuras, y probablemente quién sabe qué más cosas... por ejemplo la utilización de la energía de rotación de agujeros negros mediante los exóticos procesos de Penrose (en otra entrada hablaremos de ellos).

El caso es que descubrí el otro día un artículo de hace algunos años que el escritor de ciencia-ficción David Brin mencionaba en su (muy recomendable) blog: una búsqueda de esferas de Dyson y megaestructuras en 100.000 galaxias cercanas no ha encontrado nada (https://www.scientificameri[...]m-100-000-nearby-galaxies1/). Esto significaría que no existen civilizaciones de tipo III en la escala de Kardashev en muchos millones de años luz a nuestro alrededor. Aunque es un resultado negativo, es un logro espectacular poder decir algo así. En cierta forma, una civilización del tipo III es un estadio salvajemente avanzado (al menos desde el punto de vista tecnológico), lo que debe ser algo muy difícil de conseguir, sin embargo, desde el origen del universo ha habido tiempo más que suficiente para que algunas de estas civilizaciones hayan podido surgir.

La pregunta siguiente es casi inmediata: ¿por qué no hemos encontrado este tipo de civilización? Es en el fondo una reformulación de la paradoja de Fermi. Es posible que la humanidad sea la primera en una amplia zona del universo; es posible que las civilizaciones tecnológicas sean muy extrañas, al fin y al cabo indios americanos y aborígenes australianos han vivido sin desarrollar progresivamente la ciencia y la tecnología. Recientemente ha adquirido cierta fuerza la hipótesis del Gran Filtro: un evento de algún tipo que supone un impedimento muy fuerte al desarrollo de la vida en la galaxia. Es posible que este Gran Filtro haya quedado atrás ya para la humanidad (por ejemplo, si fuera algo como la transición procariota-eucariota), o puede que esté por delante de nosotros, esto es, que haya un evento que en muchos casos impide el progreso de civilizaciones jóvenes (es fácil pensar un ejemplo: la autodestrucción de una especie por la guerra).

El párrafo anterior expone algunas propuestas de las muchas (pero muchas) que hay para explicar la aparente ausencia de vida, pero un grupo de científicos cree que aún hay espacio para que el tipo III exista. Defienden lo que yo llamo la hipótesis de la Vida Extraña. Estos científicos no afirman que el estudio que no encontró señales sea incorrecto: por muy avanzado que sea uno no se puede escapar de las leyes de la Física, y las señales infrarrojas y en generales espectrales de esferas de Dyson y megaestructuras son reconocibles. Tampoco se trata de decir que el universo es muy grande y que quizá existan civilizaciones del tipo III en galaxias más lejanas de las estudiadas. Lo que se propone es que las civilizaciones más desarrolladas podrían tener formas que rompen con nuestra concepción lineal de construir cada vez mayores estructuras. En este sentido me parece interesante la sugerencia del escritor de ciencia-ficción Karl Schroeder, quien sugiere que quizá las formas de vida más avanzadas lo que hacen es fundirse con la naturaleza, en lugar de construir grandes artilugios, estas civilizaciones se parecerían más y más al medio interestelar que las rodea, haciendo que sus biosignaturas sean, al menos a grandes distancias, indistinguibles de las señales naturales no biológicas. ¿Cómo haría una civilización avanzada para convertirse en algo casi natural?quizá con ingeniería genética a gran escala... no lo sé, es difícil de imaginar para un miembro de una civilización aún del tipo 0.

Otros autores, como el cosmólogo John D. Barrow, ponen en tela de juicio que el expansionismo galáctico sea un paso inevitable en la evolución. Quizá, cuando se alcanza un elevado estadio tecnológico, una civilización podría conformarse con su estrella, creando Matrioshka brains, una especie de sucesión de esferas de Dyson alrededor de una estrella formando capas sucesivas. En estas capas se aprovecharía la energía y la materia hasta sus últimos quarks y electrones. Barrow sugiere que estas civilizaciones transformarían la materia en computronio, un estado de la materia que permite aprovechar al máximo las capacidades para computar de las partículas elementales. Este computronio formaría las capas de la Matrioshka brain, permitiendo a la civilización unos recursos alucinantes durantes millones de años sin la problemática de los viajes espaciales, sin necesidad de expandirse (aunque en algún momento, al final de la vida de la estrella, no les quedaría otra que moverse). No sé si las Matrioshka brains de computronio pudieran ser detectables en el artículo publicado, pero en cualquier caso, como mucho de lo que proponía John D. Barrow, me parece una idea fascinante.

La ciencia-ficción no ha tenido problemas en imaginar civilizaciones del tipo III, como los Xeelee, los campeones de la materia bariónica en la saga de Stephen Baxter, o algunas civilizaciones que aparecen en Hacedor de estrellas, la genial novela de Olaf Stapledon. En CASA DE SOLES, de Alastair Reynolds, es la propia humanidad del futuro lejanísimo la que llega a ser un tipo III.

En definitiva, uno puede aceptar la idea de que no existen civilizaciones del tipo III en un sector muy, pero que muy grande del universo a nuestro alrededor, quizá incluso en todo el universo, o uno puede restringir el resultado anterior y analizar qué podría habérsele escapado a la búsqueda de megaestructuras, llegando a la hipótesis de la Vida Extraña. ¿Cuál es mi opinión? Creo que probablemente no hay civilizaciones de tipo III en una amplia región del universo, pero considero las excepciones como la hipótesis de la Vida Extraña no solo plausibles, sino también tan fascinantes que me gustaría creer que son verdad.

© David Quintero
(1.289 palabras) Créditos
Publicado originalmente en Mundos múltiples el 30 de mayo de 2023