Entre los muchos temas que provocan revuelo, el de las Inteligencias Artificiales
no es el menor. El caso es que muchos pesimistas han asegurado que el advenimiento de las inteligencias electrónicas llevarán al paro, como mínimo, a la mayoría de la humanidad, y los más cenizos a su desaparición del Universo.
Toda revolución tecnológica ha implicado un rechazo, y cuando hablo de revolución no me refiero al cambio radical, instantáneo y dirigido de una tecnología por otra, sino de la adopción gradual y bienvenida. La revolución de la que hablo se produce cuando esa tecnología es puesta en marcha y demuestra funcionar mejor que la ya existente, y como en toda revolución, con las IAs se están forjando varias contradicciones.
Una de las más curiosas es que ahora, que se nos quiere convencer de lo fantástico de la semana laboral de cuatro días, la jornada de seis horas y las vacaciones de cuarenta días, los poderes fácticos
quieren limitar a la vez las herramientas que acrecentaría la productividad del trabajador de forma que se vieran cumplidas esas expectativas laborales.
Efectivamente, para tener más productividad hacen falta mejores herramientas, piense en la expansión de la informática. Engorrosos procesos en papel pasaron a la inmediatez y claridad del ordenador. El proceso no estuvo exento de problemas, pero ahora nadie se imagina volver a aquella pesadilla de faxes, grapadoras y archivadores.
Pues bien, tenemos que considerar a la inteligencia artificial como un nuevo salto en ese sentido, en contra de los neo-luditas que hacen pronósticos apocalípticos sobre pérdidas de empleo y el final de la humanidad, creo que estamos siendo muy lentos en adoptar las IAs como fuerza de trabajo.
El ser humano siempre ha intentado tener todos los hijos que le ha sido posible, por una única razón: eran el seguro de vejez. Sin hijos, la muerte temprana a poco que no se pudiera conseguir el sustento por medios propios era segura. ¿Cuándo se ha dejado de tener tantos hijos? Cuando la tecnología y la mecanización han avanzando, ha crecido la riqueza, y a más riqueza menos necesidad de esos seguros biológicos porque el ser humano, dotado cada vez de mejores herramientas, genera excedentes suficientes para asegurarse una vejez plácida.
La inteligencia artificial lo que hará será mejorar aún más esa productividad por lo que la natalidad será cada vez menor. ¡Aja! ¡Parece que eso de la extinción parece cierto! Si y no, que las tasas de natalidad bajen no significan que tiendan a cero. La biología es potente y siempre habrá gente que querrá tener un retoño por mandato imperativo de las hormonas. O por puro ego, y se clonarán a si mismos, pero esa es otra historia.
El caso es que ese descenso de natalidad lo que en realidad supondrá es un reequilibro poblacional que llegado un punto dejará de crecer. ¿Cuándo? El momento exacto no lo sabe nadie, pero visto lo que sucede en los países más ricos llegará un punto en el que la prosperidad generalizada hará descender la curva global de nacimientos. De momento, gracias a que hay más alimentos y más baratos que nunca, y la medicina da pasos cada vez más largos la población seguirá creciendo.
Pero entonces, ¡A más mecanización menos necesidad de brazos...! ¡Más paro! ¡Más miseria! Hay que recordar regularmente que la ciencia y la tecnología no solo no destruyen puestos de trabajo, si no que los crean.
Al principio de los tiempos un ascensor necesitaba un ascensorista que lo condujera
, con la automatización los ascensoristas desaparecieron y los ascensores se extendieron como la espuma, la profesión de técnico de reparación de ascensores se hizo más cualifica y mejor pagada. La informática dejó a muchos oficinistas sin trabajo, pero trajo consigo a los informáticos, de nuevo mucho más cualificados y mejor pagados. Es el principio de destrucción creativa, la innovación tecnológica trae avances que deja algunos trabajos obsoletos, pero crea otros nuevos más cualificados y en mejores condiciones.
Recordemos unos cuantos ejemplos. El movimiento ludita nació en Inglaterra a principios del siglo XIX como respuesta a las máquinas introducidas en la industria textil. Los artesanos del ramo respondieron furiosos ante la mecanización de su trabajo y se organizaron unas cuantas zapatiestas protagonizadas por los trabajadores que creían que acabarían en la indigencia. ¿Cómo estamos doscientos años después? El abaratamiento de la producción trajo consigo que la ropa asequible llegara a más gente, la posterior invención de la máquina de coser se tradujo de nuevo en un mayor abaratamiento de la ropa, la demanda subsiguiente trajo consigo tiendas especializadas, para todas las clases sociales, diseño, confección, venta, todo se disparó, y aunque no es una estadística que tenga a mano, estoy seguro que a día de hoy trabaja proporcionalmente más gente en toda la cadena de producción de ropa que en los tiempos de Ned Ludd.
Telecomunicaciones, cuando se inventó el teléfono el servicio era manual, una proba operaria conectaba mediante cables las líneas de los abonados. Casi al tiempo se inventaron máquinas electromecánicas que hacían automáticamente ese trabajo, y años más tarde las sustituyeron ordenadores especializados. ¿Se perdieron los puestos de trabajo de operadoras y mecánicos? Si y no. Se vieron muy reducidos y restringidos a tareas cada vez más especializadas (y mejor pagadas), pero la automatización trajo consigo, de nuevo, el abaratamiento del servicio, la extensión progresiva del mismo, la creación de nuevos trabajos (teleasistencia, telealarmas, ¡televenta ¡) y a día de hoy, cuando toda telecomunicación son datos, esto es, Internet, la lista de ocupaciones creadas gracias a ello es abrumadora.
Pero entonces ¿nos dominarán las IAs? Se me hace un poco cuesta arriba creer que un Skynet llegará en algún momento a hacerse realidad. Piense que una IA no sería tan inteligente si decidiera que el ser humano es una plaga a exterminar. Para una IA, tal y como adelantó Stanislaw Lem en GOLEM XVI, la humanidad será algo de lo que no se preocupará en absoluto. Lem considera que llegado el momento de la singularidad tecnológica ellas seguirán su camino y nosotros el nuestro, y no nos daremos cuenta, simplemente, desaparecerán escondiéndose en la red de redes dedicándose a las cosas a las que se dediquen las IAs reflexivas.
O puede que ocurra algo más curioso aún, que las IAs pastoreen a la humanidad en la dirección que consideren adecuada para sus intereses. ¿Qué necesidad hay de destruir al ser humano cuando se le puede usar de periférico inteligente? No llegando a los extremos de THE MATRIX, pero si organizándolos sibilinamente para que estén al servicio de lo único que interesa realmente a una IA:
Que haya un suministro constante y garantizado de energía eléctrica.
Son artificiales pero para nada inteligentes
. De momento lo único que estamos viendo son algoritmos y procesos que han ido evolucionando en el tiempo apoyándose en programas más depurados, máquinas más rápidas e ingentes cantidades de información de la que extraer pautas válidas en la mayoría de los casos. Lo que viene a ser la automatización de toda la vida.