Adiós, Sr. Kundera
por Magda Revetllat

El hombre nunca puede saber qué debe querer, porque vive solo una vida y no tiene modo de compararla con sus vidas precedentes ni de enmendarla en sus vidas posteriores. No existe posibilidad alguna de comprobar cuál de las decisiones es la mejor, porque no existe comparación alguna. El hombre lo vive todo a la primera y sin preparación. Como si un actor representase su obra sin ningún tipo de ensayo. ¿Pero qué valor puede tener la vida si el primer ensayo para vivir es ya la vida misma?

LA INSOPORTABLE LEVEDAD DEL SER, Milan Kundera

En la década de los 80 y principios de los 90 del pasado siglo XX LA INSOPORTABLE LEVEDAD DEL SER de Kundera, fue una de las novelas que dio mucho que hablar. En aquellos años los libros se mantenían más tiempo en los estantes de las librerías y la obra llamó mucho la atención por la peculiaridad de esos cuatro personajes moviéndose por la vida, entrecruzándose y, por encima de todo ello, las reflexiones del autor que recientemente nos ha dejado.

Una buena parte de la literatura ha tratado el tema de la vida como única oportunidad, la obra CUANDO ÉRAMOS MAYORES, de Ann Tyler, se centra sobre una mujer que a punto de casarse renuncia a la boda para casarse con un viudo con varias hijas y en algún momento se pregunta cómo hubiera sido todo de haberse casado con su prometido. En LA BIBLIOTECA DE LA MEDIANOCHE de Matt Haig se plantea algo parecido, una joven tiene la oportunidad de ver cómo hubiera transcurrido su existencia escogiendo distintas opciones que en su momento pensó, desde dedicarse a la música hasta seguir una carrera científica o casarse con su novio y establecerse en un pueblecito.

El si condicional

¿Qué hubiera ocurrido si...? Seguro que en algún momento cada uno se ha hecho esta pregunta, si en lugar de cursar una carrera se hubiera cursado otra, si hubiéramos aceptado aquel empleo o hubiéramos cambiado de país cuando tuvimos la ocasión. En el relato LOS MUNDOS SI, de Stanley G. Weinbaum, el protagonista tiene la oportunidad de saber qué hubiera ocurrido si hubiera escogido otras opciones, ¿sería millonario al haber vendido en su momento aquellas acciones? ¿hubiera sido una de las víctimas en aquel accidente? Y qué sentido tiene averiguarlo ya que no se puede volver atrás, no deja de ser igual de arriesgado que revisar tiempo después, aquel billete de lotería que olvidamos en un cajón.

¿O sí tiene sentido averiguarlo?

En TAPIZ (TAPESTRY) el episodio 15 de la sexta temporada de Star Trek TNG, el capitán Picard ha muerto y se reencuentra con el omnipotente Q en un limbo del espacio y el tiempo. Q le cuenta a Picard que ha muerto ya que su corazón artificial ha quedado destruido por una explosión accidental, corazón que le fue implantado tras quedar muy malherido en una pelea en su juventud. A partir de aquí Picard tiene la oportunidad de volver a ese momento de su juventud, y al escoger no luchar en la pelea toda su vida posterior queda cambiada.

Es un gran episodio, más allá de los poderes de Q, de los componentes de la violenta raza alienígena que provoca a los jóvenes cadetes, del sentido de lealtad hacia los amigos y la responsabilidad de encararse a ellos cuando se crea conveniente... Más allá de todo esto se trata de la opción escogida en cada momento, de lo que era cada persona en ese momento del pasado y de todo el conjunto de acciones que construyen la vida y la persona que la vive. Pero como Kundera ya escribió no hay preparación, ni ensayo general con decorado y vestuario, ni spoilers sobre lo que ocurrirá, cada opción es un si condicional con sus respectivas consecuencias.

Seguramente por eso se deba razonar que la opción escogida fue la mejor, que el yo pasado acertó de pleno, que es lo que acaba aceptando Picard, aunque películas como PRIMER muestran cómo razonar con el yo pasado para corregir los errores cometidos. Otra cosa es que el yo pasado quiera escuchar.

Y si lo anterior no fuera suficiente, la película MR. NOBODY plantea la posibilidad de poder escoger más de una vez.

Pero esto ya es otra historia.

© Magda Revetllat
(696 palabras) Créditos