Los cinéfilos del mundo, durante la pasada navidad celebramos el centenario de Ava Gardner (24 de diciembre de 1922). Dentro de su filmografía aparece ON THE BEACH (EN LA PLAYA, LA HORA FINAL, 1959, basada en la novela ON THE BEACH de Nevil Shute), una película que puede calificarse de ciencia-ficción apocalíptica, aunque no del tipo del cual estamos acostumbrados, con paisajes de ciudades destruidas, cadáveres por montones e incluso todo un subgénero, el de los zombies. En este caso estamos ante una película muy reflexiva, sobre la amenaza nuclear, que por estos días vuelve a resultar tan palpable.
La película fue dirigida por Stanley Kramer, un realizador reconocido por su interés en temas importantes y definitivos, como sus cintas lo atestiguan. El reparto de actores fue estelar, Gregory Peck, Ava Gardner, Anthony Perkins y Fred Astaire en su primera cinta no musical ni de baile, así como fue el debut de Donna Anderson, quien tuvo una fugaz carrera actoral pero dos películas (esta y LA HERENCIA DEL VIENTO), bastan para recordarla. Peck se involucró en la producción porque era un convencido del pacifismo y estuvo en contra de la proliferación del armamentismo nuclear.
La cinta fue rodada en su mayor parte en Australia, Melbourne y otros sitios, aparte de algunas tomas de la ciudad estadounidense de San Francisco. La producción no resultó fácil por la construcción de los escenarios, el calor y los mosquitos. Ava Gardner, en su acostumbrada ironía dijo que la cinta era sobre el fin del mundo y efectivamente Australia era el lugar adecuado. Sin embargo, ella siempre estuvo orgullosa de su actuación y de la película en sí misma.
El argumento se basa en la novela del mismo título y narra la historia de un submarino estadounidense que es recibido en Australia, luego de haber estallado una conflagración nuclear que ha exterminado la población de casi todo el mundo, dejando sólo a los habitantes de Australia como los sobrevivientes, quienes esperan que la radiación no llegue a su territorio.
Posiblemente sea una de las primeras películas en revelar imágenes de ciudades desiertas, tras un holocausto nuclear. A diferencia de la novela escrita por Nevil Shute en 1957, obra en la cual se inspiró la cinta, no muestra la ciudad de San Francisco destruida, ni con muertos en sus calles, por el contrario, nos invita a una cuidad desolada, silenciosa, en donde no es necesario exponer cadáveres para lograr un efecto impactante. El director desea motivar la reflexión sobre la amenaza, no desea asustar de forma gratuita.
La película transcurre en 1964 y no es fortuito, en 1914 empezó la Primera Guerra Mundial y en 1939 la Segunda, es decir 25 años más tarde, por lo cual se siguió la misma secuencia. La premier de la cinta fue mundial, incluyendo la Antártica, pues en una de las bases se proyectó un 17 de diciembre de 1959, incluyendo Moscú y Tokio, aparte de las principales ciudades de cada continente y como invitados los gobernantes de aquella época.
Se dice que Kennedy se impactó mucho por la película y la recordaba mientras enfrentó la crisis de los misiles de Cuba en 1962. Sería oportuno que los líderes actuales del mundo, especialmente aquellos que promueven guerras inútiles, crueles e injustas y quienes sin ningún recato amenazan al mundo con el empleo de las armas nucleares, vieran esta película, pero creo que es pedir demasiado. Con lo que pasa actualmente, uno queda con la misma desolación de Ava Gardner al final de la película, viendo aquel submarino alejarse a su viaje definitivo, en una escena inolvidable.