Los bulos recorren las redes sociales y a veces traen noticias pesadillescas que despiertan la indignación y nos hacen mala sangre. Lo del bulo no es nada nuevo, desde que existe la palabra hablada y la malquerencia por el prójimo se han usado con soltura. Los romanos, por ejemplo, era maestros en sacarse de la manga casus belli para expandir su territorio a costa de tirios y troyanos (vale, eso fue anterior, pero queda bien) Nadie se los creía, pero como excusa eran suficiente.
En realidad lo único que ha cambiado de los bulos es la velocidad de transmisión y la sofisticación a la hora de elaborarlos. Lo que hace mil años como mucho iba a 40 kilómetros por día (más o menos lo que puede hacer una persona a pie durante una jornada) ahora es instantáneo. En un segundo puede dar la vuelta al mundo, tarda menos de cinco en traducirse y la expansión es exponencial.
En la ciencia-ficción el bulo, la mentira, el engaño se ha usado de forma hábil para construir argumentos elaborados, empezando por la sutil idealización de civilizaciones en vías de desaparecer, en MARFIL, Mike Resnick hace eso con los masai. Tras la búsqueda trepidante de unas antiguas reliquias se esconde la añoranza por los viejos y buenos tiempos. Resnick enaltece más allá de lo razonable los modos y costumbres masai, realmente muy fotogénicos, pero que en realidad son tan interesantes o tan irrelevantes como cualquier otra manifestación cultural humana.
Una película, incluso más que la novela (EL CARTERO) que le dio origen, basada en la pura mentira es MENSAJERO DEL FUTURO. Ambientada en un mundo postapocalíptico, un vagabundo encuentra los avios de un cartero. Al vestir el uniforme y adoptar todos los símbolos de su labor, se convierte inesperadamente en un ancla con la antigua
civilización pasada, con el reestablecimiento
del servicio de correos las comunidades aisladas se cohesionan y el inesperado cartero, acaba por convertirse en un atípico héroe.
Donde todo es una gran mentira, de principio a fin, es en la realidad virtual, que ha sido explotada con entusiasmo en producciones como THE MATRIX o NIVEL 13 (SIMULACRON-3), muestran personajes que son sometidos a diversos grados de engaño en las entrañas de potentes ordenadores siendo incapaces de distinguir realidad de simulación. El desconcierto es mayúsculo cuando fallos en la continuidad de los programas dejan al descubierto extrañas inconsistencias que llevan a no menos desconcertantes revelaciones.
No muy alejadas de éstas, películas como DARK CITY o EL SHOW DE TRUMAN muestran otras realidades no por consistentes
menos falsas. En esta ocasión extraños experimentos en escenarios reales ponen a los protagonistas a la altura de ratas de laboratorio, viviendo vidas impostadas y teatralizadas. Son marionetas que se mueven al capricho de los titiriteros que los han puesto en esos escenarios. Sucede algo análogo en DESAFÍO TOTAL, cuando el protagonista descubre que su vida es una gran mentira, y lo que se oculta tras ella es de una enormidad aterradora.
Otro escenario curioso donde casi nadie dice ser quien es el de LA CIUDAD DE LAS ILUSIONES. Una Tierra futura y vuelta al tribalismo, dominada por unos extraños extraterrestres, los shings, alberga una buena cantidad de clanes que de un modo u otro ocultan su verdadero poder, que no suele ser gran cosa, para evitar ser atacados por el resto de los clanes. La brabuconada y el bulo como arma de disuasión.
En los clásicos también se encuentran a grandes mentirosos, pero esta vez de una forma ostentosa y descarada. A los autores no les importaba que sus fábulas estuvieran pobladas de grandes embusteros, por un lado querían ofrecer a su público aventuras maravillosas en mundos no menos exóticos, y por otro confrontar con los poderes de cada momento sin que les fuera a suponer acabar encerrados en alguna mazmorra más bien poco acogedora. En esa línea tenemos la HISTORIA VERDADERA de Luciano de Samosata, a medio camino de la parodia y la sátira, con unas exageraciones superlativas. Tanto como las sucesivas aventuras del barón de Münchausen, capaz de cabalgar balas de caños y viajar a la Luna. Igualmente imaginativos son LOS VIAJES DE GULLIVER, con sus islas flotantes y sus caballos parlantes, no obstante, la intención de Jonathan Swift era más política y moral, bajo la exageración y el gigantismo (y enanismo) en realidad apuntaba con dureza a los estamentos británicos de la época.
Por último, mencionar la obra donde la verdad y la mentira son maleadas a conveniencia, y donde se dan demasiadas claves de lo que estamos viviendo actualmente. En 1984 nada es verdad ni nada es mentira. Depende del interés del momento y el gobierno trabaja diligentemente para que los ciudadanos crean
lo que corresponde creer según la circunstancia.
¿Les resulta familiar?