Una coletilla de abuela, (bien, para una generación y media ya es de bisabuela) dice Hambre tenías que pasar
, en referencia a su propia infancia, allá durante la Guerra Civil y la postguerra, para recriminar la displicencia con la que nietos y bisnietos tratan las comodidades de las que disfrutan en el día a día y como sobrerreaccionan cuando algo, por mínimo que sea, no se ajusta a sus gustos y deseos.
Andreu Martín en AHOGOS Y PALPITACIONES pintaba una sociedad infantilizada y pusilánime en la que cualquier cosa que se saliera de la normalidad
provocaba, propiamente, ahogos y palpitaciones. Hemos llegado a ese extremo, como sociedad no tenemos ¡teníamos! problemas de verdad, de los serios, de esos en los que la gente muere en masa, y dejan traumatizadas a generaciones enteras.
El género ha descrito de forma bastante extensa y con entusiasmo este tipo de sociedades pueriles, siempre desde perspectivas utópicas, aunque a veces con cierto componente tenebroso, no hay más que recordar a los eloi de LA MÁQUINA DEL TIEMPO, o las sociedades igualmente perfectas
de LA FUGA DE LOGAN y UN MUNDO FELIZ, desde el cómic también se nos han ofrecido visiones similares, como en La Saga de los Incales, donde los aristos vivían la vida despreocupadamente entre drogas y orgías y los prolos entre drogas e interminables sesiones de televisión embrutecedora asistiendo, incluso, al derrumbe de su sociedad en vivo y en directo.
Convertidas la miseria y el hambre en cosas lejanas en el tiempo y la distancia, recreándonos en la sobreabundancia, una de las lecciones que estamos aprendiendo de esta catástrofe es que, a falta de padecimientos genuinos, las alertas y avisos agoreros sobre Apocalipsis más o menos naif con los que hasta ahora nos bombardeaban desde los medios de comunicación se quedan en mera anécdota cuando la realidad nos sonríe de medio lado.
No hay más que comprobarlo, la alerta climática, un chiste en la región del mundo que menos contamina y más cuida el medio ambiente, el terrorismo machista
, un constructo
propagandístico que se queda en mera anécdota comparado con la que nos ha caído encima, la desigualdad
... llámenlo pobreza y déjense de bobadas, pero entonces las cifras ya no son tan convenientes, y esto sólo hablando de grandes males
que atenazaban a la sociedad occidental y amenazaban con colapsarla inevitablemente.
Minucias, molestias de sociedades con la tripa llena, mucho tiempo para pensar, y sin problemas reales... menos para quienes los sufren, que eso no se puede negar, pero que en términos cuantitativos son bastante poco significativos cuando se les compara con hecatombes ciertas, no magnificadas y menos aún imaginarias.
Pero es que ni siquiera esta hecatombe, en esos mismos términos cuantitativos, resultará relevante para la historia, que no así para a los afectados. Compárese con lo que fue la Peste Negra en el siglo XIV, que acabó con alrededor de la tercera parte de la población europea, o la gripe española
de hace un siglo, que dejó decenas de millones de muertos en el mundo.
En términos de vidas humanas lo escalofriante ha sido que ha sucedido en un espacio muy corto de tiempo, retransmitido en directo, y sin poder, o querer, hacer casi nada por evitarlo. Nos creíamos a salvo de catástrofes como esta, pero la realidad ha demostrado que estábamos muy lejos de ello. No ha sido la cantidad, han sido la concentración y la impotencia, lo que nos ha puesto los pelos de punta y han dejado problemas de índole casi privado
en un segundo plano, o tercero, o directamente han desaparecido de la preocupación de la gente y, de nuevo ¡ay! los medios de comunicación.
Por ejemplo, ha resultado tan significativo como risible como el lenguaje inclusivo
desapareció como por ensalmo de la mayoría de los comunicados, comparecencias y declaraciones. El cerebro lo procesa todo a la velocidad requerida y las construcciones superfluas las elimina: pa esas gilipolleces estamos
. Sólo se ha conservado en los discursos altamente ideologizados que ya de por si no aportan nada a la solución del problema. Hasta las campañas institucionales han ido directo al grano, un nada alambicado Este virus lo paramos unidos
ha sido el llamamiento general.
Por el contrario, ha resultado ilustrativo como incluso en lo peor de la pandemia, diversos especialistas
han generado una serie de noticias chuscas alrededor de la pandemia, relacionadas con lo suyo
, en un intento desesperado de sobrevivir a una marea que se llevará por delante mucho de lo superfluo que se ha construido durante estas últimas décadas.
Esta ha sido la prueba definitiva que de vivimos en una sociedad infantilizada a la que problemas mínimos le provocan ahogos y palpitaciones, que se preocupa más por las gallines violades
que por apuntalar la fiabilidad de los organismos de alerta y toma de decisiones, por convertir en debates públicos proposiciones de sociólogos ociosos, llena de individuos que piensan más en como parasitar a sus semejantes que como prosperar por sus propios medios, incapaces de aceptar responsabilidades, escondiéndose siempre en que la culpa es del otro
.
Espero que esta crisis nos haya hecho madurar un poco más como sociedad, aunque sea mínimamente. La infantilización permanente no lleva a nada bueno.