Superhéroes... Hombres concebidos de hombres... para los que el alumbramiento materno no fue suficiente... sino que, en su arrogante deseo de elevarse a un estadio superior, volvieron a nacer en un laboratorio.
Un renacimiento homosexual, desde úteros metálicos, bombardeados por rayos gamma, inyectados con drogas, fertilizados en probetas... bastardos de la ciencia.
Marshal Law. Marshal Law takes Manhattan. Pat Mills–Kevin O´Neill.
Pueden citarse remotos ejemplos del Hombre intentando superar a Dios en la tarea de concebir vida sin el ajetreo biológico
no muy distintos a esta macabra visión que los autores ingleses citados hacen de unos superhumanos aparentemente mejorados para ser el siguiente eslabón de una evolución hacia la Post-Humanidad (concepto enorme y abstracto que Dan Simmons consignó en ILIÓN, y que acaso proceda de la saga de El mundo del río, por los depurados
Éticos). Idear un ser sin otro medio que los de su ciencia y su voluntad no es algo reciente.
Mas no basta. Dios nos forjó deformes. Proclives al pecado y la tentación. Irreverentes. Irrespetuosos. A los diez minutos de andar por el Paraíso, Lilith, primera esposa de Adán, exige igualdad de derechos. Fuera. Expulsada. Eva comete el error de escuchar al sibilino Lucifer disfrazado de sierpe y ofrece al ingenuo Adán la fruta prohibida. ¿Resultado? Fuera, ambos. Por desobedientes. Montaos un trío con Lilith por esos páramos que circundan el Paraíso; veamos qué sale.
Puede haber, en el empeño humano de concebir vida sin el ajetreo
(o impliquen una gestación biológica convencional —la ciencia-ficción contiene obras que glosan este tema, o variaciones no menos sorprendentes—), una arrogancia no tan egoísta como primero pudiera pensarse. Sí, sí. El Hombre pretende demostrarle a Dios Padre que es capaz, es un hijo con estudios que aplica para hacer ver al Criador que, en eso, el niño ha salido perfecto. Se defiende, aun poniéndose gallito con los desafíos, cualesquiera estos sean.
¿Hay acaso deseo subconsciente de expiación por el remoto yerro cometido sin maldad: consumir la fruta, prohibida por expreso mandato divino? Dentro del magín del científico de turno, bulle el prurito de exponer que es el Más-Mejor, junto al apetito de enmendar el fallo y ser la criatura que, en principio, se esperó. El Hombre está ya tarado por el Pecado Original. Empero ¿y su creación más depurada, prístina incluso?
¿Existe dentro de ellos este otro afán, enderezar lo torcido, creando del mismo modo que Dios nos diseñó, prácticamente de la nada, sin ajetreo biológico
(que aportaría, a su pesar, Impureza Original), un ente virgen-puro-inocente, capaz de lograr metas muy alejadas de las que nos hemos trazado nosotros, los impuros, por mucha agua bendita que nos echen al bautizarnos? Es una filosofía especulativa interesante, ¿eh?
En realidad creo que los científicos están enfocados en el tema de la concepción-sin-ajetreo por aspectos más mundanos, relacionados con la gloria personal y el premio Nobel. Es natural que sea así. Es parte de la escoria agregada a nuestra alma merced al Pecado Original. La ambición. La codicia. La inmortalidad mediante este sistema. Es cuan repetición de la Torre de Babel.
El Científico se planta ante el ara de su laboratorio y desafía al Altísimo gestando en probetas una forma Mejor de Nosotros, Superior en principio. He ahí un problema: Superior ¿es mejor? ¿Más piadoso, compasivo, comprensivo; aspira a esas metas que no podemos nosotros por estar maleados, y que tienen más de espiritual o filosófico que de bélico y materialista? Puede suceder que el Superior se comporte de forma despiadada con los Impuros (nosotros) al vernos defectuosos, enfermizos, tendentes a la vejez y la debilidad. Sería como el castigo de la Torre de Babel aunque bajo la forma de una Guerra Eugenésica de exterminio total (léase RECALIBRADOS).
Este paradigma lo proyecta, con elemento social-satírico añadido, Marshal Law. Si bien parten de un hombre al que modifican en laboratorios mediante una única operación
, el nuevo individuo (algunos, con superpoderes escalofriantes) se supone avance desde el modelo original, obsoleto, y que, recogiendo la antorcha de los primeros investigadores, seguirá purificando la especie para obtener un Decantado de pureza por nosotros inimaginable, como sus metas o aspiraciones.
Sin embargo pasa que los superhombres enloquecen en virtud a la magnitud de sus dones (y las secuelas de la guerra en La Zona) que aprovechan para completar una activa vida delictiva prepotente. Ahí está Marshal para limpiar el fracaso de un costoso programa de armamento biológico avanzado norteamericano... que bien pudiera proceder de cualquiera de eugenesia nazi o comunista. Los chinos, ¿no andan diseñando bebés al SIDA inmunes?
El Hombre siempre ha entonado esta murga. De ahí, lo de remoto en el tiempo. Un ejemplo que se me ocurre, a voleo, es el homúnculo. Una manera de dar vida a algo inorgánico (como Yahvé hizo del fango en que modeló a Adán y Lilith) y, para empezar, compararse a Dios. Luego veríamos cómo de mejor sería el homúnculo sobre el Hombre. Si lo remedaba en todo lo malo, o tiraba a las buenas acciones.
El Golem puede citarse también. O el socorrido Monstruo de Frankenstein, más empeño por equipararse primero a Dios animando lo inerte y, después, supongo que mediante alguna pedagogía especial, hacerlo mejor que su creador. La vanidad del autor aunado al secreto deseo de enmendar el fracaso del Pecado Original.
Desde estos modelos podemos deslizarnos hacia los clones, los replicantes y demás mutaciones imaginables en UN MUNDO FELIZ. Seguro que siempre alguno se olvidará. La literatura al respecto es extensísima. Aun los robots suponen uno de esos tesones de superar a Dios y lucrarnos al tiempo que nos avergüenza demostrando su superioridad ética o moral, quizás religiosa.
La ciencia avanza (una barbaridad) y no tardaremos en encontrarnos con seres (no sé si como nosotros, o algo querubinesco
) de ninguna mujer nacidos. Conociéndonos, no les auguro futuro halagüeño (matamos cuanto no entendemos, o nos supera). A menos que, al final, se conviertan en la maldición que Dios arrojó sobre Babel, y esta Babel Eugenésica nos liquide...
Revolucionario.