Especial Decimonoveno Aniversario, 8
La otra posibilidad
por David Quintero

Recientemente ha salido una serie homónima y por lo que parece muy alabada por la crítica del genial libro de Philip K. Dick, EL HOMBRE EN EL CASTILLO, aunque a España aún no ha llegado. La novela de Dick, que es lo que yo conozco y de la que voy a hablar, tiene clásicos motivos dickianos como la ambivalencia entre lo que es y no es real o la difícil mezcla entre tradición y futuro. La historia está ambientada en un mundo alternativo (de hecho, quizá sea de las primeras ucronías que tiene el género) en el que las potencias del Eje ganaron la Segunda Guerra Mundial. Como se pueden imaginar, un mundo así es un escenario verdaderamente terrorífico, en el que los nazis han llevado a cabo todas sus barbaridades de exterminio, no solo contra el pueblo judío y diversas minorías étnicas y religiosas, sino también contra el continente africano entero, el cual prácticamente habrían despoblado. Además, han seguido con los planes de las megalómanas obras y construcciones que tanto les fascinaban, como por ejemplo desecar el Mediterráneo y reducirlo a tierra de labranza. Por otro lado, el Imperio del Japón, la otra gran superpotencia mundial, reina en Asia y mantiene una tensa relación con su antiguo aliado.

Y es que, curiosamente, a nivel global se vuelve a tener una Guerra Fría, solo que esta vez entre Japón y Alemania, en lugar de entre los EEUU y la URSS. Para añadir más intensidad al drama, en la Alemania nazi Hitler está a punto de morir y hay luchas intestinas para alcanzar el poder.

El escenario histórico, alternativo pero riguroso, imaginado por Dick, se ve completado por la introducción de un elemento que casi desentona en la historia: el uso, muy popular y extendido en la zona de influencia japonesa de ese mundo, del I Ching, un libro que afirma poder predecir (o dar pistas) sobre el futuro. (De hecho, parece que el propio Dick decidió los giros argumentales según el I Ching, al cual culpó de que ciertas líneas narrativas no quedaron del todo como a él le hubiera gustado). La introducción en la historia de ese elemento ancestral y de superstición, mezclado con el terrorífico y riguroso futuro descrito le da al libro un aire especial. En esta historia Dick estaba especialmente inspirado.

Recomiendo pues leer EL HOMBRE EN EL CASTILLO. No digo nada más y dejo que sean ustedes los que descubran qué significa eso de un hombre en un castillo y qué consecuencias tiene para la historia. No es quizá un libro sobre política, dado que lo que cuenta es cómo vive la Tierra bajo el totalitarismo, en concreto bajo el sanguinario yugo nazi y nipón, y la política, al menos para mí, parece llevar implícita la idea de la democracia; pero creo que es un libro que nos dice al menos tres cosas: la primera, recordarnos, pues los seres humanos somos una especie de memoria frágil, que tenemos que estar siempre en guardia contra el terrible veneno del totalitarismo y contra las ideas y teorías que propagan el odio contra nuestros semejantes por cuestión de raza, credo o cualquier otro motivo; que estas ideas no prendan nunca en nosotros. La segunda, la importancia de valorar con la máxima objetividad posible nuestra situación actual y de ser conscientes del presente; aunque muchas cosas nos parezcan mejorables en nuestro mundo hoy (y lo son), existen escenarios mucho peores. Y la tercera: la importancia de la esperanza y del esfuerzo colectivo para construir un mundo mejor. La esperanza es para los personajes de la novela ese enigmático hombre en el castillo; para nosotros puede adoptar muchas formas según nuestras creencias, pero combinada con el esfuerzo en común y la tolerancia a buen seguro dará notables frutos.

© David Quintero
(628 palabras) Créditos
David Quintero es colaborador habitual del Sitio