Mentes abiertas
por Luis Del Barrio

Uno de mis vicios ocultos es visitar el apartado de comentarios de los artículos de las webs que visito. Tengo curiosidad por ver que puede añadir la gente a lo que ha expresado el autor del artículo, aunque en la mayoría de las ocasiones lo único que se pueden leer son exabruptos y malas palabras con ánimo claramente ofensivo.

En el caso del Sitio los comentarios son más bien escasos, pero suelen mantener un nivel aceptable en cuanto al respeto mutuo y el conocimiento sobre el tema del que se habla. Una lástima porque se podrían generar discusiones de lo más interesante, pero no se muy bien porqué los habituales apenas se prodigan, y que conste que soy el primero en entonar el mea culpa.

En los casos en los que las discusiones alcanzan una permanencia en el tiempo algo más prolongada he notado un curioso fenómeno. No en todos, claro, pero si que en la mayoría en los que el comentarista ha expresado una opinión negativa respecto al libro o película de turno siempre surge alguien que duda de la sensibilidad del articulista y le recomienda que se acerque a la obra en cuestión con mente abierta. Me hace mucha gracia esa recomendación, sobre todo porque nunca he conseguido entender del todo que significa la expresión mente abierta.

Supongo que, en relación con las análogas de abrirse de orejas y abrirse de piernas, tendrá algo que ver con dejar que las cosas se acerquen a la mente sin que haya obstáculos por medio, intentar apartar prejuicios y conocimientos previos para que esas cosas lleguen sin problemas a... ¿dónde? No lo se, la verdad. Puedo seguir suponiendo que quien hace esa recomendación habla del dispositivo de proceso de datos que tenemos en el cerebro, lo que viene a ser la mente propiamente dicha, pero a poco que se piense sobre ello se tiene que llegar a la conclusión de que ese centro de proceso de datos, esa mente, ha tenido que formarse, que crearse a partir de los conocimientos y experiencias adquiridas. Es decir, que abrir la mente podría significar muy bien olvidarse de quien es uno para adoptar el punto de vista del autor de la obra.

Siguiendo con la reflexión, eso es bueno porque significa ponerse en el lugar del otro, comprender sus motivaciones y las causas y significados de su obra. Pero llegamos a un momento delicado. A veces la exigencia de abrir la mente da la impresión de querer decir prescindir del sentido crítico, es decir, no analizar nada de lo que nos llega y aceptarlo tal cual, como artículo de fe y dogma sagrado.

Eso segundo ya me gusta menos. Mi experiencia al respecto viene dada por una relación que tuve hace años con una persona que se estaba introduciendo en círculos en los que el yoga, el budismo y el esoterismo se mezclaban de una forma que cada vez me gustaba menos. Su dedicación a esos temas cada vez era mayor, y mis intentos de que comprendiera que mucho de aquello era pura charlatanería siempre acababan en lo mismo: yo no era abierto de mente mis prejuicios iban por delante de mi, y no era capaz de ver la verdad de las cosas. Al final fue ella la que me invitó amablemente a apartarme de su vida, lo que a la larga le agradezco.

La cuestión era que por su lado se partía de la aceptación sin reservas de los dogmas que le dictaban, mientras que yo, en sus intentos de adoctrinarme, planteaba cuestiones y señalaba contradicciones que el dogma no podía resolver. Hay casos en los que las mentes están ciertamente cerradas, impermeables a cualquier razonamiento, pero con demasiada frecuencia la acusación de mente cerrada simplemente significa que hay una sana desconfianza sobre la verdad revelada a la que no se puede responder de forma coherente.

Eso mismo he detectado en los comentarios del Sitio, por lo general exigir tener mente abierta no implica aumentar la capacidad de análisis, prescindiendo de los prejuicios pero no del sentido crítico, sino de aceptar sin discutir misterios a los que el autor del artículo no ha sido llamado a comprender.

© Luis Del Barrio
(694 palabras) Créditos