El principal miedo de un escritor, especialmente el novel, es permanecer para siempre en el olvido. Ese miedo lleva con frecuencia a adoptar el principio de quiero publicar como sea. Y esta, amigos, es una gran equivocación que ha llevado a más de uno a la amargura, la decepción y el desastre.
El mundo de la edición de libros, especialmente el de la novela, es un mundo extraordinariamente cerrado. Pese a que el libro es algo común en nuestras vidas, el público no tiene una idea muy clara de cómo funciona una editorial por dentro y cual es el proceso que ha seguido un texto desde que el autor lo terminó hasta que acabó en nuestras manos. Hoy nos vamos a centrar en la relación entre autor y editor. Ésta se produce de dos formas:
- a) el autor envía su manuscrito a un editor.
- b) el editor encarga una obra a un autor de su confianza.
Nos olvidaremos de b)
Una vez el editor recibe el manuscrito, lo lee y contesta al autor de forma positiva o afirmativa. Si el original ha gustado al editor y lo encuentra publicable, firmarán un contrato en el que aparecerán una serie de condiciones (plazo de publicación, compromiso del autor de que su obra es original, anticipo, ejemplares gratuitos, etc.) y el libro se entregará a la cadena de producción de la editorial.
Lean con atención. No he dicho en ningún momento que el autor adelanta un dinero para cubrir los costes de su edición. Ese riesgo lo asume la editorial. Este es el proceso normal, explicado en palabras muy simples.
Pero para llegar a eso han tenido que ocurrir algunas cosas.
En primer lugar, el manuscrito ha tenido que llegar a manos del editor (llamen por teléfono a la editorial y pregunten a la atención de quién deben enviar el paquete, o éste se perderá) En segundo lugar, el editor ha tenido que leer el manuscrito. Por muchas razones, es muy normal que no lo haga.
Para evitar entrar en esta cansina dinámica, muchos autores deciden apostar por la autoedición. Es decir, se convierten en autores-editores.
Existen empresas de servicios editoriales que tomarán su manuscrito, lo editarán y maquetarán y sacarán tantos ejemplares como usted esté dispuesto a pagar. Aquí hay dos posibilidades:
o bien.
Aquí es donde está el problema. Digamos desde ya que en 9 de cada diez ocasiones, el autor esperará en vano a que su obra llegue algún día a las librerías y tras dos docenas de llamadas recibirá una excusa más o menos similar a esta:
su libro no se ha venido bien y tenemos casi toda la producción en stock; le ofrecemos la posibilidad de comprarla por un precio especial.
Es decir, primero nos han cobrado por sacar el libro cuatro o cinco veces la cantidad que ha costado producirlo y después nos vuelven a cobrar para que les quitemos de encima el gasto del almacén. El autor, que normalmente tiene un gran cariño a su obra, accede y paga. Y se encuentra con quinientos o mil libros en su casa que posiblemente no logrará vender. Si alguno de ustedes ha sufrido esto, sepa que ha sido víctima de una estafa legal en toda regla y que su único recurso es decir a los cuatro vientos el nombre de la empresa editorial responsable para que otras personas no sean también víctimas del mismo abuso.
En realidad es lógico. Piensen un poco: ustedes pueden pagar a un editor para que maquete su libro, lo imprima y lo ponga en las librerías. Pero nunca podrán pagar a los lectores para que lo compren. Si su obra no es explotable comercialmente, no importará quién o cómo la saque al mercado, sencillamente nadie la adquirirá. Esto es así.
En realidad sí que hay una diferencia: una editorial normal ha hecho una inversión económica y tengan por seguro que intentará vender el libro por todos los medios, porque no la ha amortizado hasta que no ha vendido un número determinado de ejemplares. Una empresa de servicios editoriales ya ha ganado dinero, y mucho, sólo con imprimir el libro sin necesidad de distribuirlo, porque usted les ha pagado.
Aclararé de forma inmediata que el negocio de las empresas editoriales es perfectamente lícito y legal y que no sólo no hay nada inmoral en ello, sino que estimo que es un negocio necesario e imprescindible en el que el cliente paga por recibir un servicio, da respuesta una necesidad que está ahí y que alguien debe cubrir y no hay nada inconveniente en ello... salvo que la mayoría de los autores/clientes son engañados y no reciben ese servicio. A eso se añade un segundo engaño, esta vez autoengaño: la mayoría de los autores noveles creen que este es el procedimiento habitual para editar un libro.
Y no lo es. El procedimiento habitual es el que hemos descrito más arriba.
En definitiva, podemos decir que hay dos tipos básicos de obras:
- 1. Aquellas que son comercialmente explotables (a gran o pequeña escala, eso nos da igual ahora) y.
- 2. Aquellas que no lo son.
Es opinión de quien escribe estas líneas que el cliente objetivo de las empresas de servicios editoriales es el autor del tipo 2. Aquellas que muy difícilmente serán aceptadas por una editorial normal. Las primeras, las que el público compraría si tuviera disponibles, no deben seguir este camino alternativo de la edición.
Si es usted un autor novel y no quiere arriesgarse a ser estafado o bien le produce un alto grado de ansiedad e inseguridad comenzar a relacionarse con editores, sepa que hay algunas alternativas. Pero de ellas hablaremos otro día más detalladamente.
[*] La versión completa de este artículo puede leerse en la sección de Opinión.