En su INTRODUCCIÓN A LA LITERATURA NORTEAMERICANA (1967), Jorge Luis Borges hizo una breve pero exacta reseña biográfica acerca de Howard Phillips Lovecraft. Borges dice ahí que Lovecraft era muy sensible y de salud delicada, que fue educado por su madre viuda y sus tías, que era aficionado a la soledad y que, a pesar de trabajar de día, lo hacía con las persianas bajas, pues no gustaba de la luz solar. Interesado por la ciencia, la filosofía y la política, en 1923 empezó a publicar sus relatos en la revista Weird Tales. Son relatos macabros, de terror, muy influenciados por la literatura de su compatriota Edgar Allan Poe. Pero lo cierto es que Lovecraft únicamente publicó un libro en vida; fueron sus amigos, muerto ya él (murió en el anonimato y la miseria), quienes se encargaron de reunir en volúmenes su obra, dispersa en antologías y revistas. Fue entonces, al popularizarse sus relatos, cuando empezó, en paralelo, la mitificación de su persona: la relación traumática con la figura del padre, su predilección por la soledad, sus paseos nocturnos por cementerios, su estilo torturado, macabro, truculento... hicieron del creador del mitos, un mito.
Los Mitos de Chthulu son el ciclo de relatos más famoso de Lovecraft. Son historias para no dormir sobre seres de remotos planetas y de épocas antiguas o futuras que moran en cuerpos humanos para estudiar el universo o, inversamente, almas de nuestro tiempo que, durante el sueño, exploran mundos monstruosos, lejanos en el tiempo y en el espacio, señala Borges. El propio Lovecraft, en sus NOTAS SOBRE LOS ESCRITOS DE LITERATURA FANTÁSTICA (1937), había dicho que escribía cuentos sobrenaturales porque tenían una gran relación con sus inclinaciones naturales. Por un lado, dice que estos cuentos enfatizan el elemento del horror, porque el miedo es nuestra emoción más fuerte y profunda, y por otro, el elemento de la ciencia-ficción, porque la curiosidad por lo desconocido, por el espacio exterior, siempre existirá en algunas personas, aquellas que tienen un deseo ardiente por escapar de la prisión de lo común y real, por vagar por regiones encantadas llenas de aventura y posibilidades infinitas
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De hecho, sus relatos obedecen a una evolución que se aparta progresivamente de aquel elemento de horror de qué hablaba antes y se acerca cada vez más al elemento de ciencia-ficción, género que entonces se hallaba en alza: Jules Verne (UN VIAJE EN GLOBO, 1851) y H. G. Wells (LA MÁQUINA DEL TIEMPO, 1895 o LA GUERRA DE LOS MUNDOS, 1898) inauguraron, en cierta forma, un género que cultivaron, en mayor o menor medida, desde Dickens hasta sir Arthur Conan Doyle, de quien Lovecraft era un auténtico devoto. En esta corriente debemos situar algunos de sus últimos relatos, como es el caso de EL DESAFÍO DEL ESPACIO EXTERIOR.
Con motivo del tercer aniversario de la revista Fantasy Magazin e, se organizó, en 1935, un curioso concurso: dos equipos de reconocidos escritores de ciencia-ficción escribirían dos relatos diferentes, pero con el mismo título: EL DESAFÍO DEL ESPACIO EXTERIOR. El primer equipo estaría formado por Stanley G. Weinbaum, Donald Wandrei, E. E. Smith, Harl Vincent y Murray Leinster, y el segundo por C. L. Moore, A. Merritt, Robert E. Howard, Frank Belknap Long y H. P. Lovecraft. La idea era que un autor empezara la historia y que otro la continuara. Los resultados fueron dispares, aunque si nos ceñimos a la parte de Lovecraft, el relato explica la extraña abducción de un humano por una fuerza mental extraterrestre que obliga su mente a viajar millones de años luz en el espacio para ser encarcelada en un cuerpo alienígena vermiforme, mientras su cuerpo humano permanece en la Tierra ocupado por una mente extraterrestre, dispuesta a suplantarlo. El lenguaje obsesivo, el terror psicológico y la angustia asfixiante caracterizan el relato. Y, evidentemente, la explosión en el clímax final, cuando el humano entiende el intercambio que se ha producido en ver su cuerpo de gusano reflejado en un espejo. Lo describe así Lovecraft: No fue su cuerpo el que vio reflejado... sino la mole espantosa y gris claro de uno de los centípedos gigantes.
En 1975, Jorge Luis Borges se referiría de nuevo a Lovecraft en el epílogo a EL LIBRO DE ARENA: El destino que, según es fama, es inescrutable, no me dejó en paz hasta que perpetré un cuento póstumo de Lovecraft, escritor que siempre he juzgado un parodista involuntario de Poe. Acabé por ceder; el lamentable fruto se titula THE ARE MORE THINGS. Su cuento (menos lamentable de lo que confiesa el autor) es un excelente ejercicio de recreación lovecraftiana: mitad relato de terror, mitad historia de ciencia-ficción. Una vieja mansión en manos de un extraño propietario se convierte en la obsesión del antiguo vendedor que, después de infiltrarse a escondidas en ella, descubre lo que parece ser la existencia de un habitante de otro planeta. Entonces se produce el clímax del cuento, y su final: La curiosidad pudo más que el miedo?
escribe Borges? y no cerré los ojos
. El punto final se convierte en una auténtica mutilación de la curiosidad del lector, un mayúsculo coitus interruptus. Y es que precisamente a Borges se atribuyen estas palabras: No cometeré el error de Lovecraft: describir al monstruo.