Periódicos, revistas, programas de radios o televisión, sitios web, centros comerciales... nos apabullan estos días con la celebración de Halloween. Una tradición más que se suma a la lista interminable de otras tantas exportadas por la predominante cultura estadounidense mediante los medios de comunicación masivos. No te puedes resistir, da igual lo que hagas, mires, escuches o veas; al final, la noche del 31 de octubre de cada año es... Halloween.
Una fiesta creída como de origen norteamericano, cuando, como con otra serie de corrientes importadas de allí a otros países, no lo es. Su origen data de los celtas, cuando celebraban el año nuevo en el cambio de estación hacia el Invierno. Era una fiesta mágica, cuyo centro era el dios Samhain (deidad de los muertos), en la que se creía que los caídos durante el resto del año volvían a la tierra para dirigirse al paraíso céltico. Luego, vendrían los romanos, y la adición de la festividad de la cosecha a ese mismo día. Más adelante, vino la cristianización y con ella el intento de aniquilar la fiesta. Primero con su supresión, para finalmente convertirla a la nueva religión renombrándola a el día de Todos los Santos y pasándola a la mañana del día siguiente: 1 de noviembre. A pesar de ello, la fiesta sobrevivió (conociéndose como All Hallow´s Eve; Víspera de Todos los Santos) arribando el nuevo continente con la llegada de los primeros colonos. Los que con el paso del tiempo, la adaptarían a la nueva tierra hasta pasar a formar parte de su identidad cultural (evolucionando al actual Halloween).
Existen otras conmemoraciones mortuarias del mismo carácter, aparte del halloween norteamericano y la celebración céltica, dadas en diferentes lugares del globo terráqueo. En México y otras zonas latinoamericanas, la celebración se conoce como El Día de los Muertos, festejo ecléctico resultado de la mezcla de la cultura cristiana con la indígena, dando lugar a un explosivo cóctel lúdico-festivo en torno a la figura de los fallecidos. Por el contrario, en España y otros lugares tradicionalmente cristianos, la fiesta ha tomado el matiz solemne y de respeto de la Iglesia, yendo en el Día de Todos los Santos a visitar los cementerios para guardar veneración a los difuntos. Además, se dice que la noche anterior, la Santa Compaña, ánimas o aparecidos pecadores en vida, purgan por sus pecados caminando en procesión por la tierra.
Así, teniendo las mismas fiestas con similar carácter venerador o evocador de la figura de los muertos en dispares sitios, los medios de comunicación intentan meternos, debido a la influencia de la cultura estadounidense (lo norteamericano siempre es lo mejor) y el lucro de las empresas comerciales (el dólar manda), la idea de que debemos festejar la fiesta de Halloween con el propósito de estar a la última y ser cool (guay). ¿Por qué deberíamos de festejar una celebración diferente y ajena a nuestra cultura y forma de ser cuando ya poseemos una celebración idéntica con igual objetivo y nuestra propia identidad? Nunca lo entenderé, está fuera de toda lógica importar algo que ya tenemos en nuestros lugares de origen de una manera más sentida y vivida que una extraña e incomprendida por nosotros. Serán cosas de estar o no a la moda... aun a pesar de no tener ni pies ni cabeza.
Por lo tanto, me quedaré con mi Noche de los Muertos (o de las ánimas, difuntos, o como se llame o la quieran llamar en su región natal) y el Día de los Muertos (o difuntos o como sea...), totalmente ajenos a cualquier festividad religiosa, con la única intención con la que se han ido realizando estas celebraciones a lo largo de la historia de la humanidad en distintos tiempos y lugares, el objetivo de venerar, festejar o recordar a los muertos (a lo que un día a todos nosotros nos tocará ser). No me hablen de truco o trato, ni demás imposiciones comerciales, tendencias mayoritarias, impositivas o religiosas. Que cada uno lo celebre como desee, como quiera, pero por favor, ¿para qué llamar Halloween a una fiesta a la que siempre conocimos con otro nombre o festejarla de acuerdo a unos modos ajenos a nosotros cuando siempre nos gustaron y comprendimos mejor las nuestras?
Personalmente, prefiero darle un carácter festivo-macabro para recordar a los muertos, pasarlo bien y pensar que algún día también me tocará estar en la lápida.
Espero que esta reflexión sirva de algo, y antes de seguir la estupidez dominante pensemos un poco en lo que hacemos y decimos.