La ciencia-ficción es, ante todo, literatura de aventuras.
Basta con repasar cualquiera de los clásicos y no tan clásicos para corroborar esta afirmación. Los elementos comunes con la literatura de aventuras son tantos que casi podría ocupar este pequeño espacio enumerándolos; los escenarios exóticos, los héroes arquetípicos, las hazañas imposibles, los adversarios del lado del mal... Se podría decir con más propiedad que la ciencia-ficción es una forma de novela de aventuras.
Esto no siempre fue así. De hecho, en la proto-ciencia-ficción era más habitual tomar esos escenarios exóticos como simple excusa para desarrollar otro tipo de denuncia, crítica o desarrollos filosóficos que, de otra forma, hubieran sido casi imposible publicar. LOS VIAJES DE GULLIVER o MICROMEGAS son ejemplos de ello, aunque en estos casos concretos otra componente aventurera (y van) es fundamental; el viaje.
No es extraño entonces que en los albores de la ciencia-ficción moderna, a caballo entre el siglo XIX y el XX, sea un escritor de aventuras como Julio Verne el que transporte al lector hasta la Luna, y le lleve, a lomos de la más revolucionaria tecnología del momento, a lugares insospechados hasta el momento.
Los héroes con acusada personalidad no faltan jamás. Desde el aterrado Sancho a lomos de Clavileño, hasta Paul Atreides, las novelas de ciencia-ficción se ven pobladas por personajes capaces de salir de las situaciones más apuradas mediante su superior fuerza e inteligencia, o sencillamente gracias a la suerte que siempre les acompaña, y siempre salen de ellas cuanto todo parece perdido. O, cuando el dramatismo y reflexiones más elaboradas se hacen dueñas de la acción, el héroe cae ante el enemigo dando muestra de sacrificio sin límites. Y a veces de bastante mala suerte.
Los escenarios exóticos son otra condición indispensable para el desarrollo de la ciencia-ficción. Ya sea porque el escenografía asó lo requiera, ya porque mínimos elementos, deslizados casi inadvertidamente, convierten el reposado panorama cotidiano en un escenario apenas irreconocible.
El enemigo, el adversario violento o sutil, que amenaza por igual a héroe y escenario, es otro elemento indispensable; es contra quien lucha el héroe en el escenario exótico, probablemente antes, durante o tras el Viaje, y a quien vence, o debería vencer.
Es sólo cuestión de pensar un poco en ello; la ciencia-ficción es aventura.