una historia de la frontera.
Secuela de EL ROBBITH.
—No es culpa mía; lo veis, ¿no? Reventó. Solo.
—Afirmaste que era el mejor modo de llegar allí.
—El más discreto, Liana. ¡Y seguro! ¡Wolvo IG!
—Pero acaba de dejarnos tirados, ¿verdad, Liana?
—Justamente, Johnnie. Tirados.
—¡Cristo! ¡Ha reventado el motor! ¿Podéis culparme de eso? ¡Yo no...!
Los hermanos Forson, Johannes y Liana, cruzan un rápido vistazo preñado de tantos malos presagios como irritación. Su conductor: motero ex Hell Angel, respira ansioso. Suda. Pese al frío soplo del céfiro en el encapotado atardecer.
Por el alto cielo cencellado por todos los vientos avanzan raudas nubes de marcado gris Grey con implacable ansia conquistadora.
En el solitario cerro hendido por la carretera tercermundista: el helor, la sensación de tormenta sin tregua, de pisar un otromundo despoblado por una catástrofe global: perforan hondo los tuétanos.
El paisaje de cultivos abandonados y árboles quebrados por las tortuosidades de la prolongada sequía intensifica la impresión de desastre, como eso que bulle tan negro y malo Malo MALO dentro de los avinagrados Forson.
—No tengo culpa... —repite angustiado el conductor. Mira al capot del Wolvo IG. Sus entrañas escupen vapor bianco. Sisea a cuarenta y cinco grados de Desierto Occidental. Elabora el tipo—: Es el coche familiar más seguro del mundo... tipo ranchera, de color anodino. No llamaría la atención...
La pasma, el enemigo, lo ignoraría. Y más surcando carreteras comarcales tan desiertas como ésta —abarca su gesto el inhóspito paisaje. Ahora tartajea con las palabras que contienen c
.
El asqueado rictus erectus del rostro del Vârcolac Forson:
Condena implacable al motero. No le valen: sus excusas. ¡Al punto, la Mujer de Cuero (pecado, perdición/tentación, muerte segura, todo eso y más es Liana Forson) hunde los pulgares en los ojos del motero (emite un espantado alarido, estridente, fuerte por el pavor, más que por el dolor), engarfiando los dedos restantes alrededor del hirsuto cráneo! Estallan las órbitas al momento.
Sangre y humor vítreo resbalan por un rostro/máscara distorsionado por un pánico desmesurado. Crujen huesos. Aplasta la presión que Liana ejerce la caja craneana.
Cuando la parece que el dolor fue suficiente: retuerce el pescuezo. ¡Cra-AACK!
Revienta vértebras.
Suelta al espasmódico muerto como a una bolsa de basura. Cae el fiambre sobre el charco de agua hirviente y aceite derramado del motor reventado.
—Nunca debimos confiar en él, Liana.
—No lo ha pagado como debería, Johnnie —Liana Forson estudia la abandonada campiña postapoqueclíptica desde detrás de sus gafas Lady Terminatrix super fashion, las cuales remarcan sus sensuales labios rojos, tentadores—. Pero el paraje no ofrece lugar donde descuartizarlo poco a poco.
—No, Liana. No hay lugar. —El Vârcolac contempla el horizonte: relampaguea la poderosa tempestad por allí. Silba el céfiro. Remueve su larga/lacia melena negra—. Sigamos nuestro camino.
Espero pronto podamos encontrar refugio u otro vehículo. —Difícil, dado su apartada ubicación—. Siento cerca Soguetto. —Olfateando, su ademán señala cierta claridad cuyo resplandor tiñe por abajo las distantes nubes—. Habríamos llegado pronto de no sufrir esta estúpida avería ahora, imagino. Joder.
¿Lo notas, como yo, hermanita? —El semblante de marcados rasgos relumbra morboso/mórbido durante un exultante instante. Centellean sus negras pupilas—. Nos llama. Ofreciéndonos santuario. Hogar.
—Hechos legendarios nos aguardan cuando nos instalemos allí, Johnnie —Liana profetiza—. ¡Sangre y carne en abundancia! Fresca e infantil. ¡Corazones atribulados!
¡A cientos! —añade.
—Alimento, Liana. Mejor que este despojo —desprecia Forson el cadáver del motero. Sucia carroña corpulenta, falaz cliché del vagabundo ácrata motorizado.
Empero estas palabras, ambos fruncen levemente los rasgos. Olisquean la vertida sangre que desaparece por entre los quebrados intersticios del descolorido macadán.
—La sangre es vida... —masculla la Mujer de Cuero, fija su atención en la que va expandiéndose, licuada por el agua, por el pavimento.
Otra ráfaga de viento remueve los cabellos negros/lustrosos de ambos Forson. Remeda un toque divino
de atención. Obligándoles a centrarse en aquí/ahora.
Recordándoles que coronan un otero en un avanzado crepúsculo más cerrado por la veloz carpa de nubes cargadas de abundante agua y relámpagos.
Recuperan, pues, sus objetivos.
—Recojamos nuestro equipaje y sigamos nuestra senda, Liana —propone el infausto Vârcolac. Aprueba su hermana.
Míralos: una esbelta/pecaminosa sadomatrix vestida por entero de prieto cuero negro y un decadente jinete dandy victoriano de marcados rasgos siniestros.
Rebuscan dentro del averiado Wolvo IG sus pertenencias preferidas. La katana del Vârcolac. El látigo de Liana. Sus abrigos, largos, suntuosos. Una vez puestos, los caldean y protegen del azote cortante del silbante céfiro.
Descienden a paso de paseo la pendiente. Buscando. Contrastados con el entorno monocromo circundante, dos mínimas-nimias pinceladas de color que sugieren novedades, hey-hey.
Buscando coche.
Buscando corazones.
* * *
Conforme oscurece, con mayor nitidez refleja el vientre negruzco de las nubes galopantes cargadas de lluvia y electricidad nitrofulgurante la luz del hito HITECH. Éste destaca aun a aquella distancia, fría/desolada, otroplanetaria.
Las Arcologías Aurora.
Radiantes. Pasmosas. Paralizantes. Excluyentes. Veganas. Vestales. Puras.
Brave New World para una Brave New Humanity Paritaria, incapaz de cometer los errores de esta vieja, la cual está eliminando poco-a-poco, de diversos modos.
Gente genéticamente perfeccionada. En laboratorios. En cubetas.
En Probetas.
—Maricones, en realidad, Liana —destaca avinagrado el Vârcolac. Sin pizca de ensoñación, otea el glamouroso resplandor remoto.
—¿De este modo rompes tu caviloso silencio? —La Mujer de Cuero: tan insensible al helor nocturno como su implacable hermano. Su gesto: encuadra el desamparado campo. Negro. Árboles dispersos. De ramas desnudas. Retorcidas a lo Bernie Wrightson. Vencidas vallas. Temblorosas alambradas de espino oxidadas. Desoladas granjas que la entropía devora. Sin prisa/sin pausa. Tractores esqueléticos varados entre los surcos. Osamentas mondas: en algunas zanjas o arcenes. Amortajadas por el mustio fleo que el Noto cimbrea, descomponiéndose cuando sopla sobre él—. Creí pensabas alabar esta magnífica noche. —Tac-toc-tac: resuenan los afilados tacones de sus botas en el cuarteado asfalto. Tac-toc-tac—. Pero profieres esto: maricones.
De entre tantos, ¿a cuáles te refieres, hermanito? —Lo mira con humor zumbón relumbrando en sus rasgos, como hace el relámpago en sus gafas de sol, nunca ausentes en su faz—. Concreta. ¿Qué maricones?
—Los que están construyendo aquello, Liana —indica el resplandor distante, de Ciudad Esmeralda— son auténticos maricones sin sangre en sus arterias. Como su niño favorito, Stefan Roslov. Todos son estériles. Desapasionados. Cultivados. No nacidos. Rectificados para ser una escuálida Humanidad, sin más objetivos que sus mierdas marcianas. ¿Cómo podríamos vivir en semejante insípido mundo, hermana?
—Entiendo. Es asqueroso. Tanto TANTO perderíamos en tamaño despropósito —su rictus erectus manifiesta el amplio desagrado que la embarga—. Todo olería a alcohol medicinal y hospital. Antiséptico.
—Mesurado. Trekkie. Político, Liana. Debemos abortarlo, comprenderás.
—Por completo, Johnnie. Aunque ¿será posible conseguirlo?
—Por eso vamos a Soguetto, Liana —firme resolución impregna su voz—. Allí atesoran pasión y acción. Seguro que alguien combate ardiente esa monstruosidad. Les guiaremos hasta la victoria.
—Pero ¿si no quieren dejarse guiar?
—¿En serio lo dices, Liana? ¿Negarnos algo?
Estallan en risas salvajes a continuación. Ribetea su carcajada un cercano trueno.
* * *
Cerca del alba:
Estos antiguos dioses jaguares atalayan el desvalido grupillo de apiñadas luces que juntándose combaten la negrura nocturna y sus terrores, acechadas por el fulgor de la tormenta rompeplanetas.
Ocasionalmente:
Líneas luminosas parten/se alejan del nido de luces incrustado en la negrura. Faros. Luces de posición. Ergo: automóviles.
Estimulan la tenebrosa esperanza de los Forson.
Pulsan algo más acelerados sus corazones durante unos segundos.
—Si Fors Fortuna acompaña, Liana —sugiere Forson—, obtendremos vehículo digno de nosotros.
—Amén a eso, cielo.
Apresuran pues su paso.
* * *
El Last Diesel Standing pertenece a otra época. Un conjunto de bungalows con amplio aparcamiento para camiones o coches de grandes dimensiones, fabricados durante la Norteamérica del Destino Manifiesto Kennedy.
Racimos de LED para abetos navideños (festividad ahora llamada Saturnalia) colgados de los aleros de los bungalows compensan la escasez de otro alumbrado en la destartalada finca. Los bungalows: clónicos entre sí. Reseca maleza vegeta en arruinados parterres ante dichas estancias, hechas ex profeso para sostener líos extramatrimoniales, o ser picaderos de chantajistas que, de golpe, cámara en mano, irrumpían en el cuarto, sorprendiendo al menda metiendo mano a otra prójima en la cama.
Recepción solitaria. Derrama luz de cuarto de suicida sobre los charcos que allí la tempestad desahució. Otra estampa de cine noir estadounidense.
Cafetería cerrada. Aunque por poco tiempo ya. El orto proporciona clientes.
Dos camiones, como dinosaurios yacentes, dormitan al fondo del aparcamiento.
Diversos coches magullados. Dos eléctricos George Clooney. Un Ed Beagley solar apedreado. Una ranchera Gran Chaparral se pudre sobre sus oxidados ejes saqueados.
—Mieeerda —silabea la Mujer de Cuero, inmóvil donde raquíticos árboles pugnan por llegar a mañana. Sus negros troncos brindan cobijo—. Todo es basura.
—¿Seguro, Liana? —Forson indica hacia el límite del rectángulo que dibujan los bungalows. Casi desapercibido, lejos de todo resplandor delatador: un Spider Daytona Sonny Crockett molón DE VERDAD.
—Buena vista, Johnnie.
—La mejor que puedes encontrar, Liana. ¿Vamos?
Como inaudibles sombras compactas se acercan al poderoso deportivo.
Entre descuidados desgarros de las nubes: asoma tímida la alborada.
* * *
Muestra increíble maña el Vârcolac:
No sólo abriendo su puerta, la del copiloto, sino anulando raudo el sofisticado sistema de seguridad que inmoviliza el Sonny Crockett. Impide a la IL de a bordo que notifique al dueño el hurto.
Complacida, la Mujer de Cuero lo ve desplegar su inhumana pericia. Extraña destreza en entes habituados a la insensatez y la fuerza bruta como respuesta a todo problema o conflicto.
—Tengo hambre, Johnnie.
—No me distraigas ahora, Liana.
Dos conexiones después: en el negro salpicadero relucen los adecuados testigos. Triunfales sonrisas de satisfacción alumbran sus rasgos. Esto marcha. Ajá. Sí.
Según se desliza Liana en el mullido asiento del copiloto, sugiere Forson:
—Comeremos más adelante, Liana. Aquí —señala al descuido los bungalows — poco aprovechable podemos encontrar.
—Vale. Alguna granja llena de hospitalarios labriegos. Amistosos anfitriones. Buen plan. —Pausa. Hace mohín—. ¿A qué huele?
—A erotismo mecanizado, Liana.
—No. Es animal. Olfatéalo.
—Gato, Liana —describe Forson tras husmear.
—Eso es. Qué curioso. Bueno. ¿Nos piramos?
—Ya estamos de camino, Liana.
El Sonny Crockett avanza como un elegante escualo. Sin prisa/sin pausa.
Enseguida transita la cuarteada carretera requeteparcheada. La iluminan sus potentes halógenos. Pronto desaparece el zumbador anuncio del Last Diesel Standing, cuya aura alumbra fleo, decadencia y kippel arrojado por viajeros o vagabundos de paso.
—Esto es digno de nosotros. Con esto podemos llegar debidamente a Soguetto —afirma Liana Forson, haciendo confortable nido para su culo de manzana en el asiento del Sonny Crockett.
—Júralo, Liana. —Acelera el Vârcolac hacia donde atisba el nublado amanecer.
* * *
Abandonamos el bungalow sólo cuando comprobamos que la pasma, el enemigo, o los mercs de HomeCorp IG, no cercaban la cutre estructura donde nos cobijamos.
Ocuparlo fue como entrar en una peli de Década 80, con toda clase de horteradas de poliéster setenteras fosilizándose en estantes o tabiques.
Era el antro que el Santo Mel Gibson y la Santa Goldie Hawk compartieron en Dos pájaros a tiro.
Un velado sol metálico asomaba a veces por entre desgarros de las aceradas nubes que corrían rumbo al infinito y más allá de la Cúpula del Trueno por el alto cielo embreado por todos los vientos. Hedía a metal mojado. A días de.
(trueno).
lluvia que podía calar un peculiar helor bajo mi guerrera de Blindados de FRENTE.
Dama de Picas cerró el bungalow. Aunque recelosa, relajó un tanto su pose de amazona al no ver moros en la costa. Alejó la mano de la culata del calibre Millenium que llevaba ante el vientre.
Dalyla la Camionera, dueña del Last Diesel Standing, aspiró a Cowgirl de los Últimos Cowboys y seguía colaborando con la Causa
en lo que podía.
(De la Causa
sólo quedaba Dama de Picas).
Sólo lo agotado de nuestros cuerpos dispersos obligó a Dama de Picas a aceptar la hospitalidad de Dalyla. Compartió conmigo avinagrada, antes de llegar ayer:
—Desconfío de Dalyla. Hacer pintadas, o apedrear Rangers o Scouts de los mercs de HomeCorp IG, no es lucha auténtica por la Causa. Sólo... vandalismo.
—Pero aún despacha diesel —indiqué el surtidor, cerca de la cafetería—. Sabes cómo está tanto con el diesel como con el carbón. O los pedos de las vacas. Es un desafío claro al PragmaSoc.
—Ya. ¿O postureo romántico? Es difusa la diferencia. Incluso podría ser señuelo para atrapar a gente como nosotros, chico. Considéralo.
Dalyla era camionera camionera
(una rotunda bollera que, cuando descubrió cómo el Socialismo Pragmático usurpaba la lucha
del Lobby LVDORA+ como otro medio para imponer su dictadura global, se cabreó de lo lindo con tan fétida manipulación, mandando al carajo todo) sólida como una Valkiria obesa con borrosos tatuajes cinéticos que fue de legal con nosotros empero.
(Eso tampoco confortó a Dama de Picas).
—Es lo mejor que puedo ofreceros —nos acompañó cojeando al bungalow 14. Su lesión: regalo
de un merc de HomeCorp IG. La golpeó con una vara de contusión, dañando su cadera—. Si hay un lugar donde jamás pensaran encontraros, sin duda es en este cutre lugar —dibujó su gesto el Last Diesel Standing—. En medio de la nada, todo amenaza ruina. —Y lo lamentaba, advertí. Era su minirreino, vale. Pero SU reino. Otro derelicto que el voraz PragmaSoc quería engullir pese a su obvia insignificancia—. Dormid bien. Nadie vendrá a molestar. Todos aquí estamos muy ocupados con nuestros propios temas como para hurgar en los ajenos, ¿entendéis? —Cabeceamos asertivos. La agradó la creyéramos, como delató su fugaz sonrisa. Nos donó otra recomendación—: Ese Sonny Crockett canta un wevo —lo miramos todos—. Esto es más de desvencijadas rancheras Lorne Greene o camionetas Jonathan Kent que de estilosos bugas Corrupción en Miami, ¿vale?
Podría delataros ante cualquier camionero cotilla de paso —indicó el bar y al Dennis Hopper de dieciocho ruedas estacionado casi de cualquier manera—. Ocúltalo ahí, Dama. —Señaló el costado de nuestro bungalow—. De noche pasará inadvertido.
—Te lo agradezco, Dalyla. Un punto, tía. —Declaró Dalyla solemne:
—Debemos apoyarnos mutuamente. Porque nadie más lo hará. Bien lo sabes.
—Bien. En efecto —admitió adusta Dama de Picas. La imité.
Conforme Dalyla volvía a RECEPCIÓN y Dama de Picas maniobraba el Sonny Crockett, ocupé el bungalow. Hedía a tabaco Mors Certa rancio, viajeros confusos y desencuadernadas Biblias. Casi esperé ver escabullirse debajo de nuestras camas a un puñado de polvorientos Gremlins punks.
Miau, manifestó mi siamés desde su trasportín, husmeando decadencia pulverizada en el ambiente penumbroso. Declaré:
—Amén a eso, hermano.
* * *
—¿Qué lees ahora? —Dama de Picas señaló el bulto en el bolsillo de mi guerrera.
—Rage —se lo mostré. Chispeaba. El día se enmascaraba detrás de las nubes. Seguiríamos siendo viajeros del crepúsculo por esta parte del ancho mundo. Estábamos una jornada más cerca de Soguetto y el feérico resplandor de las Arcologías Aurora.
—¿De qué va? —Hojeó el libro. Edición barata/desechable. Por completo deleznable. Tras haber ingerido su dosis matinal de Pastillas Potentes, repuntó un poco su buen humor. Ese ojo arrancado... El dolor seguía martirizándola...
—La versión misándrica de Gor, protagonizada por Janet Cabott. Contiene tal cantidad de ideológicos disparates que hace clásicos de la Literatura Universal las historias de John Norman. —Añadí, malicioso—: Te molará. Esas tías usan el látigo y la castración sin parar a la mínima-nimia.
—Córtate, renacuajo —con aspereza me devolvió el libro—. Fui pródiga a veces con el látigo, lo admito, pero nunca mutilé a nadie. Jamás llegué tan lejos en el Juego.
Tengo mis principios, ¿sabes? —como un restallo, severo me miró su único ojo.
—Lo sé. —Aunque los violaste sacrificando a Crepúsculo, perra, casi añadí furioso. Mas in extremis logré controlarme. Era pronto para reiniciar esa ácida batalla.
De su vida en Ivy Manor sólo restaba su donaire dominatrix y el macabro flagelo trenzado con cabelleras talibán. La pagaban de puta madre magistral las sesiones en que azotaba a sumisos con él.
Daba igual el sexo u orientación: querían sentir ese dolor
administrado por el instrumento
salvaje. A saber qué deliraban entre tanto.
(Jamás indagué).
Cuando me dejaron a su cuidado: casi todo eso terminó. Imposible seguir aquella actividad constante porque siempre estábamos huyendo.
Y AMABA ese mundo. Lo sabía.
Mas jamás se quejó por tener que abandonarlo para ejercer mi tutela. Como nunca protestaba por tener que cargar conmigo, el joven terrorista más peligroso del Mañana-Mañana.
—Pura mierda, pues —resumió Rage.
—Propaganda total. Repugnante femirulismo.
—¿Por qué lo lees, entonces?
—Así verifico el grado de desvarío ideológico del enemigo.
—Pero ¿no lo ves en metaNET?
—Aun así.
—Eres masoca. ¿Cómo lo obtuviste?
—Del chaval —al cual guardaba sus queridas figuras de acción, prohibidas por sus progre progenitores, acojonados con el qué dirán si le veían jugar con ellas—. Se presentó con él el día que le obligaron a vestir falda, ¿recuerdas?
—Dios. Sí. Qué castración para todo heteroX.
—¿Humillación? No. Empatización con la diversidad homoX —recité sardónico parte de ese catecismo—. Cómo envidiaba que yo pudiera llevar pantalones. Cómo.
De premio por participar en el compromiso
, recibió el libro.
—Espera. —Dama de Picas se detuvo. Miraba fija al frente. Temí la celada ipso facto. Revolviendo el miedo mi estómago, busqué mi calibre bajo la guerrera. Creí el terreno deficiente para emprender un tiroteo tipo Grupo Salvaje. Nos asarían. Frenético, busqué uniformes emboscados. Charcos. Fleo mojado. Feos bungalows atisbé empero—. ¿Y nuestro buga?
—Mieeerda —cuando descubrí su ausencia—. ¿Nos lo han robado? ¿A nosotros?
—Eso parece —murmulló Dama de Picas estupefacta también.
Consideraba inaudito: que aquello nos hubiera pasado a nosotros. También.
Era como si a unos atracadores de bancos les levantara la grúa el buga poco antes de dar el golpe. Dejándoles con toda esa gama de emociones (insulto, incredulidad, indefensión, rabia...) galopando por el ánima sin freno. Quedando... indecisos...
Mas, ante todo: sintiéndote víctima desamparada.
—¿Qué hacemos ahora, Dama?
Fue de las pocas veces que, bloqueada por la magnitud de los acontecimientos, o su singularidad, no supo cómo proceder.
Insólito en alguien siempre lleno de recursos y decisión.
Addenda
LITTLE THEFT AUTO es la continuación (algún lector lo habrá notado) de EL ROBBITH, el cuento donde describo, con cierto detalle, la delirante Sociedad distópica del Socialismo Pragmático, con sus numerosas y cortantes aristas oscuras. Ambos relatos son otro de los jalones que cubren nuestros protagonistas camino a Soguetto, y que comenzara en el miniserial ROAD TO SOGUETTO.
No sé por qué, las historias
de Soguettodeben contarse en precuela. SOGUETTO es la precuela oficial de RECALIBRADOS (cuyos sucesos ocurren entre ciento cincuenta-doscientos años después de los de SOGUETTO —como LA CAÍDA DE BABILONIA es la secuela de RECALIBRADOS (historias ocurridas un millar de años después de El Valle)—); en algún momento detienen su retroceso, avanzando un poco, pero la característica principal de estas narraciones es la precuela.Todo por culpa de Gabriel T, el adolescente terrorista más peligroso del mundo. Gabriel nace
de sopetón(así fue: necesitaba un malo yaparecióél) en RECALIBRADOS, sin previa planificación o antecedentes, salvo sus brumosos antecedentes criminales. Debió nacer y morir tras la entrevista que sostiene con Vic V. Salía de cuadro para jamás regresar.Mas no fue así. Empezó a tironear en mi subconsciente con una fuerza que sólo dos personajes míos más han tenido: Joe Horseman (EL OGRO DE HIERRO) y Bianca Blaze... junto a sus respectivas esferas, esto es. Gabriel quería vivir, ¡y cómo! Necesitaba una génesis. (Que no tengo forma de vender a ninguna editorial, y menos ahora, con esto del trans y la fobia a todo lo blanco-colonial-patriarcal-bélicoatlantista-machista-heteroX nuevo).
Tras escribir esa génesis (esbozada en comentarios como
vi morir a mis padres a manos de la policíaodesde que Dama de Picas se ocupó de mí—todo narrado en esa novela imposible de vender—), llega VÍCTIMAS, donde Gabriel está casi pulido. Es en SOGUETTO donde alcanzasu madurez, llegando a la crisis definitiva en SKYRED... que no puedo vender tampoco por (políticos) motivos arriba aducidos.LITTLE TEHFT AUTO es un capricho. Lo admito, reconozco y disculpo ante quienes se sientan confusos o decepcionados. Pero esta bagatela (que no es tanto, porque les da relevancia a los letales hermanos Forson, que tan importante carácter cobran en SOGUETTO) debía formar parte del gigantesco mosaico que tengo in mente sobre esta Faceta del Prisma Universo concreta. Es un engranaje pequeño, como el chaval de EL ROBBITH y sus muñecos de acción (o humillarlo vistiendo falda), que moviliza el conjunto de los principales engranajes. Creo que, muy ocasionalmente, debemos concedernos estas extravagancias, como para aliviar las tremendas tensiones de las apoqueclípticas creaciones.
La fuerza de LITTLE TEHFT AUTO está en la ironía de que a una amenaza para el orden mundial progresista PragmaSoc como Gabriel T le roben el buga y, encima, dos salvajes caníbales tendentes a la violencia y la insensatez como solución a sus problemas. Karma, Destino, Casualidad, Providencia... elementos en juego esta vez, me planteé, quedando este resultado.
En Una historia de la frontera encontrarás este Breve Glosario para clarificar los distintos neologismos presentes en el relato parte de una precuela de mi novela RECALIBRADOS..
Además, esta breve nota ayudará a situar el contexto.