Pasar de los primeros cinco minutos de esta película tiene bastante mérito: actores aficionados, producción casposa y dirección mediocre. Como la vida es así, y a falta de algo más que hacer (además de la pereza que da alcanzar el mando a distancia un domingo por la tarde) al avanzar la película se descubre un sorprendentemente aprovechable guión, muy por encima de los medios materiales y humanos con los que es llevado adelante.
La idea es que en un distópico mundo futuro la tiranía mantiene oprimido al pueblo, y esto y lo otro y lo de más allá. Afortunadamente, un grupo de irreductibles ha conseguido desarrollar un artefacto capaz de enviar al pasado a sus valientes comandos, con la misión de cambiar la historia para así evitar ese futuro tan espantoso. Para ello, se les induce una suerte de estado extático de modo que su conciencia viaja al pasado y ocupa
una persona recién fallecida.
Seattle y Lancer son enviados en una misión rutinaria a 2016 para reforzar la célula que ya opera en ese año. Seattle ocupa
el cuerpo de una adolescente fallecida durante una borrachera descomunal, mientras Lancer tiene la suerte de ocupar un apolíneo treintañero. Sin embargo, algo falla, la adolescente que ocupa Seattle no estaba muerta del todo y ambas personalidades se confunden y superponen.
Por si eso fuera poco, también los malos disponen de la tecnología de viaje
temporal, y envían a Huntress, una despiadada asesina para acabar con la célula resistente y así perpetuarse en el poder.
Este argumento, que obviamente se inspira en TERMINATOR, sirve para construir una historia de lo más curiosa. Sobre la base
del guión de James Cameron se añaden varios elementos que si bien tampoco son del todo originales, dan personalidad propia a la película. Por lo pronto Nicole Jones-Dion prescinde de toda referencia a androides y robots, ni siquiera la fría Huntress, aunque actúe como tal, lo es. Del viaje en el tiempo presencial
pasa a la ocupación de mentes
, lo que le da bastante juego en lo que respecta a la personalidad de los personajes. Por último, el proceso es reversible
, es decir, la consciencia puede volver a su cuerpo original, si bien como en TERMINATOR, ciertas circunstancias pueden dejar varados a los viajeros en el pasado.
Por si misma la narración es bastante aceptable. Los sucesos se desarrollan con el ritmo adecuado y no quedan huecos sin rellenar. Tanto el argumento como el guión están a un muy buen nivel, no exento de mejora, aunque eso ya es más difícil de evaluar porque la ejecución es, por decirlo suavemente, cutre.
Nicole Jones-Dion, guionista y directora, debió disponer de unos recursos mínimos. En lo que respecta al reparto, da la impresión que hizo un llamamiento general a amigos, familiares y reclutó a los miembros de las dos o tres compañías de teatro de aficionados del barrio y algún que otro veterano actor de dolaje. Por lo menos, hay que reconocer que su trabajo es voluntarioso. Con los técnicos debió tener más cuidado, porque ciertamente la factura técnica en lo que respecta a imagen y montaje, es bastante apañada, o por lo menos a una altura bastante por encima de la interpretación. Los decorados son... bueno, no ha decorados, en consonancia con la penuria presupuestaria hay abundancia de chatarra malamente desparramada, e interiores en casas y naves industriales cedidas por algún allegado.
Como se dice; buena idea, mala ejecución
. Estamos ante la típica producción de serie Z que merece que alguien retome en algún momento y lleve adelante con más presupuesto y medios. Seguro que saldría una película más que interesante, de hecho, la serie Viajeros (Travelers, de Brad Wright) tiene muchos paralelismos con STASIS, si bien la idea es viajar
al pasado para corregir las causas que llevarán a un futuro devastado por una catástrofe ecológica de magnitud planetaria. Que STASIS se estrenara solo seis meses después de la emisión de Viajeros puede dar que pensar, pero quien sabe quien se inspiró
en quien.