MYSTERY MEN
MYSTERY MEN EE. UU., 1999
Título original: Mystery Men
Dirección: Kinka Usher
Guión: Neil Cuthbert, Bob Burden
Producción: Lawrence Gordon, Lloyd Levin, Mike Richardson
Música: Stephen Warbeck
Fotografía: Stephen H. Burum
Duración: 121 min.
IMDb:
Reparto: Ben Stiller (Sr. Furioso / Roy); Kel Mitchell (El chico invisible); Hank Azaria (El rajá azul / Jeff); Paul Reubens (Flato); Janeane Garofalo (Lanzadora / Carole); Geoffrey Rush (Casanova Frankenstein); William H. Macy (Zapador / Eddie); Greg Kinnear (Cap. Asombroso / Lance Hunt); Wes Studi (La esfinge); Claire Forlani (Mónica, la camarera); Tom Waits (Dr. A. Heller).
Comentarios de: Antonio Santos

Arrimando el hombro

Simpática producción de superhéroes (ahora muy apropiada de visionar, ante la salvaje oleada de estrenos del género en los cines) pero de corte distinto al que pudiéramos esperar. Cuesta definir si es una comedia per se o parodia del mainstream, enfocada desde algunos de sus perfiles más claramente perceptibles por los espectadores.

No hay que ser un tebeísta máximo para reconocerlos. Los superhéroes suelen ser sujetos de respetable talla y musculatura, apolíneo semblante, uniforme más o menos pintoresco o bizarro, una sucesión de credos, y que arriesga su vida por el bien de la comunidad sin esperar más que el sentimiento de haber realizado una buena obra. El ¡aplauso! de la agradecida multitud por su heroico desprendimiento es la propina. Luce luego detalles accesorios: la batcueva, el batcoche, el batmayordomo, la batnovia... el batvillano, en considerable mortal pléyade.

MYSTERY MEN elude, empero, los aspectos más recónditos, oscuros, fetichistas o retorcidos de estos seres atormentados al estilo Christopher Nolan, quien, por oscurecer, ha anublado aun a un digno Hijo del Sol como es Superman, mutándolo icono propio de la mitología nórdica, un Aesir wagneriano que rehúye la comparación, más amable, preconizada por el difunto Christopher Reeves. (Bueno, imagino que la fría nolanvisión puede entenderse como un Elseworld, más que un continuo con las series usuales del Hombre de acero, amén.).

Relata MYSTERY MEN la historia de unos muy voluntariosos señores, sin superpoderes, que, en vez de ir a la bolera, se reúnen para combatir superbandas (todo es super, sin serlo) de villanos (la de los Ojos Rojos, por poner) que comenten fechorías en los lugares menos esperados o indicados. Ese detalle obliga a preguntarte dónde empieza la comedia, o si vemos parodia. Los Mistery Men tienen vida propia; pretenden desarrollarla (lo logran, a modo), pero la gravedad de décadas de enmascarados invulnerables, u ocultos tras capas que todo tapan, o escudos-freesbees estrellados, los atrapa y deben desenvolverse en los tejemanejes habituales del género.

Destaco dos figuras en esta llana evasión: Frankenstein Casanova (Geoffrey Rush) y La Esfinge (Wes Studi), que parece remedar a The Phanton, a ratos remontando El Capitán Asombroso. Ben Stiller, alias mr. Furioso, tiene su punto; pero no está a la altura de ZOOLANDER.

Incrusta el filme un par de agudas reflexiones sobre el ambiente superheroico. El Capitán Asombroso, hombre-anuncio total, esponsorizado por numerosas corporaciones, descubre que quedó reducido a eso: a reclamo comercial andante-parlante, y que vive de rentas menguantes. Necesita que un supervillano épico, Frankenstein Casanova, aterre Champion City para revalidarse ante el populux, antes de que su lustrosa fama se apague y se aje su esplendor.

El superhéroe es grande sólo por lo letal de su enemigo. La historieta lo demuestra una vez tras otra. De por sí, sin un Lex Luthor, o Joker, o Modok, siga usted citando nombres, un superhéroes es únicamente un individuo excéntrico, algo volado (como manifiestan los MYSTERY MEN antes de que La Esfinge más o menos les enderece), que corre por ahí a la espera de poder ayudar a la Humanidad. Un tío digno de irrisión, con problemas de autoestima, o algo similar.

Esto descubre Mr. Furioso cuando La Esfinge empieza a adiestrarles. Advierte que son personas bien intencionadas, nada más, con disfraces más o menos tontos, listos recibir hostias de tipos sin entrañas, como Frankenstein Casanova, y ya está. La moraleja así queda resaltada: un superhéroe depende de su supervillano. Del contraste que aporta. Por él mismo, de poco vale para la comunidad, listo a tacharlo de enajenado enseguida.

No está, pues, despojada de profundidad psicológica, o mensaje, la producción. Nada se pierde viéndola. Hasta puede ganarse una sustanciosa sobremesa de ocio.

© Antonio Santos, (607 palabras) Créditos
Publicado originalmente en Una historia de la frontera el 9 de mayo de 2016