Que Marte siempre está de moda en el mundo del cine no es un secreto. Lo que ya es más curioso es que esa moda se manifiesta en forma de ciclos en los que, sin saber muy bien porqué, se presentan unas cuantas películas sobre el tema, algunas, auténticas marcianadas que no dejan claro si hay que tomar en serio o como el espectáculo desaforado que son.
Sin profundizar demasiado ni remontarnos mucho en el tiempo podemos empezar por los 90 recordando el DESAFÍO TOTAL original (el del Gobernator, TOTAL RECALL, 1990) donde Marte era más escenario que protagonista. A medio camino tenemos MARS ATTACKS! (1996) aunque Marte es solo el origen de los invasores de la Tierra. A caballo entre el siglo XX y el XXI si que hubo invasión, en el 2000 hubo buena cosecha, entre la MISIÓN A MARTE (MISSION TO MARS) de Brian de Palma, y el PLANETA ROJO (RED PLANET) de Antony Hoffman. John Carpenter con la inefable FANTASMAS DE MARTE (GHOST OF MARS, 2001) nos dejó a todos desconcertados, e incluso en España nos atrevimos con el tema adaptando en 2002 la novela de Juan Miguel Aguilera y Eduardo Vaquerizo, STRANDED (o NÁUFRAGOS, como prefieran).
Poco más de una década después Marte volvió con fuerza a las pantallas, tras el aperitivo de JOHN CARTER (Andrew Stanton, 2012), y la floja LOS ÚLTIMOS DÍAS DE MARTE (THE LAST DAYS ON MARS, 2013) de Ruari Robinson, Ridley Scott tomó el libro EL MARCIANO de Andy Weir para regalarnos la épica, y un poco pasada de vueltas, MARTE, (THE MARTIAN, 2015) y ya por fin, en 2016, pudimos ver, aunque ha pasado con más pena que gloria, esta RUMBO A LO DESCONOCIDO (APPROACHING THE UNKNOWN) de la mano de Mark E. Rosenberg.
Hasta ahora hemos hablado de películas con un presupuesto más o menos decente
(a excepción de la floja STRANDED) pero RUMBO A LO DESCONOCIDO podemos incluirla no solo dentro de las películas de bajo presupuesto, sino incluso dentro de lo que podríamos llamar cine independiente, aunque sin la aparente necesidad de estas producciones de una transcendencia más allá de la simple narración de historias más o menos comunes.
La idea es interesante. William D. Stanaforth (Mark Strong) es un científico que ha desarrollado una máquina capaz, literalmente, de sacar agua de las piedras. Las implicaciones de este invento son formidables, ya no es sólo la posibilidad de obtener agua en cualquier parte de la Tierra por muy seco que sea el clima, es que la exploración espacial se abre a infinitas posibilidades al no depender de una fuente en el punto de destino, con que haya suficiente mineral a mano, cosa por otro lado nada difícil, el escollo de la hidratación (y la higiene, por que no) está superado.
Al observador casual le puede chocar la obsesión de los responsables de las misiones a los planetas del sistema solar por encontrar agua. Pero es que si se quiere medrar en cualquier lugar que no sea la Tierra es condición obligada tener un suministro constante y abundante de la misma. De ahí la importancia del invento de Stanaforth.
Probado el artefacto y organizar un viaje de exploración a Marte es todo uno. El propio Stanaforth sale el primero, seguido al poco en otra nave por Maddox (Sanaa Lathan), mientras que el fiel Skinny (Luke Wilson) les sigue desde el control de la misión en la Tierra.
Por supuesto, todo lo que puede salir mal, sale mal.
Mark E. Rosenberg consigue hacer bastante con lo poco de lo que dispone. El interior del módulo donde se desenvuelve Stanaforth está construido a base de juntar con un cierto gusto un montón de chatarra electrónica con la que Mark Strong interactúa como buenamente puede. El aparato extractor de agua tiene un buen aspecto, pero si mayormente se nos hurtan imágenes de las naves, es un detalle en el que solo se cae en cuenta si se piensa en ello, la única cuestión realmente desconcertante es que Skinny parece llevar el control de la misión desde el escritorio de su despacho.
Pese a ser igualmente una película en la que un esforzado astronauta se ve abocado a sobrevivir con los pocos medios a su alcance, el resultado final no tiene nada que ver con el de MARTE, eso que quede claro, son muchas las limitaciones, pero con todo, Rosenberg consigue salvar los muebles y el producto final no es para nada despreciable, aunque el final quede un poco fuera de lugar.
Película de bajo presupuesto que, sin embargo, cubre bastantes de sus carencias con un trabajo voluntarioso de Mark Strong y un guión, que pese a tener las mismas carencias que el presupuesto, mantiene más o menos el tipo hasta el final.