Puede que, a causa de la eterna búsqueda de la excelencia en el ámbito cienciaficciónístico, cuando salen a la palestra productos como éste, preciosista y aparentemente bien cuidado, se les intenta ensalzar más allá de sus verdaderos méritos, que para el caso son más bien pocos, y estéticos, que básicamente se fundamentan en la grandilocuencia y unas cuantas estampas bonitas, y una morosidad extrema a la hora de narrar la historia, porque ¡claro! es una película de pensar
.
El problema de hacerte pensar
es que... ¡realmente pienses!
Yo empecé pensando que la premisa principal de la película no tenía ni pies ni cabeza. Veamos: llegan unos extraterrestres a la Tierra, con no se sabe muy bien que intenciones, y se quedan callados como... las socorridas gallinas, sin hacer el menor esfuerzo por comunicarse. Tienen que ser los anfitriones
los que dediquen ingentes esfuerzos y recursos para hacerse entender y descifrar las intenciones de los huéspedes
.
Venga ya.
Es posible que las mentes alienígenas funcionen del revés, pero no hasta el punto de esperar como pasmarotes a que sean los otros
quienes se comuniquen. Nada, ni siquiera un socorrido Llevénnos ante su líder
para romper el hielo.
No me vale que para ellos el tiempo sea otra cosa
. Peor todavía, si una de las premisas es que están en todos los momentos a la vez, o algo así ¿no se supone que ya saben el lenguaje humano por saberlo
desde el futuro? Tampoco me sirve otro argumento visto por ahí: si los humanos no tenían la inteligencia suficiente como para ser capaces de comunicarse no serían dignos de recibir los regalos
. Seamos serios, ¿por qué piensan los huéspedes
que los anfitriones
van a esforzarse por comunicarse? ¿No están en su derecho
de esperar, como ellos, a que la visita asome la patita para empezar a charlar?
Por no hablar de a cuento de qué, la espabilada de la lingüista desecha con un escupitajo la muy lógica propuesta del científico, algo tan evidente como que dos más dos son cuatro, aquí y en Aldebarán. No, ella a las bravas, ataca el problema directamente con conceptos abstractos altamente avanzados, al estilo Yo Tarzán, tu Jane
, y gurrapatos aleatorios
. Pero claro, al fin y al cabo es ella la que tiene una larguísima experiencia en tratar con alienígenas tecnológicamente avanzados. Paradójicamente, tras reírse en la cara del físico, la lingüista exprime las matemáticas de sus ordenadores para extraer algún sentido de los gurrapatos alienígenas.
También es inevitable pensar cuales son las verdaderas intenciones de los pulpos cojos espaciales para regalar, así por las buenas un alfabeto que parece pintado con las máquinas giratorias del Parque de Atracciones (¿alguien se acuerda?). Tampoco hay por donde coger que esos gurrapatos alteren hasta tal punto la estructura del cerebro que confundas ayer con hoy con mañana. Pero bueno, vale, admitámoslo como metáfora.
Por supuesto, es inevitable pensar que los militares de la película son unos zoquetes. Tácticamente es de locos liarse a bombazos con una de las naves, teniendo en cuenta que hay once más repartidas por la Tierra, y sin saber cuantas más han venido acompañándolas. Por no hablar que disponen de tecnología capaz de doblar la gravedad cuando por aquí no se sabe ni cual es su verdadera naturaleza. Bombitas a ellos.
Y así con otras tantas cosas.
Además tenemos el temita de la santurronería alienígena. Pensaba que los jipis eran una curiosidad histórica de los 1970, pero no, resulta que de cuando en cuando nos van colando el mensajito flower power
aquí y allá. Que me parece bien, oiga, cuanta menos diferencia y más armonía haya en el mundo mejor para todos, pero por favor, estamos en proceso y podemos tardar, como humanidad, quizá otros pocos miles de años en conseguir ese ideal (vía homogenización y uniformización, que es a lo que se tiende), y además por nuestros propios medios, no gracias a que una bienintencionados (y sospechosos) extraterrestres nos lo tiren como tristes migajas, que ya podrían haber comentado algo respecto a la tecnología de control de gravedad... Ah, que no, que no estamos preparados...
Los aliens y los pedrators son infinitamente más honestos que estos pulpos santurrones.
Pero si lo de la santurronería parecía poco, Denis Villeneuve van y recurre al melodrama presentado a una niña que se nos muere de un cáncer galopante. O algo así, el caso es que muere entre horribles sufrimientos. A mi me dan bastante asco estos recursos comodones que únicamente buscan el lagrimón fácil.
Amy Adams se pasa toda el tiempo con cara de pasmo, lo que por un lado es de alabar, puesto que la situación no es para menos, pero por otro, según avanza la película, se empieza a hacer cargante porque se supone que ya está inmersa en su trabajo, conoce las intenciones de los alienígenas y debería demostrar algo más de despreocupación, aunque bien pensado, sabiendo lo que se le viene encima no es de extrañar que no abandone esa cara de susto. Por su parte, Jeremy Renner demuestra el entusiasmo necesario, pese a lo casi irrelevante de su papel. El que no se cree lo que hace es Forest Whitaker, quizá por exigencias del guión de Eric Heisserer, pero su rol de coronel cuartelero está bastante fuera de lugar, Anda que no tendrán los yankis oficiales de inteligencia con más... inteligencia.
En fin, que esta es la típica película de la que todo el mundo habla bien pero que a mi me ha dejado bastante frío.