Debido a su vinculación a la saga Star Trek a partir de LA IRA DE KHAN (que, en realidad, supuso el primer gran éxito de la serie y su renacimiento definitivo) y a la discreción de su trabajo de los últimos años, la figura de Nicholas Meyer ha quedado un tanto diluida con el paso del tiempo. El autor de tres de los pastiches más populares escritos a partir de la obra de Arthur Conan Doyle, ELEMENTAL DR. FREUD (de la que escribió la adaptación cinematográfica que firmó Herbert Ross) HORROR EN LONDRES y EL ÁNGEL DE LA MÚSICA, también llevó a cabo un impresionante telefilm para la ABC que en nuestro país se estrenó en cines, EL DÍA DESPUÉS, sobre las consecuencias de un ataque nuclear sobre una pequeña ciudad de Kansas, y partiendo de una idea de su amigo Karl Alexander (que convirtió en novela mientras Meyer rodaba el film) rodó su película más simpática, y una de las más entrañables de aquella época: LOS PASAJEROS DEL TIEMPO.
Su punto de partida respeta, de hecho, la costumbre de los pastiches de mezclar personajes históricos que tuvieron poco (o nada) que ver: en este caso, al escritor H. G. Wells y a Jack El Destripador, aquí un amigo personal del protagonista. Cuando, tras ser identificado, éste huye al futuro en la máquina del tiempo creada por Wells, se inicia una persecución en la que los dos personajes van a parar a los años 70, en cuyo caos Jack se siente como pez en el agua (aquí soy un amateur, dice con sorna) pero en el que el escritor se mueve con torpeza, a pesar de que sus ideas socialistas están plenamente integradas en la sociedad moderna, cometiendo errores como hacerse llamar Sherlock Holmes ante la policía pensando que nadie se acordará del personaje en dicha época. De hecho, el sentido del humor con el que está llevado a cabo ese choque cultural lo adaptarán Robert Zemeckis y Bob Gale a la hora de escribir la posterior REGRESO AL FUTURO (no es casual que Mary Steenburgen, el interés romántico de Wells, lo fuera también de otro viajero temporal, Doc Brown, en REGRESO AL FUTURO PARTE III)
Más allá de su espíritu lúdico, de entretenimiento de calidad, LOS PASAJEROS DEL TIEMPO llama la atención por el respeto y la inteligencia con la que Meyer trata los temas que maneja. por ejemplo, tras el magnífico plano secuencia subjetivo que abre el film, y que nos muestra con crudeza pero sin excesos un sanguinolento crimen de Jack, ya no hace falta mostrar ninguno más en primer plano para que el espectador se dé cuenta de que la amenaza del asesino es de lo más seria. incluso los detalles sobre la ideología socialista de wells (que da pie a la dosis de crítica social que encierra el film: pese a su socialismo, el protagonista no es capaz de integrarse en el san francisco de los 70, mientras un asesino hipócrita y machista se convierte en un ciudadano más) o el hecho de que Amy Robbins fuera en realidad el nombre de su segunda mujer, indican que por encima de todo el autor quiere ser lo más fiel posible a los personajes reales sobre los que está trabajando.
No obstante, uno de los grandes puntos fuertes de la película es su intenso duelo actoral, una auténtica delicia al ver frente a frente a dos magníficos actores que nunca han tenido una excesiva suerte en sus carreras: Malcolm McDowell, por una vez alejado de sus habituales personajes inquietantes al dotar a Wells de humanidad e inteligencia, y David Warner, que brinda ironía y capacidad de seducción a su Jack El Destripador. Que funcione el cerebral enfrentamiento de sus personajes, ejemplificado en los primeros compases de la película por sus partidas de ajedrez, es (sin ánimo de desmerecer la encomiable labor de Meyer) sobre todo mérito de ambos, pues realmente saben transmitir esa mezcla de admiración y repulsión que sienten los dos viejos amigos. Entre ellos, la semidebutante Steenburgen cumple con eficacia (y bastante es, con semejantes monstruos enfrente) su labor.