LA CRIATURA PERFECTA
LA CRIATURA PERFECTA Nueva Zelanda, 2006
Título original: Perfect Creature
Dirección: Glenn Standring
Guión: Glenn Standring
Producción: Michael Cowan, Russel Fischer
Música: Anne Dudley
Fotografía: Leon Narbey
Duración: 90 min.
IMDb:
Reparto: Dougray Scott (Silus); Saffron Burrows (Lilly); Leo Gregory (Edgar); Scott Wills (Jones); Stuart Wilson (Augustus); Craig Hall (Dominic); Robbie Magasiva (Frank); Lauren Jackson (Stephanie Kelly); Peter McCauley (Profesor Liepsky)

Que la ciencia-ficción marida perfectamente con cualquier otro género es algo indiscutible. Mientras que el género invitado pone el argumento la ciencia-ficción se encarga de poner el escenario, al revés resulta ciertamente difícil, no me imagino GATTACA en el marco de una comedia romántica como LA MADRE DE LA NOVIA, o BLADE RUNNER en los épicos escenarios de CARROS DE FUEGO. No obstante no es imposible, y ahí tenemos el steampuk como subgénero en el que la ciencia-ficción se enmarca en abigarrados escenarios victorianos.

De todas las combinaciones quizá la más querida por los autores sea la mixtura con el terror. Por lo pronto el escenario ciencia-ficciónero es ideal, agobiante las más de las veces, y siempre extraño. Así, desde los esforzados alienígenas implacables hasta los asesinos psicópatas, pasando por todos los horrores del terror clásico y los más modernos experimentos genéticos se han dado cita en el espacio profundo para no dar ni un segundo de cuartel a los desgraciados que pasaban por allí. Quizá el paradigma de éste tipo de películas sea ALIEN, RESURRECCIÓN. Lo tiene todo: ambiente gótico, aislamiento total, experimento genético, alienígenas salvajes, descerebrados sin cuento y viajeros de paso, aunque falte el monstruo de la Hammer.

CRIATURA PERFECTA prescinde de muchos de estos elementos pero retoma al monstruo romántico por excelencia: el vampiro, lo convierte en un experimento genético y lo rodea de una estética tecnopulp de corte sucio.

La película se sitúa en un universo paralelo en el que ciertas ciencias han adelantado una barbaridad, entre ellas la genética, mientras que otras tardan aún en llegar a su grado de refinamiento. Entre las muchas cosas que hacen los genetistas, está la de crear una raza de superhombres nacida para proteger a la humanidad doliente. Realmente son unos tipos envidiables, tienen mirada de águila, oído de murciélago, olfato de perro y se mueven con la agilidad de un tití, pero su relación con la sangre humana es un tanto truculenta, y para rematar la faena, unos colmillos hiperdesarrollados. Vampiros, en definitiva.

El caso es que tras trescientos años los experimentos genéticos no sólo no se han detenido sino que se han refinado, entre ellos es un virus que pone a la gente de muy mal humor, vampiros hi-tech incluidos. Uno de ellos se infecta, se empieza a comportar como deben comportarse los vampiros y el resto de la película es la caza del pobre enfermito, que de tanto cargarse gente puede acabar por dar muy mala fama al resto de sus hermanos.

Sin embargo, la película no termina de cuajar. Demasiada indefinición. El argumento parece interesante pero está tratado sin entusiasmo, con demasiada frialdad por parte de todos, director, actores y el curioso que pasaba por allí.

Los buenos son los malos de toda la vida reciclados, es necesario cierto esfuerzo para meterse en la cabeza que los vampiros ya no van por ahí chupando la sangre al personal indiscriminadamente, y la historia no hace mucho por ayudar, tanto por la forma no demasiado efectiva de plantear la situación como por el hecho de que uno de ellos se comporta como debiera comportarse todo vampiro medianamente concienciado.

La estética también es pura indefinición, arranca en un prometedor ambiente steampunk para pasar sin solución de continuidad al tecnopulp entreverado de toda la mugre fílmica desde REBELDE SIN CAUSA hasta nuestros días. Da la impresión de que se asaltó la guardarropía de los estudios y fueron repartiendo prendas a diestro y siniestro sin mayor criterio. No obstante son evidentes ciertos esfuerzos al respecto, como en el caso del vestuario de los Hermanos, negro, impoluto y elegante de pies a cabeza, los uniformes de la policía, un curioso cruce entre el bobby inglés de toda la vida y un reichspolizei o, dentro de ese mismo aire prusiano, la elección para las tropas de asalto del antiguo casco suizo de combate, poco conocido fuera de Suiza (excepto para los argentinos de una cierta edad) pero de estética fascinante.

Con todo, se trata de una producción digna, que se toma en serio a si misma y pese a la certeza de que podría haberse sacado más partido a la idea, sirve perfectamente como pasarratos agradable.

© Francisco José Súñer Iglesias, (701 palabras) Créditos