Siempre he dicho que la ciencia-ficción adolece en gran medida de sentido del humor. No es una afirmación absoluta ni se ajusta totalmente a la realidad, no hace falta pensar mucho para obtener una lista notable de muestras humorísticas en el género (desde MARCIANO, VETE A CASA, hasta BILL, HÉROE GALÁCTICO) mi lamentación viene más por la ampulosidad y gravedad con la que son tratados los Grandes Temas del Universo y Todo Lo Demás. Tampoco voy a decir que se traten como un chiste invasiones, guerras y genocidios, pero da la impresión de que la tendencia es a plantear la ciencia-ficción de corte especulativo de la manera más pesimista posible, sin un rayo de esperanza, ni una luz a la salida del túnel.
Pongamos por caso el primer relato de este volumen, que también da título al mismo. ATERRIZAJE DE EMERGENCIA. A causa de una avería en su nave espacial, un grupo de alienígenas (asombrosamente similares al terrícola norteamericano, blanco y de clase media) se encuentran varados en Tierra. Los protocolos de seguridad son estrictos, han de destruir lo que quede de su nave, desmantelar todo su instrumental e impedimenta excepto un equipo básico de supervivencia, y olvidarse de que son extraterrestres, procurando integrarse en la sociedad humana y no volviendo a tener relación entre ellos nunca más.
Una situación que daría para páginas y páginas de drama lacrimógeno, pero Budrys no toma ese camino, no sortea en absoluto lo desesperado de la situación de los alienígenas, pero consigue introducir una carga tal de ironía socarrona en el relato que, sin desdramatizarlo, curiosamente si lo hace notablemente humano.
Una constante de la psicología humana es hacer montañas de granos de arena y granos de arena de montañas. Cuando la situación se ha vuelto tan irreversible que no hay forma de solucionarla algo salta en algún rincón del cerebro y, sabiendo que se ha tocado fondo, se asume la situación con resignación, la resignación se convierte en cinismo, el cinismo en optimismo, y el optimismo ayuda a superar la situación.
Eso es lo que retrata Budrys de los tres extraterrestres que quedan con vida, la tragicomedia del superviviente en un ambiente hostil y extraño, al que se adapta y se integra porque no tienen más remedio, superando las dificultades mientras oculta sus diferencias. El relato, estructurado en sucesivos informes de los supervivientes y de humanos que han conocido su secreto, hace un recorrido por la vida y forma de ocultarse de los náufragos.
El relato que lo acompaña, LOS SILENCIOSOS OJOS DEL TIEMPO, es otro relato socarrón acerca de los esfuerzos de gobiernos y corporaciones por ocultar, o al menos retrasar, según que descubrimientos científicos demasiado adelantados en el tiempo.
En este caso se trata del viaje al futuro. Hessenbirger, un físico, construye una máquina con la que va y viene al futuro sin mayores problemas, pero a sus jefes eso no parece hacerles muy felices, de modo que se llama a Clinton Gallard, un especialista en resolver crisis inusuales para que ponga remedio a todo lo que Hessenbirger ha desatado. Entre Gallard y sus colaboradores chantajean, sobornan, trasladan, ocultan y hacen todo lo humanamente posible para que el descubrimiento de Hessenbirger no sea hecho público. Incluso Hessenbirger es silenciado ingeniosamente.
La mayor parte de las ocasiones las teorías conspiranóicas no son más que delirios de chalados, pero el relato de Budrys da que pensar. ¿Cuántas invenciones se han quedado en los laboratorios simplemente porque comprometían la rentabilidad de otro área de la empresa? ¿Cuántos descubrimientos se silencian sólo por no saber como sacarlos al mercado? ¿Cuánto de lo que conocemos y utilizamos ha sido producto de una filtración, espionaje industrial o simple publicación descuidada?
Me han acusado alguna vez de que mis comentarios no son una gran ayuda a la hora de decidir la compra de un libro. No pretendo que lo sean, sólo plasmar que me ha parecido el libro en cuestión, sin embargo en este caso voy a ser concluyente: si puedes cómpralo. No te decepcionará.