LA VOZ DE SU AMO es la particularísima visión de Lem sobre el tema de la captación de señales extraterrestres. Al contrario de otros acercamientos al tema como puede ser el celebérrimo CONTACTO, de Carl Sagan, o la reciente PERROS BAJO LA PIEL, de Luis Ángel Cofiño, durante toda la obra se duda muy seriamente de la posibilidad de descifrar la señal, o al menos, obtener algo inteligible de ella, si bien los científicos del proyecto La voz de su amo, encargados de desvelar el misterio, son capaces de aislar trozos de la señal y elaborar complejos compuestos químicos de sorprendentes propiedades. La duda que flota en la comunidad es si esos compuestos son algo por si mismos o sólo la parte de un todo inconcebiblemente más complejo.
Todo es atípico en la novela; la forma en la que se descubre la señal no puede ser más peregrina; a partir de los registros en cinta magnética de emisiones cósmicas de neutrinos, producto desechado de una investigación fallida, un físico avispado monta un negocio elaborando tablas de números aleatorios, sin embargo, la aleatoreidad de esas tablas no resulta ser tal y tras una serie de reclamaciones y las investigaciones subsiguientes se descubre que el contenido de las cintas es algo más que ruido puro y que sigue una pauta demasiado regular como para ser natural. A partir de ahí se organiza un equipo multidisciplinar con el objetivo de descifrar, o mejor dicho; traducir, el mensaje contenido en la corriente de neutrinos.
La novela está relatada en primera persona por uno de los componentes del equipo; Peter E. Hogarth, un matemático atípico por cuanto no se limita a desarrollar su campo del saber, también se aventura a emplear sus conocimientos en otras áreas ayudado por especialistas tan heterodoxos como él mismo, con el consiguiente recelo y animadversión de las corrientes más académicas. Esa curiosidad de Hogarth le hace primero ser excluido del proyecto inicial y más tarde llamado para, oficiosamente, intentar encontrar lazos comunes entre los distintos equipos de científicos dedicados a la traducción de las grabaciones.
Es la excusa perfecta para que Lem arremeta contra el estamento científico, dejando claro que no por poseer mentes privilegiadas ni enormes conocimientos los científicos dejan de ser tan mezquinos y estúpidos como el resto de la raza humana. El corporativismo, el recelo, la envidia y la soberbia quedan patentes a cada paso de Hogarth por las instalaciones en las que se ha asentado la base del proyecto. A modo de metáfora, Lem sitúa a los científicos en un polígono de pruebas nucleares abandonado. El polígono, en mitad del desierto, está completamente aislado del resto de la civilización, como si los eruditos estuvieran fuera del tiempo y el espacio dedicados a ampliar sus conocimientos, pero desconfiando de que alguien les pueda arrebatar no tanto sus tesoros, como la gloria de haber sido los descubridores de los mismos. En ese ambiente enrarecido, Hogarth estudia los avances realizados y comprueba con desaliento que nada, a excepción del par de desconcertantes sustancias bautizadas como El señor de las moscas y los Huevo de rana, ha salido en claro de meses de investigaciones y estudios. Sin embargo, los enfrentamientos entre los distintos grupos de científicos y los desencuentros entre las corrientes de pensamiento que se han formado están más cerca de hacer fracasar el proyecto que la propia posibilidad intrínseca de descifrar la señal.
Lem concluye el libro aseverando que lo que realmente resulta complicado, casi imposible, es penetrar en los pensamientos ajenos, incluso de aquellos que tenemos más cerca.
Si esto es así ¿qué posibilidades hay de enfrentarse a una comunicación sólo en apariencia alienígena y sacar algo en claro de ella?