Fue allá por julio de 1980 cuando me hice con el segundo y tercer volumen (FUNDACIÓN E IMPERIO y SEGUNDA FUNDACIÓN) y hasta marzo del año siguiente que no cayó en mis manos el primero; FUNDACIÓN.
En casi veinticinco años no había pensado releerme los libros, en un principio por tenerlos recientes aún, y desde hace cosa de quince años porque desaparecieron misteriosamente de mi biblioteca y, hasta hace bien poco (en octubre de 2004), no pude volver a hacerme con ellos en la misma edición de Libro Amigo de Bruguera en la que los leí por primera vez.
Desde luego que podría haberlos comprado de nuevo mucho antes, Plaza & Janés tiene actualmente los tres libros en el mercado, pero conservo un especial cariño por la colección Libro Amigo y en especial aquellas portadas de Neslé Soulé, en las que grabados de planos de fortalezas del siglo XVIII daban un aire especialmente solido a los volúmenes. Tengo que reconocer, además, que no todo era esperar a encontrarme de nuevo con aquella edición, no se puede decir que tuviera especial interés en volver a leerme la trilogía, recordaba vagamente que me había gustado, pero también recordaba vagamente que no me había gustado. Es decir que me había parecido una obra irregular con grandes virtudes pero también con demasiadas asperezas, pero ciertamente entretenida y que se dejaba leer, en su mayor parte, con agrado.
Lo que resulta paradójico es que se puede hacer un paralelismo bastante interesante entre los tres libros y el Imperio Galáctico que se describe en ellos. FUNDACIÓN, es una brillante colección de breves relatos donde se relata la formación y primeros años de la Fundación, como ella, es un libro pujante y con fuerza, con gran aporte de ideas interesantes y buenas puestas en escena. FUNDACIÓN E IMPERIO es la consolidación, las líneas maestras están creadas y todo funciona como debe, pero ya no hay fuerza, ya no hay grandes ideas, hay sin embargo una primera parte, la aventura del general Bel Riose, que ofrece grandes expectativas, pero a continuación aparece el Mulo, y con él la decadencia y la caída en picado que supone SEGUNDA FUNDACIÓN, nada de relatos brillantes y contenidos, dos novelas cortas en las que el relleno prima sobre el contenido y en las que Asimov recurre a la parapsicología, bien disfrazada, eso si, para ocultar que había perdido todo interés en la Fundación. De hecho, tardó más de veinte años en volver sobre ella (y, en general, a la ciencia-ficción), y sólo por dinero, lo que no es en absoluto reprobable en un escritor profesional (que con igual profesionalidad alargará hasta el aburrimiento personajes y escenarios agotados) pero convierte el arte original en artesanía, tan agradable y distraída como alejada de la brillantez.
FUNDACIÓN, esplendor y gloria

En éste primer libro Asimov relata como se origina la Fundación y su fase de consolidación. Abarca escasamente ochenta años de la historia fundacional, pero son los ochenta años más brillantes y dinámicos de ésta.
El Imperio Galáctico, que domina la galaxia y a todos sus habitantes, parece una roca sólida que perdurará durante milenios, pero un hombre, Hari Seldon, ha recorrido los caminos de la historia, los ha reducido a ecuaciones matemáticas y el desarrollo de esas ecuaciones le ha mostrado con claridad meridiana que el Imperio no es de roca, sino de arena a punto de desmoronarse. El inmovilismo, la burocracia, las continuas intrigas entre sátrapas de todos los niveles, la sensación de que todo está hecho y bien hecho, ha creado un clima de confianza en la inercia del aparato Imperial tal que nadie se preocupa del porque suceden las cosas, solo que suceden, y esa falta de preocupación hace que cuando las pequeñas cosas empiezan a dejar de funcionar nadie se alarme, a las pequeñas cosas le siguen otras más grandes, y otras, y otras, y nadie se mueve, hasta que es el mismo Imperio el que se desintegra.
Eso es lo que ha sabido ver Seldon con la ciencia que había creado para ello; la psicohistoria.
LOS PSICOHISTORIADORES
Éste es el primer relato del volumen; Gaal Dornik, un joven matemático recién doctorado, es llamado a Trantor por el mismísimo Hari Seldon para trabajar junto a él en su proyecto. Gaal no sabe que Seldon está siendo minuciosamente investigado y controlado por la policía imperial y, tras sus primeros pasos asombrados por la capital de la galaxia se encuentra detenido y procesado junto al propio Seldon. Durante el proceso, todo lo irregular que es posible, Seldon consigue su primer propósito; que el Imperio le destierre de Trantor y le permita establecer en el remoto planeta Terminus una fundación entregada a la elaboración de la Enciclopedia Galáctica, compendio de todo el saber humano. Ambas partes creen haber ganado; el Imperio se quita de en medio a un intelectual de ideas molestas e inquietantes, y además gana prestigio al apadrinar una obra de la magnitud de la Enciclopedia, Seldon porque podrá seguir desarrollando su labor sin interferencias.
En éste relato se presenta la psicohistoria como ciencia matemática capaz de precedir con bastante exactitud el devenir de la historia a nivel general. El hayazgo de Asimov es presentarla como una herramienta estadística útil sólo si se trabaja con grandes masas humanas, pero completamente inútil para tratar comportamientos individuales. Eso la hace plausible y perfectamente creíble, lo que da a los relatos una enorme solidez. Sin embargo, su propio nombre será su perdición; Asimov no pudo llamarla prospectiva histórica o algo así, no, tuvo que llamarla PSICO historia.
LOS ENCICLOPEDISTAS
Terminus cincuenta años después. Resulta asombroso como los mismos males que aquejan al Imperio se ha reproducido en una colonia tan pequeña en tan poco tiempo. Gobernada por los enciclopedistas, la Fundación dedicada a la redacción de la Enciclopedia Galáctica se ha convertido en un estado burocrático, ya casi esclerotizado, e inmovilista, y lo peor, sin iniciativa, todo queda pendiente de que el todopoderoso Imperio lo solucione, el problema es que el colapso del Imperio es evidente y su repliegue sobre si mismo va dejando cada vez más y más espacio de la Galaxia abandonado a su suerte; la autoridad del Imperio se ha vuelto nominal, no efectiva.
De éste modo, los enciclopedistas de La Fundación se inhiben peligrosamente al verse amenazados por el sátrapa de Anacreonte, atraído por la tecnología de la Fundación, tecnología de andar por casa que sin embargo, y debido al colapso imperial, se ha convertido en un lujo inalcanzable para los mundos de la periferia. Sólo la decidida actuación de Salvor Hardin, el alcalde de Terminus, evita el desastre.
Las revelaciones en este relato son importantes; por lo pronto se descubre que Seldon no ha dejado conocimientos sobre la psicohistória en Terminus, sino en una Segunda Fundación, que a partir de ése momento será la obsesión de media galaxia, por otra, que los relatos son obra de su tiempo y que la fe en la energía atómica era inagotable, en la línea de CIUDAD, de Simak.
LOS ALCALDES
Han pasado treinta años, el pujante Salvor Hardin es ahora un anciano más preocupado por retirarse que por seguir medrando en política. Sin embargo debe resolver varios problemas; la oposición amenaza con hacer con él lo mismo que él hizo con los enciclopedistas; apartarle del poder mediante un golpe de estado, por otro, el nuevo rey de Anacreonte, envalentonado, pretende de nuevo invadir la Fundación.
Sin embargo, ésta vez Hardin tiene muchos más recursos que en la ocasión anterior; con el tiempo ha creado un sistema religioso tras el que disfrazar el poder tecnológico de la Fundación para, de éste modo, rodear con un halo de superstición tanto a la tecnología como a la propia Fundación, de éste modo, ha conseguido extender su influencia hasta lo más profundo de la sociedad anacreóntida, hasta el punto que cualquier acción que sus gobernantes quisieran ejecutar en contra de la Fundación es tenida como herética y abominable. Y más cuando se corta la luz a mitad de una retransmisión deportiva. La anulación del rey de Anacreonte mediante tan sencillo método le permite soslayar ambas crisis.
El poder espiritual gana al poder material.
LOS COMERCIANTES
Sigue pasando el tiempo, la política de la Fundación se amolda y evoluciona, ya no son los sacerdotes del culto pseudotecnológico los que extienden la influencia de la Fundación por la periferia, ahora son los comerciantes, armados de una conveniente amoralidad, los que distribuyen por los mundos abandonados a la barbarie los productos de la Fundación, haciendo que la influencia de ésta se extienda más y más, de forma sutil y casi se podría decir que insidiosa; cualquier mundo atrasado que deje que un comerciante le venda productos de la Fundación se convierte de facto en una colonia de ésta, sin grandes alharacas, pero de forma casi definitiva.
Eso lo saben en Askone, y rechazan con violencia todo lo que huela a Fundación, sin embargo, uno de los comerciantes libres consigue romper la resistencia mediante el viejo método de apelar a la codicia humana y una vez conseguido esto, aplicando una fuerte dosis de extorsión. Siguiendo la línea sutil de los relatos anteriores Limar Ponyets, nuestro comerciante, no ha vendido grandes aparatos ni tecnología de última generación, sólo transmutadores de materia y pequeños chismes de una utilidad práctica cuestionable, pero basta una pequeña cuña para partir la piedra más grande.
LOS PRINCIPES COMERCIANTES
Como era de suponer los comerciantes se hicieron ricos, con la riqueza llega la influencia y con la influencia el poder.
Al cabo de los años aquellos comerciantes libres, figuras notablemente románticas, se han convertido en ingenieros contables y hecho con el control económico de la Fundación. Sin embargo todavía queda mucho que hacer, la antigua religión de la Fundación pervive, aún poderosa, aunque para los comerciantes no resulte más que una rémora molesta, los tiempos han cambiado y las relaciones entre planetas han de basarse en algo más que la superstición y la fe ciega. Por ello, cuando Hober Mallow es enviado a Korell a investigar la desaparición de varios comerciantes no hace nada cuando una multitud enfurecida ataca a un misionero de la Fundación.
Se limita a entregarlo a la autoridad competente, y desentenderse del tema... porque intuye que se trata de una trampa, como así se demuestra con el tiempo. Tal perspicacia, y un par de maniobras de parecida índole a las ejecutadas por Limar Ponyets en Askone le permiten hacerse con el poder en la Fundación y anular cualquier reticencia de los korellianos.
También se produce un hecho de importancia fundamental; la periferia de la Fundación se encuentra con la periferia del mermado, pero aún poderoso, Imperio. El enfrentamiento es inevitable.
FUNDACIÓN E IMPERIO, madurez y estancamiento

El Impero está tocado de muerte, pero aún no se ha colapsado definitivamente, las estructuras imperiales siguen intactas pero su área de influencia decrece progresivamente, replegándose hacia el monumental Trantor. La intrincada burocracia imperial y las cruentas luchas por el poder hacen que ambos se hayan convertido en los fines, y no en los medios, y nada que no sea sostener la burocracia o no obtener el poder, cuenta. Por eso el Imperio se ha estancado; se devora a si mismo y el conocimiento se pierde no por inútil, sino porque no existe interés en él.
Políticamente se disfraza la incapacidad para mantener el control sobre la periferia como concesiones a su mayor autogobierno, vergonzante reconocimiento de que desde Trantor ni se quiere ni se puede mantener la autoridad imperial, nominalmente aún reconocida por dictadores y reyezuelos, pero no acatada por nadie.
Con todo, en ése panorama aún quedan hombres con empuje y fortaleza. Demasiado empuje y fortaleza para las siempre paranoicas estructuras imperiales.
EL GENERAL
De todos los paralelismos que se quieren buscar entre el Imperio Galáctico asimoviano y el Imperio Romano quizá sea la figura del general Bel Riose la que más claramente se identifica con un personaje histórico, el Conde Belisario, además de la clara transposición del nombre, como él, general de lealtad sin fisuras hacia el Imperio (en el caso de Belisario, el Imperio Romano de Oriente, Bizancio) y a la vez excesivamente competente, excesivamente carismático, excesivamente peligroso para el emperador (que no para el Imperio), tanto que finalmente ambos son defenestrados.
El Bel Riose de FUNDACIÓN E IMPERIO descubre el cada vez mayor poder de la Fundación, y decide organizar una campaña en su contra para eliminar la posibilidad de que ésta se convierta en un peligro para la estabilidad imperial. Sin embargo, las fuerzas del universo empiezan a moverse en su contra; por un lado, Lathan Devers, como agente de la Fundación, actúa e intriga para que desde Trantor se detenga a Riose, por otro, el mismo emperador Cleon II, envía a su hombre de confianza para que investigue contra quien está luchando Riose y, si se trata de un intento de sedición, detenerlo. Finalmente las maniobras de ambos confluyen, salvando la Fundación y acabando con la carrera de Riose y a la larga con el propio Imperio, que al devorar a sus mejores elementos no hace más que acelerar su agonía.
Lo sorprendente de la figura de Bel Riose, mitificada por ese paralelismo histórico con el conde Belisario, es que Asimov dibuja el personaje como un estúpido petulante, ogulloso, pagado de si mismo y bastante poco coherente con las muchas virtudes estratégicas e intelectuales que se le suponen.
EL MULO
Hasta aquí la Fundación había sido una buena obra, una space opera de lujo en la que había primado la inteligencia y astucia de sus protagonistas sobre la fuerza bruta, pocas batallas se han visto, y en cualquier caso, la resolución de los problemas y conflictos se producía gracias a las inteligentes maniobras de los protagonistas de las historias.
A partir de aquí todo se reduce a la fuerza bruta, y fuerza bruta de la peor especie, la psíquica. Se acabó la especulación y las referencias históricas. De una forma más que sorprendente Asimov se decanta por introducir los poderes psíquicos en la serie arruinándola definitivamente.
El Mulo, como el mismo se autodenomina, es un mutante, un fenómeno de la naturaleza que tiene la capacidad de influir emocionalmente en todos aquellos que le rodean, por decirlo de alguna forma, su capacidad empática está amplificada y le es posible dirigirla puntualmente hacia la persona que deseé. De éste modo cautiva la voluntad de jefecillos y militares, creando un Imperio a su imagen y semejanza, que el mismo no duda en considerar sucesor del antiguo Imperio Galáctico, para la fecha ya definitivamente destruido.
Por supuesto, la Fundación no puede nada contra tales poderes y se rinde sin demasiadas ceremonias, tras lo cual el Mulo se empeña en la búsqueda y destrucción de la Segunda Fundación, los únicos que pueden hacer algo en su contra. Pero como no podía ser menos, un grupo de irreductibles, liderados por la indomable Bayta Darell consiguen dar al traste con los malvados planes del Mulo y ¿salvar? la Galaxia, al menos temporalmente.
Asimov tiene la mínima decencia de buscar para el Mulo unos poderes discretos (nada de telepatías espectaculares ni sorprendentes telekinesias) y explicarlos mediante una mutación tan extraña que sólo una persona en toda la historia de la humanidad la ha sufrido. Con todo, no deja de ser un recurso notablemente pobre y poco inspirado.
SEGUNDA FUNDACIÓN, ocaso y decadencia

El Imperio Galáctico ya no existe, Trantor ha sido saqueada y destruida, el Mulo ha convertido la Fundación en una provincia más de su propio Imperio, las previsiones psicohistóricas de Seldon son ya papel mojado, y la Serie de la Fundación ha entrado en una caída en barrena.
Si Asimov se hubiera limitado a mantener los poderes psíquicos limitados al Mulo, la explicación de su mutación junto a lo discreto, pero efectivo, de las habilidades empáticas del mutante hubiera sido un episodio más de la serie, donde quedaba demostrado lo que repite una y otra vez; la psicohistoria prevé el comportamiento de las grandes masas, no de los individuos, y cuando un individuo es excepcional, de nada sirven las ecuaciones. Una vez fallecido el Mulo (la mutación le había dado también una muy mala salud y la imposibilidad de tener descendencia) la Fundación hubiera resurgido de sus cenizas, el flujo de la historia hubiera regresado a su cauce y todo hubiera vuelto a la normalidad, donde la inteligencia, la diplomacia y la astucia eran santo y seña de la serie.
Pero no fue así, quizá desbordado por la necesidad de algo o alguien que derrotara de forma efectiva al Mulo, a Asimov no se le ocurre otra cosa que dotar a los habitantes de la Segunda Fundación de los mismos poderes que al Mulo, como en un remedo de las series japonesas más desaforadas, cada nuevo enemigo supera los poderes del héroe, que no se sabe muy bien como, consigue potenciar los suyos en una escalada que se convierte en absurda. Así, los pacíficos psicohistoriadores de la Segunda Fundación son en realidad superhombres con poderosas capacidades psíquicas, y lo que es peor, el término psicólogo, no se si por una mala traducción, o simplemente porque en la época en la que se escribió la serie, no tenía muy definido aún su ámbito de trabajo (era época más de psiquiatras que de psicólogos) se asocia a la posesión y desarrollo de esos mismos poderes.
Habrá a quien estas consideraciones le traigan al fresco, pero desde mi punto de vista no es serio el uso de estos deux ex machina tan poco elegantes.
EL MULO INICIA LA BÚSQUEDA
Pese al fracaso descrito en EL MULO, éste no ha cejado en su empeño y sigue obsesionado por encontrar la Segunda Fundación. Es el único obstáculo que se interpone ante su sueño de instaurar el Segundo Imperio Galáctico, mucho antes de lo previsto por Seldon y, por supuesto, infinitamente antes de lo que el devenir de la historia hubiera permitido.
Para ello, ha sembrado sus dominios de espías e informadores, pero nada ha conseguido aportar el mínimo de información. Ni siquiera las expediciones del general Han Pritcher, antiguo militar de la Fundación convenientemente manipulado por el Mulo para serle fiel hasta la muerte, han conseguido dar un mínimo de claridad al asunto. Por ello, el Mulo decide dar un giro a la metodología de la investigación y para ello hace llamar a Bail Channis, un joven ambicioso que no ha sido influenciado por él y que, precisamente por eso, conserva cierta autonomía de pensamiento que los Conversos, pese a su lealtad, han perdido. El Mulo cree que Channis está en condiciones de averiguar el paradero de la Segunda Fundación, pero como tampoco se fía de él, en el sentido de que está en condiciones de traicionarlo, lo envía junto a Pritcher a explorar la Galaxia.
El periplo de Channis y Pritcher es errático, llevados por las intuiciones del primero dan saltos de aquí a allá hasta llegar al sistema de Tazenda, lo más parecido al Otro Extremo de la Galaxia que había indicado Seldon. Por supuesto, la Segunda Fundación no se ha quedado impasible y mueve sus hilos para que, de nuevo, los planes del Mulo no tengan éxito.
Lastimosamente, en vez de pergeñar un grandioso plan en el que la Segunda Fundación engañe al Mulo de alguna forma astuta e irreversible todo termina entre duelos psíquicos, en escenas que más parecen sacadas de un espectáculo de mentalistas que de una buena novela de ciencia-ficción. No hay inteligencia, no hay un desarrollo hábilmente urdido, sólo la fuerza bruta psíquica y una evidente muestra de que la serie de la Fundación estaba empezando a aburrir a Asimov.
LA BÚSQUEDA DE LA FUNDACIÓN
Con ésta novela corta se termina el ciclo original de las Fundaciones. Posiblemente Asimov lo decidió así porque todo lo que le falta al relato anterior; intriga, misterio, inteligencia, lo tiene éste en grado sumo, sin embargo, el personaje principal es uno de los más odiosos, por no decir el único odioso, de toda la serie; Arcadia Darell, una adolescente tan inteligente como estúpida, capaz de preparar los más refinados planes como de embarcarse en aventuras descabelladas que están a punto de llevar al desastre a todo aquel que tenga relación con ella. Es el relato con niño, de la serie de las Fundaciones, y como buen niño de obra de ciencia-ficción, insufrible hasta la extenuación.
La cuestión es que el incipiente imperio del Mulo se ha hundido. Éste, aún siendo un mutante de increíbles capacidades mentales, resultaba ser físicamente un guiñapo, y estéril (de ahí su nombre) lo que no le permitía tener descendencia, de modo que a su muerte todo lo que el mantenía unido se separó, las aguas de la historia se cerraron y la Fundación volvió a recuperar su papel preponderante.
Lo único que la Fundación heredó del Mulo fue su obsesión paranoica por la Segunda Fundación, y en ése sentido se desarrollan los estudios del profesor Darell, padre de Arcadia (o Arkady, como se empeña en ser llamada la mocosa), y a su vez hijo de la mítica Bayta Darell. La Segunda Fundación sigue considerándose una amenaza, el temor no resulta convincente por cuanto, según Seldon, ésta Segunda Fundación sólo tiene un cometido científico, preservar el conocimiento de la psicohistória, y no necesariamente tiene porque interferir con las actividades de la primera. Pero su simple existencia basta para poner nerviosos a unos y otros, movilizando recursos que estarían mejor empleados en cuestiones más apremiantes.
Así pues, Darell y un grupo de conjurados se embarcan en buscar por su cuenta la Segunda Fundación, con la inestimable ayuda de, por supuesto, Arkady, cuyo inabarcable ego complicará las cosas a unos y otros hasta el infinito. En ésta ocasión Asimov si se molesta en construir una intriga de altura, conspiraciones dentro de conspiraciones dentro de conspiraciones, sacrificios sin fin, engaños que no lo son y verdades del barquero aceptadas por comodidad. Para que todo hubiera sido perfecto hubiera bastado con ver como un agujero negro engullía a Arcadia Darelll y que la maniobra defensiva de la Segunda Fundación hubiera sido eso, una maniobra hábilmente desarrollada, no un encadenamiento al borde de la torpeza de convenientes manipulaciones mentales.
Conclusiones
La trilogía de las Fundaciones no da para más. Mi idea de que Asimov había perdido todo el interés en ella se fundamenta en la progresiva dependencia de los argumentos en los poderes psíquicos, en trucos de prestidigitador que no conducen a nada productivo. Literariamente no es gran cosa, Asimov, el mismo lo reconocía, no era un literato de altos vuelos, se conformaba con ser claro y directo, sus personajes están definidos con unas pocas pinceladas (por otro lado, suficientes en la mayoría de los casos) y tampoco se recrea especialmente en los escenarios, Trantor, quizá, está más trabajado, pero no hay referencias arquitectónicas a la Fundación, nunca pierde el tiempo en vestuario y enseres, siempre se centra directamente en la narración de los hechos.
El gran acierto de Asimov en la trilogía de las Fundaciones es plantear, por un lado, una hipótesis plausible del hundimiento del Imperio Galáctico, monolítico en su estructura, sin enemigos externos que lo amenacen ni motivaciones para explorar, expandirse, ha perdido toda vitalidad y se desmorona sobre si mismo, ni siquiera es empujado a ello por un enemigo externo, simplemente se deshace y sus cenizas se las lleva el viento de la historia.
En cuanto a la piscohistória es otro buen hallazgo, degeneración narrativa de los psicohistoriadores aparte, por cuanto su propuesta original es de índole cientifista, no mística; es posible calcular, que no adivinar, el futuro, pero no influir en él. Acontecimientos cercanos serán previstos con gran precisión, pero según se alejen en el tiempo intervendrán más y más factores que complicarán las ecuaciones y harán de su calculo algo complejo y sujeto a inexactitudes. Idea que se refuerza en una de las escenas entre psicohistoriadores donde se explica que el Plan Seldon original sólo fue un esbozo, y que una de las misiones de la Segunda Fundación es enmendar la plana al maestro y recalcular continuamente el futuro.