Si algo se puede aprender de Ballard es a describir un viaje iniciático regresivo.
Curiosamente, los personajes de Ballard raramente evolucionan hacia delante, pocas veces progresan en su construcción personal cayendo casi de forma invariable en una espiral de ofuscación y brutalidad que acaba por convertirlos en seres primitivos, como si su psique regresara a los tiempos en los que la supervivencia era la única premisa vital y nada más importara. RASCACIELOS, EL MUNDO SUMERGIDO, CRASH, todas ellas muestran la quiebra de la personalidad, la ruptura de las convenciones sociales, el sometimiento y la ferocidad de lo primordial.
HOLA, AMÉRICA no es menos, aunque en este caso el viaje iniciático es real, hay un desplazamiento en el tiempo además de en la locura, sin embargo, en esta ocasión Ballard prefiere no destruir a sus personajes ni hundirlos en sus propias miserias y miedos. Al contrario, los desarrolla y hace crecer.
El escenario que plantea es escalofriante, muy del gusto de los evangelistas del cambio climático. Dentro de las medidas desesperadas que se tomaron en un futuro no muy lejano para paliar en lo posible una gran crisis energética se decidió construir un dique en el estrecho de Bering. Las consecuencias son desastrosas, interrumpidas las corrientes marinas y el consiguiente intercambio calórico entre polos y trópicos e cambio en el régimen de lluvias es brutal y el América del Norte se convierte en pocos decenios en un desierto del que huyen la mayoría de sus habitantes, quedando sólo habitado por unas pocas tribus (los Profesores, los Burócratas, las Divorciadas...) de indios.
Desde Europa parten de cuando en cuando expediciones de investigación, y es la pérdida de una de ellas lo que provoca que se prepare una expedición de rescate compuesta por un grupo tan heterogéneo como explosivo de descendientes de antiguos norteamericanos, reclutados por la fuerza o de grado. Entre ellos está el joven Wayne, embarcado como polizón en el Apollo, y obsesionado por pisar de nuevo el continente americano. Aún sabiendo lo que les espera el desembarco en un Nueva York devastado por el desierto y el tiempo tiene mucho de traumático, y más cuando el capitán Steiner embarranca deliberadamente el Apollo.
La imposibilidad de movilizar el barco, la necesidad de prepara una expedición terrestre, el enfrentamiento de toda la expedición con Steiner y sus extrañas motivaciones, el desafío con el desierto y con las propias obsesiones dibujan un marco típicamente ballardiano en el que unos y otros van cayendo por el camino, a excepción de Wayne, alimentado por la tierra que había mitificado y que le hace crecer como individuo.
No es ésta una novela exclusivamente para incondicionales de Ballard, todas sus obsesiones (la aeronáutica, la astronáutica, la degradación del individuo) están presentes y en cantidades generosas, pero quien no se haya acercado hasta el momento a la obra de Ballard estará frente a una novela asequible, muy característica del autor pero a la vez perfecta para iniciarse en la lectura de su obra sin las complejidades de otras novelas.