Esta novela, más que de ciencia-ficción, habría que calificarla de política-ficción. El argumento es sencillo; Lorenzo Smythe, un actor de cierto renombre pero muy mala suerte, es contratado por los colaboradores de Joseph Bonforte, un eminente político, para que le suplante mientras este se encuentra temporalmente fuera de la circulación a causa de cierto desagradable suceso. Lo que parecía un breve trabajo se ve alargando por una sucesión de circunstancias imprevistas hasta que Smythe acaba por meterse tan dentro del papel del político que se convierte en el más ferviente de los expansionistas, el partido de Bonforte, e incluso llega a tomar decisiones importantes en contra de la opinión de sus jefes pero siempre en la línea del carácter e ideología del propio Bonforte.
La novela es ágil y divertida, cuestión esta última que suele olvidarse cuando se habla de la obra de Heinlein, con las medidas precisas de emoción, romance, exotismo y aventura. Es sin duda una novela que se lee con agrado e incluso con avidez.
¿Y por qué política-ficción? Bien, cambien naves espaciales por galeras, marcianos por galos, venusinos por egipcios, un par de detalles administrativos, trasládenla a los tiempos del Imperio Romano y tendrán la misma novela ambientada en los tiempos de Claudio, sin haber perdido ninguna de sus virtudes y defectos. ¿Qué significa esto? Desde mi punto de vista a Heinlein lo que menos le interesaba era el escenario donde coloca a los protagonistas de la historia, ni siquiera el argumento, aún siendo impecable, es su mayor preocupación, ESTRELLA DOBLE es un recorrido por el ideario ideológico de Robert A. Heinlein. Al menos el Heinlein de 1956.
Y no, Heinlein no era fascista, por mucho que se insista en los mentideros sobre las supuestas ideas conservadoras, populistas, militaristas y excluyentes (fascistas, en resumen) de Heinlein, los fragmentos de los discursos de Bonforte, medio del que se sirve para proclamar su ideario político, dejan bien claro que no es así; Bonforte, (Heinlein), aboga por el libre comercio, por minimizar el aparato del estado, por la colaboración libre y no reglada entre individuos, por la firmeza de las propias convicciones (sin entrar en que convicciones son esas), por la superación personal y por la integración plena de razas y culturas.
Bonforte, (Heinlein) aboga por la cultura de frontera, en la que nadie debe esperar a que el estado (principal herramienta del fascismo) le ayude, en esa línea, también desprecian la falta de ambición y el pacifismo asimilándolo a una forma de egoísmo. Quizá esto último es lo que haya llevado a pensar de Heinlein como en un ferviente militarista, cuando en realidad sus visiones guerreras se limitan la propia protección y la del vecino amenazado.
Francamente, no soy capaz de calificar a alguien con esas ideas de fascista, ni siquiera de derechista, en realidad la ideología de Heinlein daba cabida a cualquier forma ajena de entender la vida que no interfiriera en la propia.
En resumen; un libro que por si mismo es de apasionante lectura con el añadido de que dará una idea clara de los pensamientos políticos de su autor.