TRAICIÓN
TRAICIÓN Orson Scott Card
Título original: Treason
Año de publicación: 1988
Editorial: Ediciones B
Colección: VIB
Traducción: Ángela Pérez
Edición:1ª reimpresión: octubre 1996
Páginas: 431
ISBN:
Precio: 5,86 EUR
Comentarios de: Andrés Berdasco Blanco

Según nos advierte el propio autor en una nota al principio del libro, UN PLANETA LLAMADO TRAICIÓN fue la segunda novela que publicó y la novela que ahora nos ocupa no es más que una versión revisada de aquella, casi una década después. él mismo nos dice: La historia la he dejado casi intacta. Solo he cambiado la forma de presentarla (el tono, el ritmo, la claridad). (...) con pequeñas correcciones casi en cada página.

No he tenido la oportunidad de leer la primera versión pero, si me fío por lo que dice Card, sólo hay diferencias en la forma de narrar la historia (esto lo dice él) y, por lo tanto, la comparación de ambas novelas sólo tiene interés para los que quieran estudiar la evolución narrativa de un escritor (esto lo digo yo). Mi interés, de momento, no llega a tanto.

Personalmente creo que TRAICIÓN, más que una novela de ciencia-ficción, es una novela de fantasía. Mejor dicho, el 95% del libro es pura fantasía. Esto no lo digo como si fuese algo criticable, soy tan aficionado a la fantasía como a la ciencia-ficción, sólo lo digo para dejar cada cosa en su sitio.

TRAICIÓN es el nombre de un planeta formado por un único continente en el cual habitan diferentes pueblos. Dichos pueblos no son más que grandes familias, descendientes de los primeros habitantes. Esos primeros colonos eran los cabecillas de una rebelión ocurrida 3000 años en el pasado y que fueron desterrados a un mundo sin hierro con la consiguiente imposibilidad de desarrollo tecnológico. El nombre de cada pueblo es el apellido de quién descienden: los Muneller descienden de un ingeniero genético, Los Allison de un teólogo, los Nkumai de un físico, los Schwartz de un geólogo, etc. Cada pueblo comercia con el mundo exterior a cambio del preciado hierro, para así poder construir una nave espacial y escapar del planeta. Todos quieren ser los primeros en escapar y, mientras tanto, hay continuas guerras entre ellos por la posesión del hierro para la nave y, de paso, para tener mejores armas, escudos, armaduras, etc. Es la pescadilla que se muerde la cola: el más fuerte conseguirá más hierro y el que tenga más hierro será el más fuerte.

Hastá aquí parece de ciencia-ficción, pero lo que ya me cuesta más considerar como tal es que cada familia posea un don especial, casi mágico, dependiendo de la profesión de su antepasado, así: los Mueller regeneran a voluntad partes del cuerpo humano con las que comercian a cambio de hierro, los de Ku Kuei pueden manejar el flujo del tiempo a voluntad acelerándolo o ralentizándolo, los de Schwartz se comunican con las piedras y la tierra como si fuesen seres vivos y las moldean a voluntad. En este escenario el protagonista, Lanik Mueller, es el heredero al trono de su pueblo, pero tiene un problema, es un regenerador radical, distintas partes de su cuerpo crecen al azar y pierde la posibilidad de ser rey. Es enviado en una larga misión de espionaje a otro pueblo, aunque más bien es un destierro. Empiezan así sus andanzas por el planeta Traición, recorriendo los distintos pueblos y adquiriendo el conocimiento de los poderes de cada uno, todo ello mientras se desarrolla una guerra por el total control del planeta.

Todo esto me parece fantasía pero, más que por la imposibilidad científica de ciertos poderes o dones, por la propia estructura de la novela: un mundo con una civilización estilo medieval donde impera el feudalismo, dividido en varias razas (familias) con rasgos y características (poderes) claramente diferenciales, donde se libra una guerra por el poder generalmente entre el Bien y el Mal (contra la más cruel y peligrosa de las familias). Pero además, la novela es como un libro de viajes a través de los cuales nos describe el mundo y nos muestra las maravillas de cada pueblo. Vamos, lo dicho, pura fantasía. Lo único que tiene de CF es el envoltorio, la cáscara, que no afecta para nada al desarrollo de la novela. Si se sustituye a los embajadores del mundo exterior por dioses a los que se les ofrece tributos, si la guerra es sólo por el control del hierro y se eliminan las referencias a los antepasados y a sus profesiones con las que justifica los poderes (lo que me parece un poco tonto) entonces nos quedamos sin nada de CF, lo que hubiese favorecido a la coherencia de la novela.

En especial, lo que peor me parece es el hecho de relacionar la profesión del fundador de cada pueblo con sus habilidades o poderes, tan definitorios. Es increíble que los pueblos sean tan radicalmente distintos y que mantengan una identidad asombrosamente relacionada con su antepasado. ¿Por qué todos los descendientes de un teólogo son religiosos? ¿o físicos los descendientes de un físico? ¿porqué los descendientes de un geólogo viven en armonía con la naturaleza y hablan e interactúan con las rocas? Además, me parece imposible una dispersión por todo el planeta de los descendientes de los primeros desterrados sin que hubiese un mestizaje entre familias, quedando el mundo tan perfectamente repartido entre los diferentes pueblos, a no ser que soltasen a cada antepasado en una región diferente del planeta y sobreviviesen. Increíble.

Alguien puede decir que soy un quisquilloso y es verdad, pero lo soy precisamente porque Card pretende dar una justificación científica a lo injustificable, solo para dar un toque de CF a la novela, algo que no necesitaba en absoluto. De todos modos, como esto es sólo un problema de envoltorio no me impide disfrutar de la novela y sigo adelante.

Pues bien, si tengo que hacer una valoración sobre la novela, mmmm déjame que lo piense..., creo que me ha gustado, no excesivamente, pero me he entretenido con su lectura. Es un libro sencillo y sin pretensiones, que entretiene bastante, bien escrito y que engancha desde el principio. Esa sensación de explorar un mundo desconocido descubriendo sus intrigas, sus magias, sus secretos, unido a la frescura de su narración te obliga a pasar páginas sin parar por el mero hecho de divertirte leyendo. Quizás esto sea demasiado poco para el que busca sesudas disertaciones, complejas descripciones mecanico-cuánticas o una elaborada psicología de los personajes, que en otras novelas quedan bien e incluso son necesarias, pero no hay nada más lejos en la finalidad de este libro.

Y digo...creo que me ha gustado, porque no estoy seguro. Parece un poco absurdo, pero es verdad. Me explico: además de mis quejas anteriores debo añadir el sabor agridulce que me dejó el final, y es que después de una entretenida lectura durante todo el libro un servidor llega al final y se tropieza con algo totalmente inesperado y que le ha dejado cara de tonto (el que avisa no es traidor, si no quieres que te estropee la novela, no sigas):

¡Los malos son los descendientes de un político, Anderson­, y como tal, son capaces de hacer que la gente les vea como ellos quieran! un anciano puede hacer que le vean como una joven muchacha, una mujer se hace pasar por el jefe de sus enemigos, etc, etc. Dicho poder da bastante juego en ciertas escenas, posiblemente las mejores de la novela, pero si ya estaba asqueado con la explicación ridículamente racional de los poderes, éste ya colmó el vaso. No es que defienda a los políticos, no me gustan, y me parece muy bien criticarlos, pero usarlos de ésta manera como iconos de maldad y falsedad y justificar así un poder sobrenatural me parece realmente ridículo. ¡Además el final es, posiblemente, de lo más fascistoide que he leido! para salvar el mundo de la amenaza de los Anderson­ ¡LOS MATA A TODOS! ¡A todo un pueblo! Apoyado en el poder de los geólogos, y con la inestimable ayuda de la madre Traición (que no Tierra), crea tal terremoto ¿¿?? (sin palabras) que hunde la isla en la que viven semejantes abominaciones (debe ser que todos eran malos malotes, mujeres, ancianos, niños ¡TODOS!). Pero además reconoce que en ese genocidio mueren también algunos pescadores de un pueblo vecino, ¡totalmente inocente! por culpa del maremoto (se disculpa: daños colaterales inevitables). ¡No se vayan todavía, aún hay más! Y es que lo peor de todo es que semejante genocidio no solo no lo justifica, sino que lo pone en duda, el protagonista reconoce que lo hace sin saber si es lo correcto, sólo porque él es un Mueller y no puede dejar que sean los Anderson­ los que dominen el mundo entero, aunque eso traiga finalmente la paz. Un final MUY POCO INTELIGENTE que para nada está a la altura del resto de la novela. Este final entra dentro de lo que yo denomino El Complejo Hiroshima.

En definitiva, como ya dije, un final poco inteligente para lo que podría haber sido una buena novela sino fuese por eso y por otros defectos antes mencionados. Se queda en una novela entretenida, que gusta en su desarrollo y que podría dejar un buen sabor de boca si uno es capaz de ignorar las últimas páginas. Le daría un aprobadillo justito o mejor, un insuficiente más por lo que podría haber sido y no es, que por lo que es. Lo dicho, que estoy en un mar de dudas de las que deseo el tiempo llegue a disipar.

Todo por un mal final...

...o será que no lo entendí.

© Andrés Berdasco Blanco, (1.574 palabras) Créditos