Sobre RHIALTO EL PRODIGIOSO
Existen novelas repletas de elementos fantásticos que no pertenecen al género de dragones y espadas, y entre ellas incluso las hay tan frescas y tan amenas como ésta. RHIALTO EL PRODIGIOSO son tres historias separadas en el argumento pero con los mismos personajes y el mismo escenario: un grupo de magos del vigesimo primer eon de la Tierra, en la que el Sol ya se está apagando y el mundo ha regresado a la magia. Este grupo de magos se ha asociado para proteger sus intereses, pero el orgullo, la ambición, el egoísmo y la avaricia por unas preciadas piedras IOUN les enfrentan fácilmente entre sí, con lo que ello supone entre magos un tanto dados a la frivolidad.
Los tres libros de que consta la novela son tres historias auténticamente quijotescas, histriónicas, y no hubiera cabido mejor marco para ellas que la desbordante imaginación de Vance. Es un repaso a las aventuras de Rhialto, con un toque de humor no muy frecuente en sus narraciones, y que constituye sin duda una magnífica lectura ligera para cualquier momento de cualquier día.
¿Inconvenientes? Nada más allá de lo que es intrínseco a Vance. No es una obra trascendente, por cuanto el argumento, una vez más, está al servicio del más puro entretenimiento. No hay moralejas, reflexiones o especulaciones de algún tipo; RHIALTO EL PRODIGIOSO es diversión por mera diversión, un tipo de narraciones que es difícil que no agraden.
Calificación:
Narrativa: 3, Argumento: 2, Originalidad: 4, Global: 3
Leer a Jack Vance es un placer. Yo aseguraría que no es un escritor clásico de ciencia-ficción. Ni es un autor hard, preocupado por la coherencia tecnológica de sus relatos, ni un pensador soft, interesado en extrapolar la sociedad actual a futuros más o menos imperfectos, ni un fantaseador space-opera, despreocupado de todo excepto de la acción y de la intriga.
Y sin embargo lo es todo a la vez. Vance consigue en su obras dar coherencia a todos los aspectos de las mismas, desde la tecnología, hasta la última peripecia de sus protagonistas. Pero si hay que valorarle como algo es, principalmente como escritor de aventuras. Y eso en la ciencia-ficción es importante. Muchas veces se olvida que el lector de ciencia-ficción es, ante todo, un lector de novelas de aventuras.
Corrientes más o menos renovadoras han querido usar del género para dar largos y aburridos discursos acerca de tales o cuales dilemas filosóficos, prevenirnos sobre los males por venir o experimentar con la forma de describir el mundo. Muy raramente se ha conseguido aunar ese afán de renovación con el mínimo interés no sólo novelesco, sino simplemente literario. Y en eso Jack Vance (como Philip José Farmer, C. J. Cherry, Julian May etc.) les da cien mil vueltas a los pretendidos literatos del género.
Por supuesto que me dejo llevar por mis preferencias personales. Pero hasta para el mas negado es obvio que si una novela no es entretenida naugraga en todos sus demás aspectos. Se dice que Joyce fracasó como novelista con su ULISES precisamente por esa causa. Experimentó sin contar con el lector. Otra cosa es que el lector, con tal de no quedar como un zote ante tan excelsa obra, no admita que se ha aburrido soberanamente. Otro ejemplo muy cercano es el de Alberto Vázquez Figueroa. Ignorado por la crítica y los exquisitos, probablemente es el autor español que más novelas ha vendido en las últimas décadas.
Pues bien. Jack Vance consigue entretener, maravillar y hasta divertir con sus obras. Y todo ello sin complicarse la vida con rebuscados ejercicios de estilo o enredar al lector en sociedades más o menos antiutópicas. Jack Vance, ante todo, es un autor de novelas de aventuras. Que las sitúe en un futuro más o menos cercano es lo de menos, porque encima lo hace perfectamente. Las sociedades que describe son tan coherentes como plurales, la tecnología que inventa se usa profusamente, y se limita a describir sus efectos nunca sus principios, y sus personajes son tan reales y tangibles como desprovistos de caprichosos dilemas morales. Por que al fin y al cabo, como buenos personajes de novela de aventuras, son individuos que suelen estar más preocupados de su propia supervivencia que de andar lamentándose de lo miserable que es su vida.
Con LA SAGA DE LA TIERRA MORIBUNDA, Vance riza el rizo y proyecta la acción nada menos que a la época en la que Sol se apagará definitivamente. Supongo que eso de apagarse definitivamente es una licencia poética y el propio Vance sería consciente de que el Sol quizá sufra ciertas transformaciones en otro sentido, pero para el caso es igual. En el vigésimo primer eón el Sol es ya muy viejo y la humanidad ve como pierde fuerza poco a poco. Que ha pasado un poco de tiempo hasta ese momento es evidente, y que las cosas han cambiado también.
Decía Clarke (y si no lo decía da igual, alguien lo dijo) que cualquier forma de tecnología lo suficientemente avanzada parecerá magia a una cultura por debajo de ese nivel. En la Tierra Moribunda es más bien al revés. La magia es algo tan habitual que la de mago y hechicero (brujas no, hubo una guerra y pintó bastos para ellas) es una profesión tan respetada como temida, y ciertamente la única tecnología digna de llamarse tal que ha sobrevivido es la de la herrería. Seres inimaginables pueblan bosques y desiertos, y eso al fin y al cabo es lógico, millones de años de evolución y algún que otro experimento extravagante han creado entes tan sorprendentes como amenazadores.
Y en medio de todo esto está Cugel. Ladrón profesional y ocasional vendedor de talismanes se ve envuelto en un feo asunto con un mago de carácter poco afable y se ve obligado a recorrer ¡por dos ocasiones! Esta Tierra Moribunda de cabo a rabo. Eso da oportunidad a Vance para recrear situaciones a veces hilarantes y a veces tenebrosas, pero de ningún modo aburridas. El lenguaje que inventa Vance para la época también es digno de atención. No tiene el pésimo gusto de inventarse palabras, hace algo más complicado que todo eso. Sus personajes se expresan con circunloquios, negando cuando afirman y afirmando cuando niegan. Todo es esmerada corrección, aún lanzando el peor de los insultos.
Ya he dicho que Cugel es un ladrón y un fullero. Y su capacidad de estafar y ser estafado a cada página portentosa. No pasa episodio en el que ya sea por activa o por pasiva alguien se vea transportado de la más absoluta de las riquezas a la pobreza más abyecta, y viceversa, y vuelta a empezar.
Estas aventuras son las que componen el segundo y tercer volumen de esta ¿tetralogía? Todos los libros se pueden leer tranquilamente por separado, y la lectura de todos ellos únicamente dará una idea más precisa de lo que es La Tierra Moribunda. El primer volumen son historias de magos, sin relación con el mentado Cugel, y el cuarto también. Aunque la diferencia de años (¡más de treinta!) se hace notar.
Es desde luego una obra muy recomendable (y más ahora, que están saldando la colección de Ultramar) que nada tiene que ver con las dragonadas al uso y de la que debería aprender más de un aprendiz de mago.
Me estoy leyendo LA SAGA DE LA TIERRA MORIBUNDA, en Ultramar, y estoy pensando que si el autor no fuera quien es, ya habría abandonado.
Es que esta serie es un soberano latazo, o eso me parece a mí.
El primer volumen, LA TIERRA MORIBUNDA, no está mal, aunque al ver que está formado de historias cortas e individuales (o casi), me da la impresión de que no estaba pensado como una serie.
Después de mucho perseverar, me he leído los dos de Cugel, y por lo poco que he leído del cuarto me parece que la cosa no va a mejorar demasiado.
Aunque para ser justos, puede que Vance escribiese la serie así a propósito, como una parodia de las novelas de Fantasía, con magos, bichos raros y cosas así, poniendo un protagonista (Cugel, en los tomos 2 y 3) con tan mala leche como los presuntos malos.
Tiene una cosa en común con otras obras de Vance, los personajes se tiran en ocasiones media página o más hablando, dándole vueltas a cualquier asunto, desde pagar la cuenta de la posada, hasta alquilar o comprar cualquier cosa.
En fin, que no la recomiendo.