La ley seca: Centenario de una ley absurda, 15
LA OTRA CARA DE CAPONE 1ª PARTE
por Antonio Quintana Carrandi
Al fumándose un caliqueño

La puesta en libertad de Capone se llevó a cabo con gran discreción. Sólo su esposa, Mae, fue avisada de ello, exigiéndosele que guardara absoluto silencio al respecto. La prensa fue informada dos días después, cuando Al ya reposaba en su villa de Palm Island, Miami Beach, Florida, a la que había sido llevado de inmediato por la solícita y abnegada Mae.

En las semanas que siguieron a su liberación, Capone recibió numerosas visitas de cortesía. La mayoría de los visitantes le trató con gran respeto. A pesar de su relativa juventud, los estragos de su enfermedad habían hecho mella en él, y el antaño temido Scarface parecía ahora un viejo achacoso. Para él, y también para su esposa, recibir tantísimas visitas fue motivo de orgullo, pues esto demostraba que todavía era muy apreciado en la Organización que había creado.

Sólo una sombra se cernió sobre Al: Sonny, el hijo al que idolatraba, le recibió con cierta frialdad, pues había estado largos años separado de su padre y, en consecuencia, apenas reconocía ya al autor de sus días.

Varios meses después, Al sufrió un ataque cardiaco del que se recuperó, pero que le dejaría postrado en una silla de ruedas. Algún tiempo más tarde, la discreta pero férrea vigilancia que los federales habían mantenido sobre él y su entorno fue retirada. Nadie dudaba ya que los días de Al Capone como líder mafioso de Chicago habían terminado.

La visita más apreciada por Capone fue la de su antiguo mentor, Johnny Torrio, que se había exiliado a Italia a mediados de los años 20, pero que tuvo que regresar a los Estados Unidos debido a la presión policial ejercida contra los cabecillas mafiosos por orden de Benito Mussollini, que se había propuesto acabar como fuera con la Mafia. Aunque se sospecha que, de alguna forma, Torrio seguía manteniendo contactos con el mundo del delito, y hasta llegó a pasar una temporada entre rejas por, ¡cómo no! evasión de impuestos, a su regresó a USA se dedicó, preferentemente, a actividades comerciales en principio no reñidas con la ley, llegando a destacar como agente inmobiliario. Hasta tuvo participaciones en una empresa de producción de alcohol, tras la derogación de la Volstead Act en 1933.

El 21 de enero de 1947, mientras comía, Al Capone sufrió un derrame cerebral, que se complicó con una neumonía. Falleció el 25 de ese mes. Tenía 48 años.

Su muerte es considerada por muchos, aun hoy, como el fin de la Era de esplendor del gangsterismo. Desde entonces, más que en un protagonista destacado de la historia criminal de Estados Unidos, Al Capone se ha convertido en un auténtico Mito, en una leyenda cuya pervivencia continúa asombrando a los historiadores.

La historia de la Mafia americana está plagada de figuras destacadísimas: Joe Bonanno, Carlo Gambino, Vito Genovese, Frank Costello, Paul Castellano, Albert Anastasia, Sam Giancana, Francesco Colombo, Carmine Galante... La lista sería interminable. Pero absolutamente ninguno de ellos es tan recordado como Capone. Todo el mundo ha oído su nombre. Todos, hasta los más jóvenes, saben o creen saber quién fue. En realidad, el conocimiento de la figura de Scarface que tiene la mayoría de la gente está muy mediatizado por su utilización en películas y series de televisión. Pero, aunque algunos aspectos de su existencia han sido exagerados hasta límites esperpénticos en largometrajes y telefilms, lo cierto es que, en bastantes cosas, la realidad de la vida de Al Capone supera con mucho a la ficción.

El verdadero artífice del Crimen Organizado, tal como ha llegado a nuestros días, no fue Capone, sino el gánster neoyorkino Charles Lucky (Afortunado) Luciano. En 1931, mientras Scarface se las veía con la justicia, Luciano, tras orquestar la eliminación física de Salvatore Maranzano y otros que controlaban la Mafia de Nueva York, había procedido a crear La Comisión, que a partir de entonces sería el órgano supremo de dirección de la organización criminal. Luciano fue la figura más importante en el desarrollo y consolidación del moderno Crimen Organizado, pues dotó a éste de una estructura casi empresarial, similar, en algunos aspectos, a la de General Motors o cualquier otra firma importante. El objetivo de Lucky era acabar de una vez con las guerras entre bandas mafiosas, que empezaban a ser conocidas como Familias, pues la violencia desatada focalizaba la atención de las autoridades, estatales y federales, sobre las actividades criminales. Luciano sorprendió a todos los jefes mafiosos, pues, cuando éstos esperaban que, como Maranzano, se autoerigiera en Il capo di tutti capi (El jefe de todos los jefes), anunció que él sería, simplemente, uno más entre los miembros de La Comisión. De hecho, ni siquiera tendría eso que los demócratas de por estos pagos ibéricos llaman voto de calidad, ominosa práctica que consiste en que, por ejemplo en un pleno municipal, el voto del alcalde de turno valga como dos de los concejales.

Nadie que conozca bien la historia del Crimen Organizado en USA cuestiona la vital importancia de Luciano en su consolidación. Sin embargo, Alfonso Capone sigue siendo infinitamente más famoso que él. ¿Cómo se explica algo así?

Simplemente, porque Capone podía ser muchas cosas, pero no discreto, porque esta cualidad no iba con su forma de ser. Era hijo de inmigrantes pobres, había conocido la miseria y la marginación y, en consecuencia, cuando empezó a progresar quiso que todo el mundo lo supiera.

Su personalidad ha fascinado a historiadores y psicoanalistas por igual durante un siglo. Era un delincuente, pero, al mismo tiempo, buscaba ser reconocido como un pilar de la comunidad, alguien que contaba en la sociedad del Chicago de entonces. Su comportamiento difería muchísimo del de su mentor, Johnny Torrio, y de otros destacados mafiosos de su tiempo. Fue el único traficante de licor que reconoció abiertamente transgredir la Prohibición, definiéndose a sí mismo como un empresari o, que cubría la tremenda demanda de alcohol provocada por la estúpida e impopular Volstead Act. Aunque raras veces se refería a determinadas personas importantes por sus nombres, insistía en que, los cargos públicos que más vociferaban en defensa de la Ley Seca, eran sus mejores clientes, los únicos que disponían de las considerables sumas imprescindibles para adquirir los licores más finos, traídos como contrabando desde Europa. Esta denuncia constante de la hipocresía de las clases privilegiadas le granjeó muchas simpatías entre el grueso de la población.

Su vena filantrópica, definida como interesada por la mayoría de los historiadores, con buena parte de razón, ha hecho correr ríos de tinta. Es cierto que, cualquier ayuda que ofreciera Capone, llevaba implícito el compromiso de corresponder a la misma cuando y como él exigiese. Pero también lo es que ayudó a muchísima gente a la que nunca pidió nada a cambio, sobre todo a la comunidad italoamericana. En el primer caso, bastaba, por ejemplo, con comprometerse a declarar ante un juez que se había visto a fulano de tal aquí o allá, a una hora determinada, cuando en realidad aquel hombre de Capone había estado en otro lugar, cometiendo un delito. En el segundo de los casos, es hasta cierto punto comprensible que, en una época en la que no existían ayudas sociales de ningún tipo, y los políticos no mostraban la menor preocupación por las necesidades más perentorias de la gente, ésta, cuando tenía algún problema, y más si tenía raíces italianas, acudiese antes a determinadas personas, aunque fuesen delincuentes notorios, que a unas instituciones que, en parte por la venalidad e indiferencia de los funcionarios, y en parte por falta de recursos de todo tipo, sólo ofrecían buenas palabras pero ninguna solución.

Hay muchísimas anécdotas sobre la generosidad de Capone. Es posible que algunas sean exageraciones o tergiversaciones de hechos reales, pero gran parte de ellas están avaladas por muchos testigos. Capone mostraba su lado solidario de dos formas: con actos llamativos y muy mediáticos, que servían para publicitar su figura como la de un benefactor público, y con otros más pequeños y discretos, cuyos beneficiarios solían ser casi siempre personas humildes.

Como ejemplo del primer caso tenemos la iluminación navideña de las calles de Chicago, pagada exclusivamente por Capone entre los años 1925 y 1930; las importantísimas donaciones económicas del gánster a varios hospitales, asilos y orfanatos, y la financiación de eventos deportivos de todo tipo. Pagó de su bolsillo ambulancias para los centros médicos y camiones-cuba y equipos diversos para los bomberos. Durante la Gran Depresión, y hasta el momento de su ingreso en la cárcel, mantuvo abierto durante varios meses un comedor social en Chicago, que atendió a varios miles de hambrientos parados que lo habían perdido todo por la crisis. Hasta llegó a costear la creación y equipamiento de clubes juveniles de beisbol en los barrios más pobres de la ciudad.

Pero lo que le ha dado a Al Capone fama imperecedera de generoso y desinteresado, aunque en realidad no lo fuera tanto, fueron las múltiples ocasiones en que acudió en ayuda de personas anónimas, que se veían acuciadas por alguna necesidad perentoria y no tenían a quién recurrir. Siendo como era hijo de napolitanos, prestó especial atención a los hijos de Italia, que solían llegar a América poco menos que con una mano delante y otra detrás. Estas personas observaban las costumbres y tradiciones de su pueblo, entre ellas la de proporcionar una dote a las muchachas que iban a contraer matrimonio. Como es obvio, la mayoría de los padres de familias inmigrantes no podían hacerlo, y muchas jóvenes, avergonzadas porque no podían aportar a su matrimonio ni siquiera una modestísima dote, renunciaban a casarse. Enterado Scarface del asunto, instituyó un fondo para proporcionar pequeñas dotes a las muchachas italianas casaderas. La cantidad variaba entre cincuenta y cien dólares, sumas considerables en la época. Se cree que, al menos, mil quinientas chicas de familias humildes se beneficiaron de esta iniciativa de Al. Guzik, que llevaba los asuntos financieros de la organización, no estaba muy conforme con todo aquello, pues consideraba que era un despilfarro inútil. Pero Capone insistía en mantener el sistema de dotes, porque decía considerarlo una obligación moral hacia los más desfavorecidos de la comunidad italoamericana.

Son incontables las ocasiones en que Capone actuó de igual modo. La anécdota más conocida es la del vendedor de periódicos. Cierto lluvioso día de 1928, en que Capone se encontraba con sus hombres en un restaurante, entró en el local un niño de unos diez años, completamente empapado por la lluvia, con un brazado de diarios bajo su delgadísimo abrigo. Los escoltas del gánster quisieron echar al chaval, pero Al lo impidió, pidiendo al muchacho que se acercara. El chico lo hizo y le ofreció un periódico, cuyo precio era de diez centavos. Caracortada sacó un billete de su cartera y se lo dio, diciéndole que le compraba todo el paquete y que se fuera a su casa, advirtiéndole que debía entregar el dinero a su madre. El valor de los periódicos no llegaba ni a cinco dólares, pero Al entregó al niño un billete de cien, que en aquel tiempo equivalía a la cuarta parte del valor de venta de un Ford modelo A.

Famosas fueron también sus propinas. La mayoría de los gánsteres daban, como mucho, medio dólar, a veces menos, a los camareros que les atendían en los restaurantes. Hay cientos de testimonios que aseguran que Al Capone nunca daba menos de diez dólares. En un viaje a Nueva York, entró en una peluquería para afeitarse. El coste del servicio fue de un dólar y veinticinco centavos. Pagó con un billete de veinte, diciéndole al barbero que se quedara con el cambio, pues yo también soy hijo de un barbero y sé lo duro que es este trabajo. Cuando visitaba cualquier local de Chicago, los empleados del mismo sabían que se irían a casa con un suculento extra en el bolsillo, pues, antes de retirarse, siempre entregaba al encargado dos o tres billetes de cien, para que los repartiera equitativamente entre el personal. A veces remarcaba lo de equitativamente, como una velada advertencia al receptor del dinero de que no debía pasarse de listo, intentando quedarse la mayor parte para sí. En general, todos los testimonios coinciden en afirmar que era extraordinariamente generoso. Nunca pagaba con cheques. Siempre llevaba encima varios miles de dólares, repartidos entre su billetera y los bolsillos de su chaqueta.

Por supuesto que estos rasgos de su compleja personalidad no deben hacernos olvidar que era, básicamente, un criminal. Llegó un momento en que obtenía beneficios de todos los negocios ilegales de Chicago, incluido el mercado de la carne, es decir, la prostitución organizada. Su participación en ese sucio asunto chocaba con su pretensión de pasar por un hombre honorable. No tenía inconveniente en hablar largo y tendido de sus actividades como contrabandista de alcohol, pero cuando algún periodista imprudente mencionaba la prostitución, se encolerizaba. Decía que, como católico, respetaba demasiado a las mujeres para involucrarse en según qué cosas, y negaba tener nada que ver con comercio tan repugnante. Pero lo cierto era que su Organización poseía más de tres mil prostíbulos sólo en el área de Chicago. Como muchos otros jefes de la Mafia italoamericana, Capone mostraba gran consideración y respeto hacia las mujeres de su familia, las de sus colaboradores y las de la alta sociedad, al tiempo que explotaba miserablemente a una legión de desdichadas.

Capone gozó del aprecio de una parte importante de los inmigrantes no sólo por su manifiesta generosidad, sino también porque, cuando se hizo con el control de la Unión Siciliana, cambió el nombre de esta organización por el de IANU (ITALO-AMERICAN NATIONAL UNION/UNIÓN NACIONAL ITALO-AMERICANA) y abrió sus puertas a todos los italianos, independientemente de la zona de Italia de la que procedieran.

Un detalle curioso, raras veces mencionado por historiadores y biógrafos del célebre gánster, es que no le agradaba que le llamaran El napolitano, como hacía una parte de la prensa escrita. Capone insistía en que, si bien sus padres eran de Nápoles, él había nacido en Brooklyn y por tanto era americano. Siempre se consideró estadounidense, a pesar de respetar y observar, hasta cierto punto, las tradiciones de la patria de sus progenitores. Así, mientras proliferaban las bandas étnicas, por llamarlas de algún modo, formadas por individuos que procedían o tenían raíces en una mismo país, ciudad o zona geográfica, la de Capone era multicultural. En ella hubo italianos de pura cepa, americanos de ascendencia inglesa o irlandesa, polacos, alemanes, algún que otro francés e incluso algunos negros, que colaboraban en tareas menores. Incluso los sicilianos, de los que al principio Capone no tenía buena opinión, a pesar de que su mentor y amigo Torrio era siciliano, formaron en sus filas.

También fue un hombre de familia, en el sentido que le daban a esta expresión los inmigrantes italianos que llegaron a USA entre finales del siglo XIX y principios del XX. Siempre se significó por cuidar con esmero de los de su propia sangre. Sus padres, Gabriele Capone y Teresa Raiola, habían llegado a Estados Unidos en junio de 1895, con sus hijos Vincenzo, de tres años, y Raffaele, de diecisiete meses. Teresa estaba embarazada al llegar a América, y, poco después, el 16 de julio de 1895, nacía su tercer hijo, Salvatore. La pareja no tuvo más descendencia hasta cuatro años más tarde, cuando Gabriele pudo establecerse por cuenta propia como barbero en el número 69 de la Park Avenue de Brooklyn, que no debe confundirse con la elegante artería de Manhattan que ostenta el mismo nombre. Gabriele alquiló un piso en el mismo edificio. Allí nació su cuarto hijo, Alphonse, el 17 de enero de 1899. Después nacerían Erminio en 1901, Umberto en 1906, Amadoe en 1908, Erminia en 1910 (que moriría ese mismo año por causas naturales), y Mafalda en 1912.

En casa de los Capone se hablaba italiano y los niños respondían a los nombres con los que habían sido bautizados, pero en la calle y el colegio no tardaron en adoptar versiones más o menos americanizadas de los mismos. De modo que el primogénito, Vincenzo, pasó a llamarse Jimmy y el resto, por orden de nacimiento, Ralph, Frank, Al, John (también llamado Mimi en ocasiones), Albert y Matthew (o Matty). Mafalda fue la única que no alteró su nombre, porque le encantaba llamarse igual que la mimada hija del rey Victor Manuel de Italia. Estaba orgullosa de llamarse así y se enfadaba cuando alguno de sus hermanos la llamaba Maffie. Sólo de muy mayor permitió que sus sobrinos preferidos se refirieran a ella como la tía Maffie.

Vincenzo, bajo el alias de Richard James Hart, destacó como un esforzado agente de la ley, que incluso llegó a trabajar para la Oficina de la Prohibición. Vincenzo se fue de casa y de Nueva York con sólo 16 años, y, tras diversas peripecias, que incluyeron una breve temporada en un circo y su supuesta pero nunca demostrada participación como soldado estadounidense en la Primera Guerra Mundial, se cambió legalmente el nombre, eligiendo el apellido Hart por ser el de su ídolo, la estrella del western del cine mudo William S. Hart. Su admiración por este actor le llevó a vestir de forma muy parecida. Experto tirador con cualquier arma de fuego, solía llevar dos Colt 45, lo que le valdría su apodo de Two-Gun Hart (Hart Dos Pistolas). Todo indica que se enteró de la vida criminal de sus hermanos por la prensa. Aunque desaprobaba su comportamiento, mantuvo con ellos relaciones cordiales, si bien distantes. Sólo en contadas ocasiones los visitó, y, según parece, jamás hablaron de sus respectivas ocupaciones. Fue un policía eficaz, que siempre se distinguió por su entrega al trabajo y su acrisolada honradez. Participó como testigo de la defensa en el juicio contra su hermano Al, en 1931, y la revelación de su verdadera identidad fue en su momento un bombazo mediático. Murió en 1952, a los 60 años de edad, a causa de la diabetes que padecía.

El segundo vástago de Gabriele y Teresa, Ralph, tuvo una vida larga, pues falleció en 1974, a los 80 años de edad. Había nacido en Italia, en concreto en Angri, Campania, en 1894. Aunque era mayor que Al, siempre estuvo a la sombra de su más inteligente hermano, del que fue entregado colaborador. Fue apodado Bottles (Botellas) Capone no, como pueda imaginarse, por su participación en el negocio de contrabando y venta de licor de su hermano, sino porque estaba al frente de las plantas embotelladoras propiedad de Al, uno de sus negocios legales, que se dedicaba al embotellado de bebidas no alcohólicas. Ralph llegó a Chicago poco después de la muerte de Gabriele Capone, en noviembre de 1920. Al quería que su hermano se ocupara de las plantas embotelladoras de refrescos, porque, aunque este extremo no es muy conocido, el Outfit de Chicago también intentó controlar actividades comerciales lícitas. De hecho, Ralph Capone llegaría a convertirse en el segundo vendedor de refrescos durante la Feria Mundial de 1933 celebrada en Chicago, sólo por detrás del gigante Coca-Cola. Estuvo implicado en diversos delitos, incluidos el juego y la prostitución, y pasó una temporada entre rejas por evasión de impuestos, que durante mucho tiempo parecía ser el único delito que conseguían imputarles a los mafiosos. Se casó y divorció en dos ocasiones. Sólo tuvo un hijo, Ralph senior, de su primera esposa. Como se ha dicho, murió en 1974.

Salvatore Frankie Capone fue el primer miembro de la familia nacido en América. Formó parte de la neoyorkina Banda de los Cinco Puntos (Five Points Gang), junto a su hermano Al. Era en apariencia un tipo afable, que proyectaba la imagen de un respetable hombre de negocios, siempre impecablemente trajeado. Pero parece que también era irascible e imprevisible cuando se enfurecía. Como hemos visto en una entrega anterior, murió en un enfrentamiento con la policía durante la campaña electoral a la alcaldía de Chicago en 1923, si bien otras fuentes afirman que murió el 1 de abril de 1924, cuando, siguiendo instrucciones de su hermano, pretendía influir, utilizando métodos violentos, en las elecciones municipales de Cicero. Como sea, lo cierto fue que falleció acribillado por la policía, y que su madre culpó a Al por no haberse asegurado de su protección. Hay quien piensa que, de haber vivido, se habría hecho cargo de la Organización tras el encarcelamiento de Al, pues era muy decidido y carecía de escrúpulos.

Erminio, llamado John y Mimi por algunos íntimos, fue una nulidad, un gánster del montón que no supo hacer honor a su apellido. Siempre se desempeñó en tareas muy secundarias, como escoltar envíos de licor y cosas así. Después que Al fuese enviado a Alcatraz, se erigió en portavoz de la familia, al tiempo que intentaba, sin éxito alguno, destacar en varios negocios, parte de ellos legales. Entre sus cometidos, fue el encargado de entregar a Mae, la esposa de Al, la pensión que le pasaba la Organización. Aunque alcanzó cierta notoriedad, al ser requerido para testificar, junto a su hermano Ralph, ante el Cómite Kefauver, instituido por el Senado para investigar la vinculación entre Mafia y política, nunca pasó de ser un segundón. La fecha de su muerte no está clara, porque se apartó por completo de la escena social y la familia mantuvo el más estricto secreto sobre el tema. Hoy se cree que falleció con más de 90 años de edad.

De Umberto Albert Capone hay poco que decir, pues, de los siete hermanos varones, fue el único que llevó una vida más o menos tranquila, y en cierto modo casi anodina. Trabajó temporalmente en el Cicero Tribune, después que su hermano Al adquiriera el periódico a través de un testaferro. Tuvo algunos encontronazos menores con la justicia, que se resolvieron sin apenas publicidad. Se cambió el nombre legalmente en 1942, reemplazando su famoso pero molesto apellido por el de Rayola, una variante del Raiola de su madre. Si bien fue multado en una ocasión con 25 dólares, por haber agredido a su esposa, no se le conocen otros antecedentes. Murió en 1980, con 74 años de edad.

Amadoe Matthew Capone estuvo implicado, de un modo u otro, en las actividades de su hermano Al, si bien siempre en tareas secundarias o de soporte. Tuvo algunos problemas con la justicia, pero nunca se le pudo inculpar de nada grave. En 1947, en el funeral de su hermano, estuvo a punto de agredir a un reportero gráfico, que pretendía obtener una instantánea de su madre. Murió en 1967, a la edad de 69 años.

En cuanto a la pequeña Mafalda, era el ojito derecho de sus hermanos y con todos ellos mantenía relaciones muy cordiales, pero Al fue siempre su preferido. Nunca le critico, aunque en ocasiones comentara, sobre todo durante su adolescencia, lo difícil que era encontrar un chico que se atreviera a cortejarla, siendo hermana de Al Capone. A los 18 años, en 1930, contrajo matrimonio con John Maritote, al que se le presumían actividades criminales. Tuvo una hija llamada Dolores, nacida en 1932 y muerta en 2000. Durante varios años regentó un restaurante. Falleció en 1988, a los 76 años, sobreviviéndole su esposo, que fallecería en 1997. Poseedora de un carácter fuerte, que algunos consideraban endiablado, fue famosa por defender con uñas y dientes a sus hermanos, especialmente a Al, al que en una ocasión llegó a definir como mucho más honrado, a su manera, que todos esos tipejos de Washington DC. Su devoción por él era inquebrantable. Su tumba está exactamente al lado de la de su célebre hermano, y el epitafio de ambas lápidas es el mismo: My Jesus, Mercy (Jesús, piedad).

(Continuará)


Notas

Convulsión económica, originada por la caída de la bolsa de valores de Wall Street, el martes 29 de octubre de 1929, fecha conocida desde entonces, en círculos financieros, como el martes negro. La crisis resultante destruyó decenas de miles de empresas, hizo quebrar centenares de entidades bancarias y generó, en el primer año, más de 7 millones de parados sólo en USA. Sus repercusiones tuvieron alcance global, favoreciendo una polarización política que benefició a las ideologías extremistas, fascismo y comunismo, en detrimento de la democracia liberal y del sistema capitalista de libre mercado, que algunos consideraban como fracasado. (N del A).

Nombre por el que es conocida la organización o familia mafiosa de Chicago. Se considera que su fundador fue Giacomo Big Jim Colosimo, aunque lo cierto es que en su tiempo sólo controlaba una parte de la ciudad y apenas tenía presencia fuera de ella. Quien engrandeció el Outfit, convirtiéndolo en una organización criminal temida y respetada en todo el país, fue Al Capone. Encarcelado éste, la jefatura pasó a su lugarteniente, Frank Nitti, y a su muerte se hicieron cargo de los negocios dos de los más destacados discípulos de Scarface: Paul Ricca y Tony Accardo. (N del A).

Comisión Especial Investigadora del Senado estadounidense, presidida por el senador demócrata por Tennessee Estes Kefauver (1903-1963). Fue creada para investigar delitos relacionados con el comercio interestatal, controlado, vías soborno y chantaje, por el Crimen Organizado. En la práctica, fue un intento del Senado para dar a conocer a la ciudadanía el tremendo poder de la Mafia en Estados Unidos, denunciando a la vez sus conexiones con la política y la banca. Ante el comité comparecieron notorios mafiosos que se las daban de honestos empresarios, como Frank Costello, y también algunos políticos, cuyas carreras resultaron arruinadas al demostrarse que, como poco, habían sido sospechosamente complacientes con destacados jefes de la Mafia. En sus conclusiones, la Comisión Kefauver recomendó el endurecimiento de las leyes contra la corrupción, para así combatir más eficazmente a las organizaciones mafiosas. Sus sesiones se prolongaron durante casi dos años, de 1951 a 1952, y obligaron al Crimen Organizado a reestructurarse, con la intención de burlar al sistema legal. (N del A).

© Antonio Quintana Carrandi (4.306 palabras) Créditos