Lo que el viento se llevó, 1
El nacimiento de una leyenda cinematográfica
LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ EE. UU., 1939
Título original: Gone With The Wind
Dirección: Victor Fleming
Guión: Sidney Howard, sobre la novela de Margaret Mitchell
Producción: David O. Selznick
Música: Max Steiner
Fotografía: Ernest Haller, Ray Rennahan y Lee Garmes
Duración: 238 min.
IMDb:
Reparto: Vivien Leigh (Scarlett O´Hara); Hattie McDaniels (Mammy); Fred Crane (Brent Tarleton); George Reeves (Stuart Tarleton); Everett Brown (Big Sam); Zack Williams (Elijah); Thomas Mitchell (Gerald O´Hara); Oscar Polk (Pork); Barbara O´Neil (Ellen O´Hara); Victor Jory (Jonas Wilkerson); Evelyn Keyes (Suellen O´Hara); Ann Rutherford (Carreen O´Hara); Butterfly McQueen (Prissy); Howard Hickman (John Wilkes); Alicia Rhett (India Wilkes); Leslie Howard (Ashley Wilkes); Olivia de Havilland (Melanie Hamilton); Rand Brooks (Charles Hamilton); Carroll Nye (Frank Kennedy); Marcella Martin (Cathleen Calvert); Clark Gable (Rhett Butler); Laura Hope Crews (Tía Pittypat Hamilton); Harry Davenport (Doctor Meade); Leona Roberts (Señora Meade); Jane Darwell (Señora Merriwether); Albert Morin (Rene Picard); Mary Anderson (Maybelle Merriwether); Terry Shero (Fanny Elsing); William McClaine (El viejo Levi); Eddie Anderson (Tío Peter); Jackie Moran (Phil Meade); Cliff Edwars (Soldado que evoca el pasado); Ona Munson (Belle Watling); Ed Chandler (Sargento); George Hackathorne (Soldado herido); Roscoe Ates (Convaleciente); Eric Linden (Soldado amputado); John Arledge (Soldado moribundo); Tom Tyler (Comandante confederado); William Bakewell (Correo a caballo); Lee Phelps (Barman); Paul Hurst (Desertor yanqui); Ernest Whitman (El amigo del oportunista); William Stelling (El soldado confederado que regresa); Louis Jean Heydt (Soldado hambriento); Isobel Jewell (Emmy Slattery); Robert Elliot (Comandante yanqui); George Meeker (Capitán jugador de naipes); Wallis Clark (Otro capitán jugador de naipes); Irving Bacon (Cabo); Adrian Morris (Orador oportunista); J. M. Kerrigan (Johnny Gallegher); Olin Howland (Hombre de negocios yanqui); Yakima Canutt (Desertor que asalta a Scarlett); Blue Washington (El compañero del anterior); Ward Bond (Tom, capitán yanqui); Cammie King (Bonnie Blue Butler); Mickey Kuhn (Beau Wilkes); Lilian Kemble Cooper (Niñera de Bonnie en Londres)

Sinopsis

Georgia, 1861. Scarlett O´Hara, una caprichosa belleza sureña, está enamorada de Ashley Wilkes, pero éste se casa con su prima, Melanie Hamilton. Scarlett, despechada, decide casarse con Charles, hermano de Melanie, que poco después fallece de neumonía. Scarlett es pretendida por Rhett Butler, un apuesto marino al que conoció en la plantación de los Wilkes, y que fue testigo inoportuno de su declaración de amor a Ashley y del rechazo de éste. Aunque Scarlett desprecia a Rhett, se deja galantear por él, ya que todos los hombres jóvenes están en la guerra, pero sigue soñando con el regreso de Ashley y con que éste abandonará a Melanie para irse con ella. Al finalizar un breve permiso en Atlanta, Ashley le hace prometer a Scarlett que cuidará de Melanie y del niño que espera si a él le ocurriera algo. Poco después es dado por desaparecido y Scarlett se ve obligada a cumplir su palabra. El general nordista Sherman asedia Atlanta, y cuando sus tropas pasan al ataque, Scarlett y Melanie huyen de la ciudad con la ayuda del capitán Butler, que pronto las abandona para unirse a las tropas confederadas. Tras muchas penalidades, las mujeres llegan a Tara, la plantación de los O´Hara, descubriendo que ha sido saqueada por los yanquis. La madre de Scarlett ha muerto y su padre ha perdido la razón, así que la muchacha debe hacerse cargo de todo. El fallecimiento de su padre es un duro golpe para la muchacha. Cuando Ashley regresa, Scarlett se lleva una gran alegría, pero el hombre sigue profundamente enamorado de su esposa. Ante el temor de perder Tara, pues no puede hacer frente a los impuestos que exigen los nordistas, Scarlett intenta conseguir el dinero del capitán Butler, prisionero de los yanquis. Al verse rechazada por éste, seduce a Frank Kennedy, pretendiente de su hermana Suellen, que se ha convertido en un próspero comerciante, y se casa con él. Frank muere poco más tarde en una reyerta, provocada por la defensa del honor de Scarlett, y finalmente ésta accede a contraer matrimonio con Rhett Butler. Las cosas parecen irle bien a la pareja, pero Rhett comprueba que su esposa todavía ama a Ashley Wilkes. El nacimiento de la pequeña Bonnie da algo de estabilidad a su matrimonio, pero la relación entre Rhett y Scarlett empeora, sobre todo cuando ella pierde accidentalmente el hijo que espera. A esto se suma el fallecimiento de Bonnie, que sume a Rhett en una profunda depresión, de la que sale gracias a la intervención de Melanie. Sólo la repentina muerte de ésta, y la confesión de Ashley de que ella fue el único y verdadero amor de su vida, hacen que Scarlett recapacite y comprenda que, en realidad, ama a Rhett con toda su alma. Pero el hombre, hastiado, no sucumbe ante las súplicas de la mujer y la abandona. Sin embargo, tras el primer instante de abatimiento, Scarlett recupera su fe, la fortaleza innata de los O´Hara, y resuelve regresar a Tara y urdir algún plan para atraer de nuevo a Rhett a su lado.

Resulta casi imposible decir algo nuevo u original sobre LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ, pues desde su estreno, hace la friolera de setenta y ocho años, esta película ha generado más artículos, ensayos, críticas y comentarios que ninguna otra. Sin embargo, como cinéfilo acérrimo, crecido al abrigo de innumerables sesiones de cine, no puedo resistir la tentación de escribir sobre el film más mítico de todos los tiempos. Plumas muchísimo más acreditadas que la mía han diseccionado hasta los detalles más ínfimos de la génesis y producción de esta inmortal película, así que lo único que puedo hacer es tratar de ofrecer mi visión personal sobre el tema. Confío en que el amable lector encuentre este trabajo cuando menos moderadamente interesante, y le ruego sea un poco indulgente con alguien para quien el cine es casi una religión.

Dada la extensión de este ensayo, se publicará en cinco entregas. Las dos primeras corresponden a la película propiamente dicha. Las tres restantes estarán dedicadas a ofrecer una ponderada visión histórica de la Guerra de Secesión, que puede considerarse el punto de inflexión a partir del cual los Estados Unidos, en principio una nación fundamentalmente agrícola, comenzaron a industrializarse, iniciando así un proceso que en relativamente poco tiempo los convertiría en la mayor potencia del mundo.

El nacimiento de una leyenda cinematográfica

El origen de esta inmortal película debe escribirse con el nombre de una mujer desconocida para el gran público, que fue quien primero vio las enormes posibilidades cinematográficas que encerraba la épica novela de Margaret Mitchell, en esencia poco menos que un folletín sobre la Guerra de Secesión. Esa mujer era Kay Brown, empleada de David Oliver Selznick. Kay tenía a su cargo el departamento literario de Selznick International, ejerciendo también como representante de dicha compañía en la costa Este. A sus manos llegaban los originales de muchísimas novelas susceptibles de ser trasladadas a la pantalla. Una de esas obras llamó su atención. Se trataba de un libro de próxima publicación, titulado originalmente MAÑANA SERÁ OTRO DÍA (TOMORROW IS ANOTHER DAY), escrito por una desconocida llamada Margaret Mitchell. Convencida de que allí había una buena historia, Kay Brown envió a su jefe una sinopsis de 54 folios. Era a fines de enero de 1936, y aunque hoy cueste creerlo, Selznick se mostró reacio a adquirir los derechos cinematográficos de esa novela. Su actitud tenía una explicación: la historia de Margaret Mitchell transcurría durante la guerra civil, y recientemente se había estrenado PAZ EN LA GUERRA (SO RED THE ROSE, King Vidor, 1935), que había fracasado estrepitosamente en taquilla, generando unas pérdidas económicas fabulosas. En realidad, la última película ambientada durante la Guerra de Secesión que había sido un éxito era EL NACIMIENTO DE UNA NACIÓN, y desde su estreno, en 1915, ni un solo film sobre tal tema había funcionado. El caso de PAZ EN LA GUERRA fue la gota que colmó el vaso de la paciencia de los magnates del cine, de manera que todos los Estudios hollywoodenses desistieron de llevar a la pantalla cualquier argumento que se desarrollara durante el conflicto bélico de 1861/1865.

Kay Brown, que era tan testaruda como Selznick, creía, sin embargo, que de aquel libro podría salir una película que invirtiera las cosas, así que insistió tercamente. El relato de Mitchell no tenía nada de original, pero su sabia combinación de elementos folletinescos con un trasfondo histórico le confería, en opinión de Brown, un aura especial. Selznick seguía sin verlo claro. Pero el repentino interés mostrado por la obra por Jack L. Warner le hizo ponerse en estado de alerta, y cuando supo que también la RKO y Louis B. Mayer se interesaban por el asunto, se convenció de que le convenía adelantarse a ellos. Warner era el más interesado de todos, pues veía en la obra de Mitchell un magnífico vehículo para el lucimiento de Bette Davis, máxima estrella femenina de su Estudio. Pero la actriz, aunque se sentía atraída por el personaje, al principio no lo vio muy claro, porque seguramente Jack pretendería emparejarla con Errol Flynn, al que detestaba y con el que no quería volver a trabajar.

Los analistas de guión de los Estudios cinematográficos, generalmente mujeres, coincidían con la opinión de Kay Brown: de aquel libro se podía sacar una gran película. En la Universal no tuvieron ninguna posibilidad de adquirir los derechos de la obra, pues su intransigente presidente, Charles Rogers, era contrario a rodar películas de época. Sorprendentemente, a los gerifaltes de RKO Radio Pictures la protagonista femenina les pareció demasiado perversa, y aunque en un principio pujaron por los derechos de la novela, acabaron retirándose. En Paramount ni siquiera se lo plantearon, porque estaban pasando por graves dificultades financieras y no podían afrontar la producción de una película semejante. Tan sólo Darryl F. Zanuck, el Gran Jefe de 20th Century-Fox, olió el negocio, pero hizo honor a su fama de tacaño y sólo ofreció 35.000 dólares, muy poco teniendo en cuenta que la agente de Mitchell pedía 100.000.

David Oliver Selznick
David Oliver Selznick

Selznick, ya convencido por Brown, ofreció 50.000 dólares por los derechos, suma que la agente de Mitchell aceptó. Todavía no estaba firmado el contrato, cuando los responsables de RKO, presionados por Katharine Hepburn, citaron a Margaret Mitchell en sus oficinas de Manhattan, Nueva York, y le ofrecieron 55.000 dólares. No parece mucho más de lo ofrecido por Selznick, pero debe tenerse en cuenta que en los años treinta 5.000 dólares era casi una pequeña fortuna. La oferta era tentadora, sobre todo por el primer libro, aún sin publicar, de un escritor. Pero Mitchell tenía en alta consideración la palabra de una persona, y puesto que había aceptado la cantidad ofrecida por Selznick, no le parecía ético volverse atrás. Así pues, Selznick International se hizo con los derechos de la obra, y Katharine Hepburn recriminaría a la RKO, durante años, su falta de visión al haberse retirado de la puja por la novela, cuando todavía tenían alguna posibilidad de hacerse con ella.

El tremendo éxito de la novela

En el verano de 1936 se publicó el libro de Mitchell, con el título definitivo de LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ. Dos imprentas trabajaron durante veinticuatro horas al día confeccionando los volúmenes, de los que a mediados de septiembre ya se habían vendido más de 300.000, una cantidad abrumadora para la época. LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ devino enseguida en un best seller y la segunda edición, y luego una tercera, no se hicieron esperar. Con 1037 páginas y un peso de casi un kilo era un mamotreto impresionante, que costaba tres dólares, unos sesenta centavos más que un libro normal. Si tenemos en cuenta que una entrada de cine valía entre quince y treinta y cinco centavos, se comprenderá mejor lo caro que era en su tiempo. Pero se había desatado una verdadera fiebre en torno a LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ. Todo el mundo quería leerlo y las imprentas no daban abasto. Revistas y periódicos publicaban reseñas y opiniones sobre la novela, y en los programas de radio de más audiencia se hablaba sobre ella. Como es obvio, tuvo sus detractores, personas que no veían en el libro más que un dramón de corte racista, consagrado a la exaltación de una idea romántica y caduca del Viejo Sur de los Estados Unidos, pero nadie les hizo caso. Al año de su publicación ganó el premio Pulitzer, espaldarazo definitivo para cualquier obra literaria. La pregunta que se hacía medio país era: ¿Podrá Selznick convertirla en una gran película, o fracasará en el empeño?

Las tribulaciones de Selznick

Sin saberlo, David O. Selznick se había metido en un berenjenal de cuidado, porque convertir en una película una novela que abarcaba doce años de la vida de su protagonista, con no menos de 150 personajes con frase y una pléyade de escenarios diferentes era un desafío considerable. Lo que quedó claro desde un principio es que no podría tratarse de un film con una duración estándar, de entre 80 y 120 minutos, porque entonces habría que condensar muchísimo la obra original, con el riesgo de desvirtuarla, lo que no agradaría a los lectores de la novela. Los desafíos técnicos que planteaba semejante empresa eran tales, que Val Lewton, uno de los colaboradores de Selznick, que posteriormente desarrollaría una interesantísima carrera como productor, opinaba que su jefe había cometido un error al embarcarse en un proyecto así. Jack L. Warner comentó que la película proyectada por Selznick iba a ser el mayor fracaso de todos los tiempos, aunque seguramente su opinión estaba influida por el disgusto que le produjo no haber logrado hacerse con los derechos del libro. En general, las cabezas rectoras de Hollywood pensaban que se trataba de una tarea imposible, y alguno hasta predijo que aquello conduciría a Selznick International a la ruina.

Pero David O. Selznick no se amilanó. El megalómano productor era muy consciente de los enormes problemas de todo tipo a los que tendría que enfrentarse, pero estaba decidido a producir un film espectacular, del que se hablaría durante décadas. Había aprovechado unas vacaciones en Hawai para leer la novela, y estaba convencido de que podría plasmar su grandeza en imágenes.

El tema del reparto era uno de los que más le preocupaban, porque apenas tenía en nómina a actores prestigiosos, ya que éstos preferían contratarse con los Grandes Estudios (Paramount, Fox, MGM, Warner Bros, RKO), que les aseguraban trabajo fijo. Otro de los temas que le quitaban el sueño era el del dinero. Él y Kay Brown habían tenido que presionar al consejo de administración de Selznick International para conseguir los 50.000 dólares de los derechos del libro, pero ahora tenía que encontrar financiación para el film, y eso no iba a resultar fácil precisamente. Además, las dificultades técnicas y artísticas que planteaba un proyecto semejante eran tremendas. Sin embargo, estos inconvenientes, que habrían desmoralizado a más de uno, estimulaban su ingenio. Porque David O. Selniznick era, ante todo, un luchador nato, un hombre para el que los obstáculos sólo eran un acicate para superarse a sí mismo. Aunque en aquel momento todavía no sabía muy bien cómo demonios se las iba a arreglar, estaba dispuesto a dejarse la piel, si era necesario, para sacar adelante el proyecto.

El genuino Rhett Butler

Clark Gable
Clark Gable

Uno de los muchísimos problemas a los que tuvo que hacer frente Selznick fue la selección del reparto. En la leyenda de Hollywood figura con letras de oro la épica búsqueda de la perfecta Scarlett. Pero también tuvo su miga encontrar al actor adecuado para dar vida a Rhett. Al principio, Selznick pensó en darle el papel a Ronald Colman, que tenía un contrato suscrito con Selznick International, e indudablemente este portentoso actor, todo un caballero en la vida real, habría sido un memorable Rhett Butler. Pero la estrella masculina más cotizada en aquel momento era Clark Gable, y cuando se supo que Selznick valoraba la posibilidad de ofrecerle el rol a Colman, miles de cartas de los fans de Gable llegaron al Estudio, exigiendo que éste protagonizara la película. A David le caía bien Gable y pensaba que podría darle un aire muy adecuado al personaje. Pero había un problema, y no pequeño precisamente: Gable estaba bajo contrato exclusivo con Metro Goldwyn Mayer. El Pater Familias de MGM era Louis B. Mayer, suegro de Selznick, pero eso no representaba una ventaja. En el competitivo y hasta cierto punto despiadado mundo de Hollywood, una cosa era el parentesco familiar y otra los negocios, y jamás se entremezclaban. Además, Mayer, que tenía fama de tiburón, estaba enfadado porque el marido de su hija Irene se le había adelantado al hacerse con los derechos del libro de Mitchell. Cuando Selznick decidió negociar con él las condiciones del préstamo de Clark Gable, las exigencias de Mayer fueron tan elevadas que David se planteó buscar a otro actor para el papel. Pensó en Gary Cooper, símbolo por excelencia del americano honesto, Errol Flynn o Fredric March. El que tuvo más posibilidades de sustituir a Gable fue Basil Rathbone, muy popular por su encarnación de Sherlock Holmes, actor muy admirado en el Sur y el más adecuado para interpretar a Rhett, según la propia Margaret Mitchell. Sin embargo, no pudo llegar a ningún acuerdo sobre estos actores, y además encontraba que ninguno de ellos satisfacía todas sus exigencias. Haciendo de tripas corazón, hubo de reconocer que nadie podría encarnar a Butler como Gable, y se plegó a las leoninas condiciones que le impuso su suegro: la mitad de la financiación del film, que entonces se estimaba en unos 2.500.000 de dólares, a cambio de los derechos mundiales de distribución, un cincuenta por ciento de los beneficios y un quince por ciento de los ingresos brutos para Loew´s Inc, la empresa distribuidora de MGM. Fue el mejor negocio que hizo Mayer en su vida, y uno de los más lucrativos de la historia de Hollywood.

Hoy día no podríamos imaginar a Rhett Butler con otra cara que no fuera la de Clark Gable. Que yo sepa, que un actor se haga con un papel por aclamación popular es un caso único en la historia del cine. Pero resulta bastante lógico que los espectadores americanos de ambos sexos mostraran su preferencia por él, porque en la memorable SUCEDIÓ UNA NOCHE (IT HAPPENED ONE NIGHT, Frank Capra, 1934) se había fijado en el inconsciente colectivo estadounidense como un tipo seguro de sí mismo, notablemente desenvuelto, agresivamente seductor y un tanto cínico: el retrato perfecto de Rhett Butler.

No obstante, Selznick tuvo que bregar con la reticencia de Gable. El actor pensaba que el personaje de Rhett Butler no era adecuado para él, y al principio no estaba muy conforme con el acuerdo al que habían llegado Selznick y Mayer, pero la política laboral de los Grandes Estudios le obligaba a plegarse a la voluntad del Gran Jefe. Además, le repelía la idea de tener que llorar en la escena en que le comunican que Scarlett ha perdido a su bebé, porque pensaba que sus fans no aceptarían tal cosa en alguien que se había forjado una imagen de brutal virilidad. Curiosamente, y a pesar de que entre ambos surgió de inmediato una profunda antipatía, la supuestamente inexperta Vivien Leigh ayudó generosamente al veterano Gable en numerosas ocasiones a lo largo del rodaje, cuando éste no sabía muy bien cómo interpretar una escena emotiva sin perder su apostura de duro.

Por su participación en la cinta Gable recibiría 120.000 dólares, que se quedarían en unos 85.000 tras la deducción de impuestos, dinero que le serviría para sufragar parte de su costosísimo divorcio de Ria Lingham. Las malas lenguas hollywoodenses hicieron correr el rumor de que a Carole Lombard se le permitió hacer una prueba para el papel de Scarlett sólo para complacer al actor, quien mantenía una relación con la reina de la comedia, con la que llegaría a casarse, siendo el gran amor de su vida y con quien pediría ser enterrado a su muerte, el miércoles 16 de noviembre de 1960.

La épica búsqueda de Scarlett O´Hara

El papel femenino más importante de la historia del cine es el de la protagonista de LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ. Ni antes ni después causó tanto revuelo la búsqueda de la actriz idónea para un film, ni ningún otro rol ha sido codiciado con tanta ansia por tantas mujeres.

El proceso de la búsqueda de Scarlett tuvo un origen fundamentalmente económico. Selznick había llegado a un acuerdo con su suegro, Louis B. Mayer, para la contratación de Clark Gable. Pero Selznick International estaba ligada contractualmente a United Artists, que se ocupaba de la distribución de sus películas. Hasta el sábado 31 de diciembre de 1938 no expiraba el contrato, así que por lo tanto, para respetar el acuerdo con MGM, LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ no podría estrenarse hasta 1939. Se imponía hallar una forma de mantener el interés público por la película durante tanto tiempo. David Oliver Selznick dio una vez más muestras de su genio al afrontar semejante desafío. El joven productor decidió utilizar dicha búsqueda como un reclamo publicitario, para mantener en el candelero todo lo relacionado con la producción del film. Fue una jugada maestra, que todavía hoy se estudia con reverencia en las agencias publicitarias de todo el mundo, como ejemplo de una estrategia comercial fuera de serie.

Selznick dio a entender que ninguna de las actrices posibles le gustaba demasiado, y que pretendía encontrar una desconocida que fuese adecuada para interpretar a Scarlett. Estaba claro que la escogida saltaría a la fama de la noche a la mañana en esta especie de variación del cuento de La Cenicienta, que entroncaba directamente con la percepción que tenía y aún tiene mucha gente del llamado Sueño Americano. La campaña se inició inmediatamente, y el número de candidatas preseleccionadas fue de 1.400. Tras una concienzuda criba, se eliminó a un millar. Las 400 restantes se sometieron a pruebas de vestuario y fotogenia, realizando también alguna prueba de cámara, generalmente de apenas uno o dos minutos como mucho de duración. Tras una criba más exhaustiva, se redujo la cifra a 60 aspirantes. La prensa informaba puntualmente de todo, y hasta se llegaron a organizar concursos en la radio, en los que los oyentes elegían a sus favoritas.

Entre las que postulaban al papel de Scarlett figuraban tanto grandes estrellas, como actrices del montón y perfectas desconocidas. Tallulah Bankhead, recomendada por el gobernador de Alabama, fue la primera en hacer una prueba, pero no convenció ni a Selznick ni a George Cukor, que fue el primer director al que contrató el productor. A Joan Fontaine, Cukor la encontró muy bella, aunque un tanto fría e inexpresiva, pero le pareció ideal para Melanie Hamilton. Joan había dejado claro que o Scarlett o nada, y según parece sugirió, un tanto despectivamente, que el rol de Melanie sería perfecto para su querida hermana, Olivia de Havilland. Ésta, que también ansiaba hacer de Scarlett, se hizo con el papel de Melanie y el resto es historia. A Bette Davis se la rechazó, a pesar de contar con el apoyo de miles de personas, expresado a través de una encuesta radiofónica; pero se resarció interpretando a otra caprichosa beldad sureña en JEZABEL (JEZEBEL, William Wyler, 1938). Joan Crawford, cuya enemistad con Bette Davis era proverbial, tuvo un comportamiento poco edificante. Intrigó cuanto pudo, intentando que Louis B. Mayer presionara a Selznick para que le diera el papel. Pero Mayer, que no tenía muy buena opinión de ella, se negó a seguirle el juego. En vez de confiar en su talento como actriz, innegable por otra parte, la Crawford se empeñó en obtener el papel mediante influencias, pero Selznick tenía claro que ella no sería nunca su Scarlett. Joan Crawford no supo perder con dignidad, y durante el resto de su vida echó pestes de Mayer por no haberla apoyado. Katharine Hepburn declaró que sería Scarlett sólo si se lo pedían, pero que no estaba dispuesta a someterse a ninguna prueba, como si fuera una novata. Genio y figura... La nariz de Lana Turner fue considerada demasiado respingona para una mujer de belleza más clásica. Una joven llamada Edythe Marrener, que pronto cambiaría su nombre por el de Susan Hayward, estuvo a punto de hacerse con el papel, pues tanto Cukor como Selznick consideraron que tenía el tipo perfecto. Pero su dicción no se correspondía con la que debería tener una dama del Sur y también fue rechazada. Catharine Campbell, una hermosa muchacha sureña, con veleidades de actriz y que acababa de casarse con el magnate de la prensa amarilla, William Randolph Hearst Jr., rodó una prueba para complacer a su poderoso esposo, pero su candidatura ni siquiera fue considerada. Norma Shearer, viuda de Irving Thalberg, contaba con el apoyo de Margaret Mitchell, pero no pasó las pruebas, lo que la enojó no poco. En realidad, estaba claro que nunca sería Scarlett, porque cuando Selznick, en una maniobra publicitaria desafortunada que tuvo mucho de globo sonda, anunció en junio de 1938 un reparto encabezado por Gable y Shearer, la opinión pública se manifestó en contra de la actriz. Ante las cámaras de Selznick desfilaron Jean Arthur, Miriam Hopkins, Joan Bennett, Frances Dee, Ann Sheridan, Carole Lombard, Claudette Colbert, Irene Dunn, Loretta Young, ZaSu Pitts, Margaret Sullavan, Anita Louise y Diana Barrymore, entre otras actrices conocidas. Ninguna de ellas satisfizo a Selznick, que al final se decantó por Paulette Godard.

Paulette era perfecta para el papel y estuvo a punto de conseguirlo. Pero entonces surgió un problema inesperado. Charles Chaplin y Paulette Godard mantenían una relación sentimental y, obviamente, vivían juntos. Las odiosas Ligas Moralistas, lacra social de los Estados Unidos de la época, que tenían al Séptimo Arte en su punto de mira desde siempre, reaccionaron furibundamente cuando la pareja se negó a probar con documentos que estaban legalmente casados y que, por tanto, no vivían en pecado. Los líderes de esas organizaciones, mayormente estiradas damas, a muchas de las cuales sus virtuosos maridos habían hecho lidiables, por decirlo finamente, orquestaron una infame campaña contra Charlie y Paulette. La pareja dijo en los medios de comunicación que su vida privada sólo les concernía a ellos, lo que enfureció más todavía a esas Ligas. Como estos falsos moralistas tenían un gran ascendente sobre la sociedad americana en aquel tiempo, Selznick temió que, si le daba el papel a Paulette, el estreno de la película sería boicoteado por aquellos poderosos meapilas, así que, con gran dolor de corazón, tuvo que dar marcha atrás y rechazar a la actriz. Lo irónico del asunto es que, según parece, Chaplin y Godard estaban casados, pero, en una muestra de valentía y dignidad que los honró, se negaron a seguirles el juego a aquella legión de beatos estultos. Hoy basta ver algunas de las películas de Paulette Godard para comprobar que, en el papel de Scarlett O´Hara, podría haber obtenido una interpretación de gran calidad.

Para encontrar a su heroína, Selznick filmó 40, 6 km de película en B/N, 4, 5 km de película en color, empleó dos años de trabajo y gasto casi 100.000 dólares. Y cuando ya creía tener a su Scarlett, la inquina inquisitorial de unos tarados, que no tenían nada mejor que hacer, lo echó todo a perder. Como las necesidades de producción obligaban a iniciar el rodaje, el sábado 10 de diciembre de 1938 se filmó la espectacular secuencia del incendio de Atlanta. Selznick se daba a todos los demonios, pues le preocupaba y mucho empezar a rodar sin tener a la actriz que encarnara a Scarlett. Las escenas del incendio iban a ser dirigidas por el director artístico, William Cameron Menzies, y se emplearían dos dobles para interpretar a Rhett y Scarlett. El que conduciría el carruaje a través de las llamas sería Yakima Canutt, el especialista más legendario de Hollywood, toda una institución en el mundo del cine, que doblaría durante muchos años a John Wayne, y que sería también el más experto diseñador de escenas de acción. Pero cuando las cámaras aún no habían empezado a rodar, llegó Myron, hermano de David O. Selnick y uno de los agentes más importantes de la Meca del Cine. Myron venía algo bebido y David estuvo por espetarle que se fuera a otra parte, pues estaban trabajando. Pero el agente artístico traía de la mano a una joven de tímido aspecto pero mirada muy viva. Selznick se la quedó mirando fijamente, mientras su hermano decía, con voz algo estropajosa: ¡Hermanito, aquí tienes a tu Scarlett! Se trataba de Vivien Leigh, amor del actor británico Laurence Olivier, recientemente llegado a los Estados Unidos para hacer una película.

Vivien Leigh
Vivien Leigh

A David, Vivien Leigh le atrajo al principio por su parecido con Paulette Godard, a la que habría querido dar el papel de Scarlett. Se mostró un poco dubitativo, pero sabía que su hermano tenía buen ojo para los actores, así que le propuso a la muchacha hacerle unas pruebas. Dichas pruebas fueron realizadas, bajo la dirección de George Cukor, el miércoles 21 y el jueves 22 de diciembre de 1938. El director le dijo a Selnick que aquella joven le parecía más que adecuada para el personaje, por su singular combinación de control exquisito y apasionado exceso, que eran dos de las características más acusadas de la Scarlett O´Hara literaria. El sábado 24 de diciembre de 1938 Selznick dio una fiesta de Navidad en su casa, ocasión que aprovechó para informar a la atractiva inglesa que ella sería la protagonista de la película. Para Vivien Leigh fue el mejor regalo navideño de su vida, y Selznick pudo respirar un poco más tranquilo, pues ya tenía a su Scarlett.

Esta es la historia oficial del hallazgo de Scarlett. Pero posteriormente esta versión ha sido cuestionada por varios historiadores del cine, que sostienen que Selznick ya tenía previsto darle el papel a Vivien Leigh, pues era demasiado inteligente para iniciar la filmación sin tener actriz principal. Cuando se iba a iniciar el rodaje, aquel 10 de diciembre de 1938, Selznick lo retrasó durante casi hora y media, a pesar de estar todo dispuesto, hasta que llegó su hermano. Esto habría sido, presumiblemente, una maniobra publicitaria destinada a vender a Leigh al público. El hecho de que poco antes Vivien hubiera rechazado el papel estelar femenino en CUMBRES BORRASCOSAS (WUTHERING HEIGHTS, William Wyler, 1939), junto a su amado Laurence Olivier, parece refrendar esta teoría. Años más tarde se comentó que Alexander Korda, el gran magnate del cine británico, había mediado ante Selznick en favor de Vivien, y que ésta tenía apalabrado el contrato para protagonizar LO QUE EL VIENTO SE LLEVO. Conociendo la forma de trabajar de Selznick, es muy posible que todo o una parte de lo expuesto sea cierto. En ese caso, toda la operación orquestada para encontrar a la Scarlett O´Hara ideal habría sido sólo una elaborada argucia publicitaria. En todo caso, hoy parece probado que el productor, alarmado ante el tremendo coste de la producción, quería una actriz buena y a ser posible barata, lo que descartaba a la inmensa mayoría de las Reinas de Hollywood. Es más que probable que ninguna de ellas hubiera aceptado trabajar durante 125 días por 25.000 dólares, cantidad bruta percibida por Leigh.

Ashley Wilkes

Leslie Howard
Leslie Howard

Para interpretar al romántico Ashley se barajaron los nombres de Melvyn Douglas, Jeffrey Lynn, Robert Young, Richard Carlson y Ray Milland. A todos ellos, y a otros muchos, se les hicieron pruebas de cámara. Pero Selznick ya tenía un nombre: el del británico Leslie Howard. El problema era que Howard se veía demasiado viejo para interpretar a un personaje que en la novela tenía apenas veinte años, y que además el actor no sentía ningún interés por LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ, cuya historia le parecía intrascendente. Esto pudo valerle el papel de Ashley a Melvyn Douglas, que había hecho la prueba con Lana Turner como Scarlett, pero David estaba empeñado en conseguir a Howard. Y como sabía que éste estaba interesado por producir, le aseguró que, si aceptaba encarnar a Ashley, en contrapartida Selznick Internacional no sólo produciría INTERMEZZO (INTERMEZZO: A LOVE STORY, Gregory Ratoff, 1939), film que Howard ansiaba protagonizar, sino que le permitiría ejercer como productor asociado.

El maquillador Monty Westmore declararía, tiempo después, que fue un auténtico desafío para él maquillar a Howard para tratar de rejuvenecerlo y disimular algo que no era un jovencito, sino un hombre que estaba en la cuarentena. El actor comentaría que no lo habían conseguido, pero lo cierto es que, como en el film no se menciona en ningún momento la edad de Ashley, a los espectadores les pareció que encajaba perfectamente en el papel.

Melanie Hamilton

Anne Shirley, Maureen O´Sullivan, Priscilla Lane y Geraldine Fitzgerald compitieron por el rol de Melanie. Frances Dee hizo doblete, pues postulo para Scarlett, y al no conseguirlo, probó suerte con el segundo papel femenino en importancia. Olivia de Havilland, que también intentó ser Scarlett, acabaría haciéndose con el rol de Melanie. La actriz estaba en la nómina de Warner Bros, y Jack L. Warner, que no había logrado obtener los derechos de la novela, ni tampoco incluir en la película a las dos estrellas principales de su Estudio, Bette Davis y Errol Flynn, estuvo a punto de vetar la participación de Olivia de Havilland. Fue necesaria la mediación de la segunda esposa del magnate cinematográfico, Ann Page, amiga íntima de la actriz, para que la hermana de Joan Fontaine obtuviera permiso para trabajar en LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ, película que le valdría una nominación al Oscar.

Olivia de Havilland
Olivia de Havilland

La fastuosa superproducción de Selznick le otorgó a la actriz una enorme popularidad, lo que se tradujo en el enorme éxito de su siguiente trabajo, SI NO AMANECIERA (HOLD BACK THE DAWN, Mitchell Leisen, 1941), film que le proporcionó una nueva candidatura al Oscar, que en esta ocasión le sería arrebatado por su hermana, Joan Fontaine, por SOSPECHA (SUSPICION, Alfred Hitchcock, 1941). Esto provocaría que las ya muy deterioradas relaciones entre las hermanas empeoraran, pero, curiosamente, tuvo un efecto beneficioso para las siguientes generaciones de actores. Decepcionada por haber perdido el Oscar por segunda vez, Olivia se replanteó su carrera y concluyó que debía exigir al Estudio papeles de más enjundia. Ni corta ni perezosa, se quejó a la dirección de Warner Bros, exigiendo nuevos retos interpretativos, porque en su opinión los mejores papeles femeninos eran siempre para Bette Davis. Jack L. Warner reaccionó suspendiéndola de empleo y sueldo, pero Olivia no se amilanó. Demandó al Estudio y estuvo en huelga durante el tiempo que duró el proceso, cuya sentencia, que crearía jurisprudencia y agravó la úlcera de Warner, le dio la razón. Actualmente todavía está en vigor la denominada Ley Havilland, que protege a los actores de los abusos de los Estudios.

En la segunda entrega, de próxima aparición, trataré otros interesantes aspectos del rodaje y estreno de esta inmortal película.

© Antonio Quintana Carrandi,
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