Del encuentro de un amor perdido a...
La pérdida de un ser querido siempre deja un vacío en una familia, irremplazable, a pesar de que intentes rellenar ese hueco con otra persona. Encima, cuando parece que has encontrado a tu media naranja, tras su impoluta apariencia, sus bellas cualidades, y un sinfín de virtudes que quieren darte la razón; va... y nada es lo que parece.
Un suceso trágico da un vuelco a la vida de una familia, un giro imprevisto del azar que hará que nada vuelva a ser lo mismo. El tiempo discurre inexorablemente, y cuando parecía que se había más o menos podido olvidar, surge la necesidad de encontrar a esa persona con la que vivir tu vida. La ocasión fortuita, como el fatídico golpe del destino que te arrancó a tu amada, se da ante un amigo, cuya influencia por su profesión, propicia la idea descabellada, repentina y estridente que puede ayudar a hallarla: organizar una aparente selección de actrices para un filme con el propósito de localizar a la consorte deseada.
Te quedas prendado de una de las candidatas, ves en ella el reflejo de tu amor platónico, se acerca a las cualidades que pretendías, y para colmo es sincera, humilde y ves en ella un atisbo de lo arrebato, la posibilidad de salir del foso en el cual estabas sumergido y empezar de nuevo: quitar esa espina de soledad en tu interior. Sin embargo, no encaja, tantas cualidades, virtudes, todo en una mujer y tampoco sabes mucho de ella, un halo de misterio la envuelve y aun en su ingenuidad no parece concordar con que no haya encontrado a nadie con quien estar junto a ella. Con lo que darían muchos hombres por una mujer así...
Las apariencias engañan, y este largometraje habla de ellas, de los otros yo interiores que yacen en nosotros, de esos que solo puedes llegar a vislumbrar cuando conoces verdaderamente a la persona. Pero sobre todo es una historia, un relato de la vida de una familia cuyo principal protagonismo recae en el padre. De lo cotidianeidad, la rutina, ¡sus vidas! como se van desenvolviendo y como pueden afectarlas unos hechos circunstanciales. Parecerá una tontería, una obviedad (lo es), pero me parece conveniente recalcarlo antes de adentrarnos en una cinta atípica dentro del género.
Al empezar la proyección no te encuentras con un ambiente malsano, turbulento o el prolegómeno a esa situación. Por el contrario, te topas con lo que parece ser un drama, una narración con toques de comedia similares al mundo real. Con la quietud, no lentitud, la tranquilidad que rodea el ambiente te vas inmiscuyendo en la personalidad, entorno, relaciones (llamativas para un occidental) y las vicisitudes diarias de sus protagonistas. La cámara sigue ese ritmo relajado, la música le acompaña y los intérpretes transmiten esa realidad palpable; no hay cambios bruscos ni desenfrenos. Al igual que se te presentaron con una situación de ruptura con su (previsible) anterior discurrir apacible, otra marcará un nuevo punto de inflexión en ellos. Avisos, inquietudes, corazonadas previas sobre este hecho enigmático reposarán en la trayectoria hacia su resolución mediante la cual se nos transportará rumbo a lo desconocido; tal y como podría suceder en tu existencia cualquier día frente a uno de los múltiples avatares de la providencia.
Con él se producirá un cambio (no de registro, sigue siendo el mismo relato con su evolución y nuevas precisiones reveladas), anticipado con esos indicios fugaces discordantes vaticinadores de la metamorfosis, la cámara se alterará a la vez que lo hace la vida del padre y la música proseguirá con su deambular trascendiendo más hasta separarse definitivamente de sí misma, dando un descanso al espectador al final, en los títulos de crédito. Lo trivial seguirá ahí, los espacios anteriormente conocidos e incluso los nuevos permanecen en esa normalidad, dentro de ellos no se percibe nada anómalo, ni el ambiente ha cambiado; mas lo que sucede en ellos los altera, los subvierte. No es igual que antes, lo ocurrido va dando una nueva perspectiva de la realidad, de la verdad; sobre la que antes había una cortina de humo que dejaba entreverla parcialmente. La tempestad arreciará con los descubrimientos, las escenas turbulentas se encadenarán ante la mirada atónita del espectador, el cual se sentirá perdido y desorientado e intentando refugiarse de esa confluencia de olas subjetivas que avecinan: alucinaciones, sueños, presentimientos y lo acaecido revuelto en la mente del protagonista; (des)ordenado progresivamente en fragmentos cada vez más sórdidos, ocultos que (des)aportan información al receptor, trasladándole de la certidumbre a la incertidumbre con una permanente angustia de confusión en donde cuando piensa que ya conoce el devenir de los acontecimientos, resulta que ha errado: (repito) nada es lo que parece (sin artificios ni trampas, sin forzar los engranajes).
Finalmente, todos estos hechos convergerán en un desenlace en el cual el público, todavía mareado, tendrá que extraer sus propias conclusiones (sin dejar profundas lagunas, a no ser las provocadas por la sutileza) de esta narración muy arriesgada (al filo de la navaja) llevada con una inaudita destreza (capaz de transmitir sensaciones opuestas, como del sosiego al desasosiego, a jugar con maestría con la implicitud en la mayor parte de la historia para desembocar en una explicitud contenida cuando es requerida sin caer en el exceso, la exageración, el gore; controlándose con el fin de seguir perturbando con su (im)pura e/y in/quieta parsimonia) por un director fecundo (en obra y contenidos) y que parece no querer claudicar a los dictámenes de la industria (los consabidos ingredientes de éxito para la audiencia), haciendo su particular, personal, genuino y único cine. En definitiva, un salto al vacío en un género acomodado necesitado de más incursiones vertiginosas creadoras y creativas dispuestas a saltarse las reglas de lo (pre)establecido. Bien merece el esfuerzo, valentía e inconformismo con un visionado, inexcusable si su predilección es el terror o el cine inquieto.
Aconsejar fervientemente el requerimiento de que la persona que acuda a ver esta obra vaya más allá de la carne ( envoltura) y sea lo suficientemente sensible como para no dejar de apreciar lo que se oculta tras sus imágenes, más si cabe en las descarnadas. Pese a la necesaria truculencia de contadas escenas (a los almanaques la interminable secuencia extrema por su templanza), en base al desarrollo del argumento, por las cuales ciertos espectadores podrían escandalizarse y calificar de virulenta y salvaje aun reconociendo su genialidad... anterior; quien sepa no quedarse en el exterior y llegar al interior, ese era el tema y el quid, podrá (re)disfrutar con las diversas corrientes (cuestiones; imposibles de tratar todas en esta aproximación y que cada cual debería de apreciarlas en su extensión con la reflexión y los amigos) embargadas en este remolino exótico dentro del océano impertubable en su vastedad.