Satélite artificial
LA AMENAZA DE ANDRÓMEDA

Desde un punto de vista riguroso, un satélite artificial es un objeto no tripulado puesto en órbita alrededor de la Tierra. Quedan fuera de esta definición, pues, tanto los cohetes lanzadores como las cápsulas tripuladas o de carga, los transbordadores espaciales y las estaciones orbitales. Asimismo, tampoco son consideradas como satélites artificiales las sondas espaciales enviadas a cualquier otro destino del Sistema Solar. Sin embargo, en los inicios de la astronáutica y también de la ciencia-ficción hubo cierta confusión al aplicar este término a prácticamente cualquier objeto no tripulado que se enviase más allá de la atmósfera

El primer satélite artificial de la historia fue el famoso Sputnik 1, puesto en órbita por los soviéticos en el año 1957. A él siguieron una infinidad más, los cuales tenían diferentes misiones: Científicos, militares, de comunicaciones, meteorológicos. Hoy en día, poco más de cuarenta años después, los satélites artificiales son imprescindibles en nuestra sociedad, y tienen aplicaciones tan cotidianas como puede ser la telefonía móvil. Aunque los satélites artificiales pueden describir distintas órbitas en función de sus respectivas misiones, especialmente útiles son los que ocupan una órbita geoestacionaria, ya que se mantienen inmóviles sobre un punto determinado del horizonte sin desplazarse a través de él, los que les convierte en imprescindibles para tareas tales como la meteorología o las comunicaciones. De hecho, estas órbitas están ya tan congestionadas que empieza a plantearse el problema de su saturación.

Dentro de la ciencia-ficción, sobre todo en su primera época, el recurso a los satélites artificiales fue constante. Como ejemplo conocido baste el de la novela de Michael Crichton y su película homónima LA AMENAZA DE ANDRÓMEDA, donde la caída a la Tierra de un satélite artificial contaminado con un extraño virus provoca una epidemia con graves consecuencias. En muchas novelas posteriores los satélites artificiales no son ya más que parte del paisaje. Es el caso de obras como ANTÁRTIDA o la trilogía tricolor de Marte de Kim Stanley Robinson, que ponen de manifiesto el caos en que se sumirían las comunicaciones si los satélites fuesen anulados repentinamente.

La ciencia-ficción cinematográfica ha usado y abusado de los satélites artificiales en todo tipo de películas. Especialmente destacables son dos de las entregas de la serie de James Bond. En DIAMANTES PARA LA ETERNIDAD, el malvado de turno hace acopio de las susodichas gemas para construir un potente láser que, instalado en un satélite artificial, podrá ser utilizado para freír literalmente a sus enemigos, que casualmente son los buenos. Años después los guionistas recuperaron la idea y la modernizaron, dando como resultado GOLDEN EYE. En este caso, el satélite usado para chantajear al mundo está diseñado para destruir los sistemas electrónicos mediante un potente pulso electromagnético. Una idea similar constituye la base del arma apocalíptica de 2019: RESCATE EN L.A.: una red de satélites construida y puesta en órbita para anular completamente cualquier sistema eléctrico o electrónico.

© José Carlos Canalda, Jacobo Cruces Colado
(484 palabras) Créditos