Si difícil, por no decir imposible, resulta definir con precisión la ciencia-ficción como género literario, es aún más complicado por razones obvias establecer su origen, que algunos remontan de forma exagerada incluso hasta textos clásicos tan antiguos como LA ODISEA. En realidad la ciencia-ficción surgió como una rama más del fértil árbol de la literatura fantástica, diferenciándose de ella, tal como comenta Domingo Santos en el prólogo a la antología LA CIENCIA FICCIÓN A LA LUZ DE GAS, cuando empezaron a introducirse elementos de claro corte científico, propiciados por el gran desarrollo tecnológico del siglo XIX que preludió los grandes avances del siglo XX.
Por este motivo quizá se pueda hablar con bastante propiedad de una proto ciencia-ficción que abarcaría, desde el FRANKENSTEIN de Mary Shelley, publicado en los albores del siglo XX, hasta las conocidas obras de H.G. Wells (LA MÁQUINA DEL TIEMPO, LA GUERRA DE LOS MUNDOS, LOS PRIMEROS HOMBRES EN LA LUNA, EL HOMBRE INVISIBLE o EL ALIMENTO DE LOS DIOSES), quizá el primero al que se le puede considerar un escritor de ciencia-ficción propiamente dicho. Dentro de estos dos límites, que abarcan prácticamente un siglo, se agrupan numerosos escritores tales como Edgard Allan Poe, Arthur Conan Doyle, Herman Melville, Sheridan Le Fanu, Robert Louis Stevenson y muchos otros a los que se les puede considerar como autores de obras encuadradas dentro de lo que hemos definido como proto ciencia-ficción.
Un caso especial es el de Julio Verne. En contra de la creencia más extendida, Julio Verne no era un escritor de ciencia-ficción, sino de novelas de aventuras, la mayor parte de las cuales nada tienen que ver con el género; baste con recordar títulos tan conocidos como MIGUEL STROGOFF, LA VUELTA AL MUNDO EN OCHENTA DÍAS o UN CAPITÁN DE QUINCE AÑOS para descubrir que nada absolutamente tienen estas novelas no ya de ciencia-ficción, sino incluso de fantástico.
Evidentemente hay algunos relatos que sí podrían ser considerados próximos a la ciencia-ficción, dándose la paradoja de que, a pesar de ser reducidos en número, varios de ellos son tan conocidos como DE LA TIERRA A LA LUNA, VEINTE MIL LEGUAS DE VIAJE SUBMARINO o VIAJE AL CENTRO DE LA TIERRA, a los que habría que sumar otros títulos menos conocidos como LOS QUINIENTOS MILLONES DE LA BEGUN, HÉCTOR SERVADAC, ROBUR EL CONQUISTADOR o su secuela DUEÑO DEL MUNDO, junto con un relato tardío (EL ETERNO ADÁN) que sí entra dentro del género con todos los honores. Pero si estudiamos detenidamente la totalidad de la prolífica obra del escritor francés, comprobaremos que su dedicación al género fantástico fue, es necesario volver a insistir en ello, muy minoritaria.