Gas utilizado para impulsar las sustancias contenidas en los aerosoles. Aunque por extensión se suele llamar aerosoles a los botes, desde un punto de vista físico un aerosol es una dispersión de un líquido, finamente pulverizado, en un gas, como por ejemplo la niebla.
Las sustancias a impulsar pueden ser muy variadas, tales como pinturas, perfumes, insecticidas..., y el propelente cualquier gas que cumpla las condiciones de no ser corrosivo, tóxico o muy caro. Los más utilizados son el óxido nitroso o el dióxido de carbono, en cuyo caso se mantienen a presión en el recipiente, aunque todavía en forma de gas. Otros, como los clorofluorocarbonos (como los freones), se licúan (pasan a estado líquido).
En el primer caso el gas empuja literalmente la sustancia, mientras que en el segundo el producto se mezcla con el propelente, que al liberarse se convierte en gas y se expande, dividiendo el producto en gotas diminutas.
Dado que se ha comprobado que los clorofluorocarbonos reaccionan químicamente con el ozono atmosférico destruyéndolo, lo que provoca un incremento de la cantidad de radiación ultravioleta que llega a la superficie de la Tierra, trayendo como consecuencia graves daños ecológicos, se han impuesto severas limitaciones a la cantidad de freones que se permite emitir a la atmósfera, utilizándose otros propelentes, como los citados, o sustituyéndose el aerosol por dispositivos mecánicos que utilizan el propio aire atmosférico a presión como propelente.