VENUS LLAMA A LA TIERRA
VENUS LLAMA A LA TIERRA

Número 187 de la colección y una de las peores novelas, si no decididamente la peor, de todas las firmadas por Enguídanos con sus dos seudónimos; y digo firmadas porque, además de rematadamente mala, esta novela no parece haber sido escrita por este autor ya que ni su redacción recuerda al minucioso estilo de Enguídanos, ni la torpeza con la que se utilizan los elementos científicos (es un decir) de la misma se parece en absoluto a lo que nos tenía acostumbrados este escritor.

Por si fuera poco, el argumento no puede ser más pobre: Los Estados Unidos han enviado un cohete experimental a Venus con objeto de proceder a un importante experimento, la prueba de una máquina teletransportadora al estilo de la de STAR TREK que hará el milagro de convertir los viajes interplanetarios en algo tan sencillo como meterse en una cabina y aparecer en otra. La máquina ha sido probada con éxito en la Tierra, pero se desea saber si sirve igualmente para viajar de un planeta a otro. La prueba ha de realizarse con un chimpancé, pero un error tan absurdo como inverosímil por parte de los técnicos encargados de su manejo provoca que en lugar del mono sea enviada a Venus una periodista que además, faltaba más, está de muy buen ver.

Inmediatamente parte para rescatarla el protagonista, que es otro periodista, cuando lo normal es que hubieran mandado a algún militar entrenado para sobrevivir en lugares hostiles; pero el redactor de la novela (tengo mis dudas de que fuera realmente Enguídanos) no cayó en ese pequeño detalle. El protagonista aparece en la cabina, que ha caído en un lago, pero la chica no está allí, por lo que procede a buscarla. Huelga decir que la descripción que la novela da de Venus no puede ser más tópica, con selva tropical y dinosaurios incluidos. Al final encuentra a la chica pero entonces tropiezan con el problema de que han perdido la cápsula al haber sido ésta arrastrada por la corriente; puesto que sus baterías no durarán más de veinticuatro horas, precisan encontrarla en ese plazo de tiempo ya que si no se verán obligados a permanecer en Venus durante el resto de sus vidas.

Comienza, pues, una búsqueda contrarreloj durante la cual tendrán que sufrir de todo, ataques de dinosaurios incluidos, unos dinosaurios tan mal descritos que el autor llega incluso a confundir las especies al describir a los ictiosaurios (de cuerpo parecido al de los delfines) como una especie de cocodrilos... Amén de que los ictiosaurios no eran dinosaurios ni mucho menos saurios. Sin embargo, concluye el plazo de tiempo y la cápsula no aparece, lo cual hace desaparecer todas sus esperanzas de ser rescatados.

Están ya resignados a permanecer en Venus el resto de sus vidas, acechados además por los mil y un peligros de un planeta completamente hostil, cuando por casualidad encuentran finalmente la cápsula; ya no les servirá para volver a la Tierra, pero al menos podrán utilizarla como refugio. Sin embargo, y como la novela tiene que acabar bien, al penetrar en su interior descubren con sorpresa que antes de que se agotaran las baterías desde la Tierra les han enviado repuestos para recargarlas, lo cual les permitirá volver finalmente a casa tal como está mandado, ya que hacer de Adán y Eva venusianos era algo que no les satisfacía demasiado.

La novela, vuelvo a repetirlo, es mediocre y ramplona (en realidad no pasa nada salvo un rescate que podría haber tenido lugar en cualquier lugar de nuestro planeta) y no se parece en absoluto a las novelas típicas de Enguídanos. Tan sólo se puede salvar la idea (original, por cierto, en la colección) de la máquina teletransportadora, que sin embargo es utilizada tan sólo como una mera excusa para enviar a los protagonistas a Venus en lugar de aprovechar más a fondo un hallazgo que hubiera podido dar mucho juego. Enguídanos retomaría esta idea en una de sus últimas novelas, HOMBRES EN MARTE, aunque también de forma anecdótica para dar un desenlace inesperado a la novela, pero en la continuación de La Saga de los Aznar hizo de la máquina karendón (algo similar en definitiva) una de las piedras angulares de sus novelas.

© José Carlos Canalda, (704 palabras) ,
1998 Créditos